GPS para exportar
Argentina es un gran exportador de alimentos, pero tiene baja presencia en el resto de los sectores. Faltan políticas de alianzas comerciales y alcanzar niveles de competitividad estables y previsibles.
Salvo alimentos, Argentina tiene una baja performance comercial en el mundo. La competitividad, un déficit crónico. Por qué el Gobierno cree que en 2019 habrá una sorpresa.
Argentina está entre los 15 principales exportadores de alimentos en el mundo, según la Organización Mundial de Comercio (OMC). Sin embargo, en el resto de los mercados, su presencia es casi nula.
El país tiene problemas para desarrollar mercados globales y luego conservarlos porque, así como gana competitividad con cada devaluación, la pierde en cada salto inflacionario, sólo por describir la punta del iceberg.
A esto se suma el retraso en acuerdos comerciales con bloques y países. Por ejemplo, sólo en lo que va de este siglo, Chile firmó convenios con naciones que suman 68 por ciento de la población y 88 por ciento del producto interno bruto (PIB) mundial, mientras que Argentina lo hizo con 25 por ciento de la población y nueve por ciento de la economía global.
Durante el seminario por el 41º aniversario de la Fundación Mediterránea, Juan Manuel Garzón, economista jefe del Ieral, y Marcelo Elizondo, titular de Desarrollo de Negocios Internacionales (DNI) analizaron el tema.
Devaluación ¿y después?
En el primer semestre del año, la exportación creció 5,5 por ciento y la importación lo hizo otro 13 por ciento. El año terminará con subas del tres al cinco por ciento y del ocho al 10 por ciento, respectivamente, según Elizondo.
El Gobierno necesita que ingresen más dólares en forma genuina a la economía, pero el aumento del tipo de cambio no es una condición suficiente.
“La devaluación corrige el atraso cambiario, quita un obstáculo que son los altos costos en dólares para el exportador, pero no elimina los otros problemas. Para exportar más, hay que solucionar el problema de la inestabilidad cambiaria, hace falta un tipo de cambio competitivo, pero también previsible y estable”, explica Elizondo.
Según el consultor, Argentina tiene complicadas regulaciones que quitan capacidad de producir y proyectar, como también variaciones que dificultan armar proyectos de mediano y largo plazo, como un plan exportador.
De todas maneras, la suba del dólar mejora los resultados de los que ya están exportando. Así opina Garzón: “La devaluación mejora la rentabilidad de las ventas al exterior; la empresa que en algún mercado tenían margen negativo, a partir de ahora tendrá ganancias”.
El problema es por cuánto tiempo se va a mantener alto el tipo de cambio, ya que abordar mercados externos implica invertir y firmar compromisos.
“En 2016, el tipo de cambio aumentó y las economías regionales crecieron, pero fue un fenómeno de vuelo corto. El año pasado, el tipo de cambio real bajó y las ventas al exterior cayeron. A esta película el exportador ya la vio y no le sirve; si Cambiemos no da certezas de que eso no va a ser lo mismo no habrá boom de exportaciones”, dice el economista del Ieral.
La apuesta del Banco Central es moderar el ritmo del pass trough del nuevo tipo de cambio a los precios de la economía, para evitar el efecto licuadora de la inflación.
Apostar a los productos
Además de estabilizar la macroeconomía interna, Argentina necesita mejorar sus relaciones comerciales con el mundo.
El convenio con la Unión Europea (UE) será importante, pero es de largo aliento. Aún si se logra aprobar este año, luego debe ser refrendado por cada parlamento del viejo continente. Es por eso que la administración de Mauricio Macri apostó a firmar convenios para abrir “mercados-productos”.
“Tal vez los volúmenes no son muy grandes; por ejemplo, a Japón se enviaron 200 kilos de carne bovina de la Patagonia, pero es muy importante por su valor simbólico, ya que estaba cerrado por desconfianza. En algún momento, tarde o temprano, va a llegar la posibilidad de enviar carne de otra zona del país, la cuestión es ganar confianza”, señala Garzón.
Por ahora, sólo se avanza en el mercado de los alimentos, porque allí Argentina mantiene cierta competitividad. Según el Ieral, entre 2015 y 2016 los granos locales y sus derivados participaron en 9,7 por ciento de las cadenas productivas del mundo, el sector pecuario en 1,7 por ciento, las economías regionales en uno por ciento, pero el resto (manufacturas industriales) lo hizo en sólo 0,2 por ciento.
“Argentina está atrasada en la inserción de su industria en los procesos internacionales de agregado de valor”, explica Elizondo.
Aunque esto podría cambiar, ya que en los últimos años las exportaciones avanzaron hacia las economías emergentes, hoy más dinámicas que las desarrolladas.
De hecho, de los 30 principales destinos para las ventas argentinas al exterior, 22 son países emergentes y ocho son desarrollados. “Estos mercados serán los que impulsarán la marcha de las exportaciones. Hay que aprovechar las oportunidades”, dice el titular de DNI.