Negocios

Elina Virginia García, la jefa de un negocio familiar.

Los productos nacieron en el seno familiar para atender las necesidade­s de una de sus hijas. Encontraro­n pronto un espacio y una función social.

- Walter Giannoni wgiannoni@lavozdelin­terior.com.ar

En esta familia, todos hicieron algo para crear la empresa. El producto nació de una necesidad, pero a poco de andar observaron que en la sociedad, y ya no sólo en el mercado, había un espacio para emprender.

Elina Virginia García acompañó a su marido en aquel inicio de Dimax y hoy, rodeada por sus hijos, comanda una panificado­ra para personas que requieren productos sin gluten. “Dimax es una empresa familiar, fundada en 2008 por mi marido, Ricardo Marcantone­lli. Esto comenzó cuando le descubrier­on celiaquía a mi hija mayor, Laura. Era muy poca la oferta, tanto en variedades de alimentos como en sabores”, comenta.

–O sea, pasaron por el mismo problema de muchos padres.

–Claro, estábamos con las ganas de hacer un emprendimi­ento y surgía también la posibilida­d de ayudar a la gente. Justo cuando se da esto, él (por Ricardo) había dejado de trabajar, antes vendía envases.

– ¿Era bueno en la comerciali­zación don Ricardo?

–Más que un trabajo, era casi un hobby, lo disfrutaba. Así que comenzamos en casa, preparábam­os panes, alfajorcit­os, todo para Laura. Eugenia, mi otra hija, veía cómo su her mana comía lo que podía y dijo: “Te voy a preparar”. Yo también soy celíaca.

–¡O sea que el control de calidad es exhaustivo!

–Pero cuando Ricardo le dio a esa actividad hogareña un vuelco más industrial, se encontró con que inclusive los insumos eran escasos y difíciles de conseguir. Y cómo hacer los productos también era un desafío.

–¿Con qué reemplazan la harina de trigo estos productos?

–Con harina de arroz, almidón de maíz, fécula de mandioca y fécula de papa. También se pueden usar harinas de sorgo, de soja, de garbanzo, de arvejas, entre otras. Dependiend­o el producto, se utilizan distintas proporcion­es de harinas combinadas con aditivos que ayudan a darle estructura y maleabilid­ad a las masas.

–Ah, claro.

–Como su palabra lo dice, el gluten aglutina la masa. Como acá no está presente, hay que encontrar la fór mula para el proceso. Salimos de gira por Entre Ríos, Misiones, Santa Fe, Buenos Aires. Pero además necesitába­mos molinos con cantidad y calidad certificad­a, libre de gluten.

–Central en el proceso.

–Nos pasó ver molinos que hacían la molienda de trigo y después metían maíz. A la vez, trabajaban con mucha menos conciencia que en la actualidad. Las asociacion­es de celiaquía contribuye­ron mucho para aumentar las exigencias y garantizar estos aspectos. En Córdoba casi no había oferta de materias primas.

ES UN MERCADO MUY PEQUEÑO. EL UNO POR CIENTO DE LAS PERSONAS ES CELÍACA, PERO APENAS EL 0,20 POR CIENTO LO SABE Y CONSUME SIN GLUTEN.

NUNCA DUDAMOS EN QUE LA EMPRESA DEBÍA CONTINUAR. MI MARIDO NOS DECÍA QUE LA EMPRESA ERA DE LA FAMILIA Y DIMAX YA TENÍA VIDA PROPIA.

–¡Qué problema!

–Con la maquinaria para la producción sucede lo mismo: casi no hay equipos para elaborar productos para celíacos a escala industrial. ¿Si quiere probar estas pepas con membrillo…?

–Las he comprado. Son muy ricas. Pero las pruebo de nuevo.

–Una persona que nos capacitó nos enseñó a hacer las pasta frola lo más parecida posible a la tradiciona­l, en membrillo, batata, ahora también dulce de leche con coco, y estas pepas. Eugenia se involucró a pleno con la producción y mi marido con la comerciali­zación, dietética por dietética.

–¿Cómo fue el proceso de crecimient­o?

–Paulatino. Antes de ar mar esta planta de Los Boulevares, estuvimos en otras tres. Al poco tiempo que nos instalábam­os ya nos quedaban chicas.

–Tengo entendido que con la planta y los insumos hay que ser estrictos.

–Para evitar la contaminac­ión del producto y eso a veces se comprende poco a la hora de la venta. Por ejemplo, puede haber dulces que el fabricante le pone harina para espesar. O envases de cartón pegados con productos a base de gluten. El desarrollo de proveedore­s fue tarea fuerte en el inicio.

–Pruebo este alfajor de dulce de leche bañado con chocolate.

–Ya hay varias marcas certificad­as de dulce de leche sin gluten. Incluso subió la oferta. En este negocio, el tema del volumen es fundamenta­l, porque es un nicho muy chiquito de consumo. Es un tema grande en el costo.

El mercado y los precios –¡El uno por ciento, según me contaron!

–La estadístic­a dice el uno por ciento. Pero pasa que no todos saben que son celíacos, por ende, a nivel de mercado no son consumidor­es. El mercado real en líneas gruesas es 0,20 por ciento.

–¿Cuál es el diferencia­l promedio de precios?

–Depende mucho del producto. Por ejemplo, en panes estamos menos de un 10 por ciento arriba de primeras marcas con gluten, pero en premezcla versus harina de trigo el diferencia­l es mayor. En promedio podemos hablar de un 30 por ciento. A medida que vamos pudiendo vamos acercando cada vez más los valores. Desde nuestros comienzos tuvimos un compromiso con el consumidor en el cuidado de los precios, de hecho las inversione­s principale­s han tenido foco en mejorar la calidad de los alimentos y en la optimizaci­ón de costos para poder ofrecer productos competitiv­os.

–¿Cómo definen ag regar un producto a la línea?

–Primero hicimos panes, maicenas, alfajores, pepas, frolas. Pero incluimos a medida que nos van sugiriendo los clientes.

–Yo a estos alfajores los meto en una expo gour met sin dudar.

–(Risas) Los productos evoluciona­ron mucho, tanto los nues- tros como los de otros competidor­es. La idea es que el celíaco no se sienta solo con los productos diferencia­les, sino que el resto de la f amilia también los consuma. Estamos trabajando mucho en la parte nutriciona­l, en la reducción de azúcares, de sodio o eliminació­n de grasas trans.

–Acá adentro está toda la f amilia. ¿Cómo dividen los roles?

–Mis tres hijas son licenciada­s en Administra­ción de Empresas y mi hijo Federico, ingeniero industrial.

–O sea, se han preparado para esto.

–Federico se ocupa de operar la planta. Eugenia está en producción y desarrollo, Florencia en lo comercial y Laura, en compras y administra­ción.

–¿Su marido tuvo tiempo de prever el recambio?

–No, para nada. No hubo tiempo. Pero nunca dudamos que la empresa debía continuar. Ni siquiera lo conversamo­s entre nosotros. Él nos decía que la empresa era para la f amilia. Y Dimax ya tenía vida propia.

–¿Usted alinea la tropa cuando hay algún temita espinoso?

–(Sonríe). Y sí, a veces hay que ponerse al medio. Pero logramos de a poco entenderno­s. En el futuro habrá un protocolo. Son procesos que quedan por aplicar.

–¿Cómo está la demanda?

–Es un rubro muy particular. Se siente que el consumidor elige qué llevar. Compra lo justo y necesario. Reemplaza productos. Veníamos con un crecimient­o sostenido y ahora se amesetó. En los últimos aumentos de costos, aguantamos una parte. La cadena de pagos no muestra g randes cambios.

–¿Qué proyectos están en carpeta?

–Mi hijo acaba de venir de Alemania e Italia para ver tecnología que nos replantear­ía la producción. Hoy no podemos pensar en eso por los costos a raíz de la suba del dólar y del euro. Pero la idea es poder garantizar la estabilida­d del proceso y apuntarle a la exportació­n. Ya tenemos un mercado a la vista. Veremos.

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 ?? (FOTOS PEDRO CASTILLO) ?? A todos. Elina García en la planta de Los Boulevares. “Los productos deben gustarles a todos”.
(FOTOS PEDRO CASTILLO) A todos. Elina García en la planta de Los Boulevares. “Los productos deben gustarles a todos”.
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Roles definidos. Con Florencia, Federico y Eugenia Marcantone­lli. También otra hija, Laura, participa en la fábrica.

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