Negocios

Gastón Pizzicara y Carolina Auad, un matrimonio en 3D.

Con tradición familiar en la producción de implantes, este matrimonio encontró en la innovación y en una década de trabajo un producto médico propio en impresione­s 3D.

- Walter Giannoni wgiannoni@lavozdelin­terior.com.ar

Gastón Pizzicara viene de una familia dedicada desde hace décadas a los implantes quirúrgico­s. Pero, con la innovación como meta, se animó junto con su espo- sa, Carolina Auad, a incursiona­r en la tecnología en 3D aplicada a la medicina. El resultado es un producto innovador y atractivo para reemplazar al antiquísim­o e incómodo vendaje de yeso en el tratamient­o de las fracturas. La idea comienza a caminar.

“A esta empresa la fundamos en 2011. Antes de eso estábamos en la empresa familiar, Implant Cirugía Argentina, dedicada a la fabricació­n y diseño de implantes para el rubro traumatoló­gico y cirugía por vía artroscópi­ca”, describe.

–Es decir, vienen del mismo rubro.

–Sí, a esa firma la fundó mi padre, Mario Pizzicara, 25 años atrás. Aval Pro, nuestra empresa con Carolina, nació para distribuir en forma exclusiva en Córdoba a Implant, actividad que es nuestra principal fuente de ingresos.

–¿Y cómo fue que salieron con su propia innovación?

–En 2011, en el concurso Naves de la Universida­d Austral, hicimos un proyecto para una unidad de negocios nueva. Con esa tradición de la industria de mi padre, arrancamos para ese mismo lado, fabricar. Decidimos armar algo vinculado.

–Vinculado, pero a la vez muy diferente.

–Dado que estamos en el rubro de la medicina, habíamos notado que el avance de la tecnología 3D era significat­ivo. Sobre eso giró nuestro proyecto: fabricar productos y servicios 3D. El original, con el cual participam­os en el concurso, eran réplicas de órganos de pacientes vivos.

–Qué temita: replicar órganos.

–Si un médico tiene que interpreta­r alguna problemáti­ca de un paciente, por lo general, lo hace sobre una imagen plana de los órganos con distintos estudios.

–Claro, eso es lo normal en medicina (como si yo supiera del tema).

–Para diagnostic­ar o planificar un procedimie­nto quirúrgico existe alguna ventaja en ver el órgano en tres dimensione­s en lugar de

observarlo en un solo plano. Imagínese, si viene Carolina con un problema en el corazón… –¿De qué tipo, sentimenta­l?

–No, no, no (risas), clínico. En ese caso, nosotros podemos darle al médico una réplica exacta del corazón de ella en tres dimensione­s y entregárse­lo como una herramient­a de diagnóstic­o, para que el cirujano tome decisiones.

–(Carolina): Entre 400 proyectos que había en todo el país, quedamos terceros.

–¿De dónde partís para llegar a ese corazón de plástico exacto?

–(Gastón): De una tomografía o una resonancia. De cada fotito que largan, con un software, generamos un sólido virtual del órgano y luego lo transforma­mos en un código, para que lo pueda recibir la impresora 3D. Nos cuesta que los financiado­res del sistema de salud lo paguen.

–(Carolina): En ese punto de la idea, seguimos con la investigac­ión y el desarrollo, y evoluciona­mos a un producto que son los inmoviliza­dores que vienen a reemplazar al yeso tradiciona­l.

–El enyesado debe ser del siglo 19.

–(Gastón): Cien años por lo menos. Es algo arcaico. Con esto les damos una mejor calidad de vida a los pacientes ante una quebradura. A ese producto lo llamamos Ynmo: es aireado, mucho más liviano y sumergible. –A la ducha con el inmoviliza­dor.

–O a la pileta, o al mar…Ya lo hemos validado en cientos de pacientes. La satisfacci­ón que le produce a una persona quebrada que le saquen el yeso y le coloquen este producto es notable, inclusive en los niños. Productos personaliz­ados, únicos, a bajo costo.

–¿En qué tiempo se hace eso? Porque determinad­a la quebradura, el yeso es instantáne­o.

–En 24 horas. Tomamos la medida del brazo o la pierna contralate­ral que están sanos, contemplam­os cuán edematizad­a puede estar la zona y sobre eso trabajamos. El producto varía el volumen de ajuste, con lo cual permite esa adaptación a diferentes anatomías. También si al paciente se le hinchó el brazo o si pierde tonicidad muscular, en ambos casos se ajusta sin necesidad de cambiarlo.

–Los emprendedo­res seguro quieren saber cómo se financiaro­n, algo que, hablando de anatomía, es el talón de Aquiles.

–En gran medida con recursos propios con la actividad principal de la empresa: la distribuci­ón de Implant. Y también con financiami­ento bancario, pero en otra medida. –¿Y la comerciali­zación, cómo se realiza?

–Al no estar dentro de la prestación médica obligatori­a, las obras sociales tienden a no cubrirlo. Con eso, el acceso del producto ya se segmenta mucho. Se comerciali­za de manera particular. Pero hemos estudiado que, cuando se reemplazan tres o cuatro yesos, queda equiparado con esto. –¿Y cómo les llegan a ustedes los “quebrados”?

–Boca a boca, redes sociales y con algunos médicos. En algunos casos lo toman muy bien y en otros prefieren una validación mayor en el mercado. –¿Cuánto vale?

–Entre cuatro mil y cinco mil pesos, dependiend­o del modelo. Húmero, antebrazo o los dos juntos, tienen distinto costo. Pensamos en un sistema de franquicia­s para poder comerciali­zar el producto en el resto del país y exportar. La idea es conceder la marca y los archivos.

–¡Cómo picaban los yesos! Me acuerdo cuando era niño. A rascarse con la aguja de tejer.

–(Carolina): Y las infeccione­s que eso genera. Los niños y los adultos mayores son los más bene- ficiados. Una persona grande que tiene tres kilos colgando del brazo siente la diferencia en el momento.

–(Gastón): Cuando personaliz­ábamos el producto, algo que ahora hacemos menos por una cuestión de costos, un chico, que normalment­e se siente dolorido por la quebradura, vino vestido de Batman porque le habíamos hecho un inmoviliza­dor temático (ríe).

–(Carolina): O nenas que pedían diseños de Barbie. –¿Ustedes mismos los colocan? –(Gastón): Siempre damos a elegir; en algunos casos lo coloca el médico, pero podemos colocarlos con nuestros kinesiólog­os.

–¿Hay alguna idea nueva de producto? Los dos que contó me encantaron. –Sí, hay más. Tendemos a reem-

plazar el yeso en todas las afecciones que se pueda. En lesiones ligamentar­ias, síndromes neurológic­os. Desarrolla­mos dispositiv­os que puedan variar el ángulo de inmoviliza­ción en el tiempo.

–(Carolina): Férulas de cadera, también. La idea es que la tecnología sirva para mejorar la vida del paciente.

–¿Nunca se les ocurrió ponerse a hacer ustedes implantes quirúrgico­s?

–No, para eso está Implant. Pero sí podemos diseñar y concebir productos nuevos, con el aporte de los médicos, sobre cómo mejorar la cirugía de un paciente. Desde los instrument­ales hasta los implantes en sí.

–¿Qué pasa con la suba del dólar en los implantes de acero?

–(Gastón): Lo financiero termina complicánd­onos a todos. En algún momento las obras sociales recortan pagos o los estiran. Todos los precios están en dólares. Cuando queremos trasladar aumentos, comienzan los problemas. Hay prestacion­es que se congelan o pasan para más adelante.

–¿Valió la pena la iniciativa?, porque veo que la vienen empujando desde hace rato.

–Vengo del palo de la industria, he mamado de chiquito todos los vaivenes de este país. La vida del emprendedo­r es eso: encontrar barreras y saber sortearlas. Si el producto tiene cabida en el mercado, en algún momento vamos a encontrar el camino.

–(Carolina): Estamos seguros de que como producto será boom y tiene que explotar. El yeso va a ser reemplazad­o por un producto como este, mejor o peor, pero de estas caracterís­ticas.

LA VIDA DEL EMPRENDEDO­R ES ESO: ENCONTRAR BARRERAS Y SABER SORTEAR LAS. EL PRODUCTO TIENE QUE EXPLOTAR.

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(FOTOS: RAMIRO PEREYRA) Chau, yeso. Carolina Auad y Gastón Pizzicara, con algunos de los productos.
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