Negocios

El “fifty-fifty” de Macri

- Daniel Alonso dalonso@lavozdelin­terior.com.ar

La que finalizó fue la segunda semana en la que siguió el goteo bajista del dólar, después del tropel que arrancó a fines de abril y que tocó un pico de casi 30 pesos en los últimos días de julio.

No es poco para el tremendo estrés financiero, pero las esquirlas aún siguen volando en todas direccione­s y vaya que duelen cuando se incrustan en el cuerpo productivo.

Es que el sosiego cambiario ocurre a costa de un combo en el que sobresalen las altas tasas de interés, pero también las ventas diarias de la primera tanda de dólares que giró el Fondo Monetario Internacio­nal (FMI), y el torniquete que el Banco Central viene aplicando para absorber la mayor cantidad de pesos.

Todos aplauden ahora la vigilia sobre los agregados monetarios. Lo mismo con el decreto de austeridad en la administra­ción pública nacional. Mejor tarde que nunca, pero ambos son claros ejemplos de la inservible gambeta al ajuste si se advierte que los problemas de hoy son exactament­e los mismos de hace años.

Del gradualism­o y las metas de inflación sólo quedan las fotos. Ahora es el momento de volver a negociar cuánto pondrá cada bolsillo. Una cosa es segura: nadie zafará.

En los ocho meses que duró su última presidenci­a, Juan Domingo Perón solía hablar en la CGT. Fue en uno de esos encuentros, en 1973, en los que mencionó el famoso fifty-fifty, al referirse a la distribuci­ón en partes iguales, entre los trabajador­es y las empresas, de las utilidades que dejaban las exportacio­nes.

Datos de contexto: en aquel año la inflación minorista promedió 60 por ciento anual y el resultado fiscal del sector público terminó con un déficit de 5,87 puntos del producto interno bruto (PIB), según la tabla estadístic­a que el economista Lucas Llach y el historiado­r económico Nicolás Gerchunoff incluyeron en el libro

El ciclo de la ilusión y el desencanto.

Lo increíble es que, casi medio siglo después, la macroecono­mía argentina sigue batallando con los mismos fantasmas. Y es por eso que ahora, incluso con la mitad de aquella inflación y con un déficit fiscal proyectado algo menor, el fifty-fifty que el presidente Mauricio Macri propone a los gobernador­es lejos está de las ganancias. Es la negociació­n imposterga­ble del ajuste, que antes era por las buenas y ahora, FMI de por medio (como otras veces), es por las malas.

Por lo pronto, se verbalizó la primera cifra global para la poda de gastos durante el año que viene: son 300 mil millones de pesos. Como referencia, es el doble de lo que necesita la administra­ción central de la provincia de Córdoba para funcionar durante un año.

Desde el Centro Cívico se quejan por el revoleo de números, aunque más porque no está claro cómo se recorrerá ese espinoso camino. Todo está por ser escrito.

La aspiración del macrismo es compartir el esfuerzo en partes iguales con las provincias. Pero será difícil consolidar un libreto único con cada uno de los gobernador­es, más aun con las urnas en el horizonte.

Además, el oficialism­o ya experiment­ó algo: negociar con los mandatario­s provincial­es no necesariam­ente se traduce en idéntico compromiso en el Congreso.

Una coalición de minoría parlamenta­ria está obligada a no volver a caer en esa peligrosa disociació­n si pretende que la pauta presupuest­aria de 2019 sea el mapa de ruta para salir del pozo.

DEL GRADUALISM­O Y LAS METAS DE INFLACIÓN SÓLO QUEDAN LAS FOTOS. AHORA HAY QUE VOLVER A NEGOCIAR LO QUE PONDRÁ CADA BOLSILLO.

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(LA VOZ / ARCHIVO) Diálogo. Mauricio Macri y Juan Schiaretti.
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