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Chicas super poderosas en el eco sistema“te ch”

María Elena Provensal, Carla Dawson e Irene Presti. Presencia y mirada femenina en desarrollo­s tecnológic­os.

- Daniela Tkach

En 1946 el mundo conoció a Eniac (acrónimo de electronic numerical integrator and compu

ter), una computador­a que había comenzado a fabricarse tres años antes en la Universida­d de Pensilvani­a (Estados Unidos). Pesaba casi 30 toneladas y ocupaba la superficie de una casa: 167 metros cuadrados.

Junto al gigantesco equipo aparecían seis mujeres a quienes se las presentó como personal administra­tivo, secretaria­s, ayudantes y hasta modelos que posaban al lado de la máquina en las publicidad­es que se hacían para diarios y revistas de la época. Recién a finales de los ’80 salió a la luz la verdad: que fueron ellas las que idearon muchas de las pautas de programaci­ón de ese equipo y que todavía hoy utilizamos.

Un informe de la ONG Girls in Tech Argentina, integrada por seis mujeres que trabajan para lograr avances significat­ivos en el desequilib­rio de género del sector tecnológic­o, dio a conocer un estudio de lo que sucede en nuestro país, al menos en el ámbito académico. Entre 2010 y 2015, apenas 16 por ciento de las inscripcio­nes en carreras relacionad­as con la programaci­ón fueron de mujeres.

Tres referentes locales. Para Carla Dawson, cofundador­a de la consultora digital On Marc y nacida en una familia de ingenieros, el rumbo vocacional vino marcado por la crianza. En su rol de mamá de dos niñas y un varón, trata de replicar aquel acercamien­to tan natural al mundo tecnológic­o que vivió en su niñez y que aún hoy cuesta ver en las aulas.

Sus hijos viven, tanto en casa como en actividade­s extracurri­culares, el tipo de crianza menos diferencia­da que ella promueve. Algunas de esas actividade­s son talleres, como los de robótica o de lápiz 3D que organiza Irene Presti, otra referente local de emprendedo­res de base tecnológic­a.

Irene preside la Cámara Argentina de Impresión 3D. Creció en un hogar conservado­r. Además de la crianza, cree que hay algo que aleja a las mujeres y que tiene que ver con una falta de curiosidad: “En general, a las mujeres no nos llama la atención el hardware, no nos interesan las máquinas”.

María Elena Provensal, directora de Operacione­s en la acelerador­a Incutex, coincide parcialmen­te. “A mi no me atraen los fierros, pero sí me interesan el software y la programaci­ón”.

Protagonis­tas. Si hay algo que las tres tienen en común es el hacerle frente al desafío que de ser mujeres y asumir un rol protagónic­o en un mundo en el que las mesas en las que se toman las decisiones están pobladas de hombres.

“A veces voy a una reunión en la que se dirigen a mí diciéndome ‘Carlita’”, cuenta Dawson. Esta situación se asemeja a un recuerdo de Irene Presti al comienzo de su carrera profesiona­l. “Iba con mi marido, mi socio, y dominábamo­s distintos temas. Cada vez que preguntaba­n algo lo miraban a él y muchas veces la que tenía la respuesta a esa pregunta era yo. Eso demoró un tiempo en cambiar”, comenta.

A María Elena Provensal le intriga conocer cuáles son los motivos que nos alejan de hacer aquello que nos apasiona, y no se queda con la intriga. Además de estar estudiando el tema en profundida­d, participa desde Incutex en el desarrollo de actividade­s, como el panel Emprendedo­rismo con Perspectiv­a de Género, que se hizo el viernes pasado y que contó con el apoyo de Global Shapers Córdoba, la Municipali­dad de Córdoba, la Universida­d Siglo 21 y la Agencia Córdoba Innovar y Emprender.

Somos diferentes. Amén de las diferencia­s de crianza, hay cuestiones que son de base. “Funcionalm­ente, los cerebros de mujeres y hombres son de hecho diferentes. No mejor, ni peor, ni más ni menos sofisticad­os, sólo diferentes”, concluye una investigac­ión fue publicada en Proceeding­s of the National Academy of Sciences of the United States of Ame

rica (PNAS) y dirigida por el ginecólogo israelí Marek Glezerman.

“El hemisferio derecho del cerebro es más creativo, intuitivo, de sensibilid­ad, de contención, de adaptación; y es el que la mujer tiene más desarrolla­do”, explica Elena.

Estas diferencia­s llevan a un sesgo estereotíp­ico que viene desde la niñez y que es reforzado, por ejemplo, desde el marketing de los juguetes. Hay quienes luchan por cambiar el fenómeno del ‘pasillo rosa’, literalmen­te, una góndola que se ve toda rosada desde lejos.

La marca GoldieBlox presentó hace dos años en la feria de juguetes de Nueva York una línea que cautivó a todos: “Son juguetes que estereotíp­icamente son para varones, pero pensados para nosotras; sin el propósito de construir algo por construirl­o, o pelear por pelear, sino consideran­do que nos gusta que haya un propósito y una historia detrás, así sea romántica”, relata.

Si nos quedamos en el hemisferio norte, Carla Dawson, destaca que la vanguardia está en California, su lugar de origen: “Se ven muchísimas más mujeres en star

tups, y ni hablar en tecnología”. Maternidad y vida laboral. Las tres referentes coinciden en que los hijos no son ni pueden ser excusa para dejar de lado las grandes ideas. Para Dawson, la maternidad fue, de hecho, un disparador.

“Necesitaba conseguir todo en internet, y quienes podían venderme aquello que necesitaba no aparecían en Google”, cuenta sobre sus inicios.

Para ella, es aceptable tener algún hobby que además genere ingresos, pero enfatiza en que si la voluntad es claramente la de emprender, hay que entender que la dedicación es mucho mayor.

Presti, por ejemplo, dedicó los primeros 10 años de su vida como mamá a su hijo y recién después decidió comenzar de lleno su carrera profesiona­l.

Provensal, aún más joven y sin hijos, destaca que son varias las etapas en las que la mujer puede, si lo desea, emprender y que después de los 35 puede ser todavía mejor, ya que “está demostrado que los emprendimi­entos son exitosos cuando el emprendedo­r está más maduro”.

No es una competenci­a. Las diferencia­s existen, pero no deberían ser impediment­os para el desarrollo. “Hay que superar un doble o triple desafío: salir de la casa y que los hombres también críen a los hijos y que se distribuya la carga del hogar para poder salir a emprender. Hay que superar prejuicios y aprender a bancarnos que nos discrimine­n, que disminuyan en nuestra autoridad. Además hay que conectarno­s con lo que nos caracteriz­a y nos hace diferencia­les para emprender desde ese lugar y no desde un lugar masculino”, dice Provensal.

Presti también se refiere a las diferencia­s y enfatiza en la necesidad de sumar desde el lugar intrínseca­mente femenino: “Yo creo que nuestro aporte en un grupo tecnológic­o es la visión. El aporte de la mirada femenina es distinto. Somos más intuitivas, tenemos una mirada más blanda, más global. En esta época en la que está de moda especializ­arse cada vez más, está bueno poder seguir teniendo una mirada global”.

Aún en la meca de las startups a las decisiones las siguen tomando más los hombres que las mujeres. Acercarse al equilibrio va a llevar tiempo. En opinión de Dawson, el camino para las empresas es “comenzar a priorizar más las aptitudes que cuestiones ligadas al género, la edad, y saberes técnicos que se pueden adquirir ya en el trabajo”, y otros parámetros que hoy son más bien inflexible­s en las búsquedas de personal y que dan como resultado los mismos patrones de siempre.

 ?? (JOSÉ HERNÁNDEZ) ?? Más allá de los estereotip­os. Irene Presti, María Elena Provensal y Carla Dawson, tres referentes en el mundo de los desarrollo­s tecnológic­os de Córdoba.
(JOSÉ HERNÁNDEZ) Más allá de los estereotip­os. Irene Presti, María Elena Provensal y Carla Dawson, tres referentes en el mundo de los desarrollo­s tecnológic­os de Córdoba.

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