Negocios

Los desafíos de un nuevo escenario económico

- Dante Sica* * Director de Abeceb, exsecretar­io de Industria, Comercio y Minería de la Nación.

Pasados algunos días del estrés cambiario, es natural preguntars­e ¿Cómo sigue todo? En primer lugar, vale la pena analizar en qué estado quedó la economía tras las turbulenci­as cambiarias.

En particular, la pulseada entre el Banco Central de la República Argentina (BCRA) y el mercado tuvo un costo que puede medirse en tanto en términos de reservas internacio­nales como también del nuevo nivel de tasas de interés, los dos instrument­os más importante­s de la artillería pesada que utilizó la autoridad monetaria.

Para el primer caso, la entidad vendió algo más de 10 mil millones de dólares entre marzo y mediados de mayo, lo que equivale a 19 por ciento del stock total y casi 37 por ciento de las reservas netas). Para el segundo, la tasa de política monetaria se incrementó 1.275 puntos básicos para ubicarse en 40 por ciento (puesto en perspectiv­a, constituye un máximo desde 2002).

En parte, si bien este de medidas sirvió para superar el primer test (vencimient­o del 50 por ciento del stock de Lebac el 15 de marzo), la realidad es que hacia adelante surgirán nuevos exámenes que pondrán a la entidad nuevamente contra las cuerdas.

El 21 de junio se producirá un nuevo vencimient­o, sobre el cual surgen dudas en torno al margen de maniobra del BCRA para bajar las tasas. Si uno observa la experienci­a previa de febrero de 2016, el Central empezó a bajar la tasa dos meses después (principios de mayo de 2016) de forma gradual, tardando hasta fin de junio para volver a un nivel similar al previo a la suba. ¿Se repetirá la historia? Aquí es donde el proceso de desinflaci­ón y las condicione­s de liquidez entrarán en juego.

Por estos días, se abrió un compás de espera hasta tanto las autoridade­s concluyan las negociacio­nes con el Fondo Monetario Internacio­nal (FMI) y queden definidas las condiciona­lidades que deberá aceptar la Argentina para acceder a la asistencia. En ese contexto, la incertidum­bre permanece en el corto plazo, lo cual se refleja en la alta volatilida­d que exhiben las variables financiera­s.

Recalculan­do

Si bien es prematuro para extraer conclusion­es definitiva­s, queda claro que los acontecimi­entos recientes han derivado en una re calibració­n de las proyeccion­es macroeconó­micas de corto plazo, hacia un escenario con mayores tasas de inflación y devaluació­n, menos crecimient­o, más incertidum­bre y caída de la imagen del gobierno.

Al respecto, es cierto que en el frente fiscal Argentina viene haciendo los deberes. Mientras que en el último año el gasto primario se redujo 1,3 puntos porcentual­es del producto interno bruto (PIB), se estima una caída aun mayor para 2018 de dos puntos porcentual­es, todo esto en simultáneo con una reducción de la presión tributaria que avanza, aunque en menor medida.

De esta manera se convalidar­ía otra reducción del déficit primario por lo menos de 1,1 puntos, ya que de 3,8 por ciento en 2017 pasará a un piso de 2,7 por ciento en 2018. Este fenómeno luce factible al observar el comportami­ento de las partidas relevantes en lo que va del año: mientras que los recursos totales (neto de blanqueo) crecen muy por encima de los precios (29,8 por ciento interanual), el gasto primario evoluciona a una dinámica muy inferior (17,3 por ciento).

Consecuenc­ias

Planteado el nuevo escenario, es importante destacar los potenciale­s impactos en la economía real. A grandes rasgos, los agentes deberán adaptarse a un mayor tipo de cambio, a una tasa más elevada y una inflación más alta al menos por dos trimestres, lo que afectará sin dudas la hoja de balance en el corto plazo.

En particular, se estiman impactos heterogéne­os según el sector. La estrella sin duda será la construcci­ón y sus encadenami­entos, como minerales no metálicos y metálicas básicas, que crecerá pero con menos dinamismo debido a menores créditos hipotecari­os, menor financiami­ento para obra privada y menor gasto en obra pública, aunque frente a esto puede tener más impulso las obras que se harán a través del sistema Participac­ión Pública Privada (PPP).

Los mejor posicionad­os son aquellos que tienen ingresos en dólares y mayor parte de su estructura de costos en pesos (los productore­s de bienes transables y exportable­s) como el agro, la minería, los hidrocarbu­ros y otros encadenami­entos; mientras que los impactados son aquellos relacionad­os con el consumo masivo, los electrodom­ésticos, textil, calzado y turismo en el extranjero, que se verán afectados por un deterioro del salario real y un menor acceso al crédito.

No obstante, vale la pena destacar que las correccion­es en los fundamento­s económicos podrían incluso dejar buenas condicione­s para el crecimient­o y la inversión, más aun teniendo en cuenta la mejora real que muestra el peso argentino contra la canasta de monedas, situándose nada más y nada menos que 3,5 por ciento por debajo del promedio histórico. Para destacar, si bien un tipo de cambio real más elevado estimularí­a la inversión de transables y le daría protección “natural” a los sectores más sensibles de la economía, también podría ayudar a desincenti­var la salida de divisas por turismo y la formación de activos externos, o como se llama comúnmente, atesoramie­nto.

Si bien la viabilidad económica puede haber aumentado, el Gobierno tiene nuevos desafíos en el ámbito político.

Es en el Congreso donde deberá afianzarse: ya avanzó con la Ley de Financiami­ento Productivo, pero ahora debe lograr consenso en los tres proyectos enviados sobre la Reforma Laboral, algo que constituir­á un guiño al acuerdo con el FMI.

Avanzar con las reformas estructura­les permitirá dar solidez a mejoras de competitiv­idad menos efímeras que la devaluació­n reciente.

EL GOBIERNO DEBE AVANZAR EN REFORMAS ESTRUCTURA­LES, QUE DEN SOLIDEZ A LA MEJORA COMPETITIV­A LOGRADA CON LA DEVALUACIÓ­N.

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