El empleo privado cruje en la peor fase de la recesión
Rascar la piel del empleo equivale a encontrar las heridas de una economía que flota entumecida en un estanque desde hace seis años. El punto de quiebre vino después de 2011, cuando apenas asomaba un ciclo que luego se consolidaría, con subas en años impares y bajas en los pares. Una muestra de bolsillo de un fenómeno conocido: el stop and go.
Entre idas y vueltas, el nivel de actividad general tuvo una evolución acumulada, de 2012 a 2018, de apenas 0,3 por ciento. Insignificante.
Ha sido como construir sólo con arena húmeda. Al principio parece compacta y resistente, pero cuando se seca o se moja en exceso, la erosión se lleva casi todo. Esos granos que vuelan y se desparraman no son otra cosa que puestos de trabajo.
Durante 2018, el empleo privado registrado (con obra social y aportes jubilatorios) sufrió en el Gran Córdoba como no ocurría desde mediados de 2014, otro año también atravesado por una devaluación.
Son lapidarios los datos recogidos en la encuesta de indicadores laborales (EIL) del Ministerio de Trabajo nacional.
El año pasado se acumularon siete meses de caídas consecutivas interanuales y, salvo enero, en el resto se fueron perdiendo puestos, en un sangrado al que aún no se encuentra la manera de frenar.
En diciembre hubo una caída muy preocupante de 4,1 por ciento interanual. Hay que recorrer el calendario a la inversa durante seis años para encontrar una baja similar (diciembre de 2012).
Al largo retroceso industrial se sumaron, en la última parte de 2018, la construcción, el comercio y los servicios. En conclusión, el empleo privado registrado retrocedió en el Gran Córdoba a los niveles que tenía hace dos años, y no hay señales a corto plazo de que el deterioro vaya a frenar.
“El mercado de trabajo está en uno de los peores momentos de los últimos años”, señaló el economista Gerardo García Oro, que sigue temas de empleo en el Ieral de la Fundación Mediterránea.
El especialista advierte que, en procesos recesivos, como los que atraviesa el país, también aumenta la informalidad.
“Esa encuesta es un adelanto de lo que luego muestra el empleo formal en su totalidad. Incluso, las expectativas de las empresas para contratar nuevo personal son bastante desalentadoras”, agrega.
Por cierto, hay factores estructurales y también capas. La última que se sumó es la de la recesión, que continuará este año y que provocaría –según las proyecciones– otro cierre negativo, aliviado por el rebote que, se espera, mejore el panorama en el segundo semestre.
Pero salir de este estado, que no será poco, no traerá empleos por arte de magia. La estabilidad de las variables macroeconómicas es clave para frenar la destrucción de puestos, pero para su construcción se requieren otros incentivos que será difícil que fluyan este año, en el que, se supone, seguirán los esfuerzos de contención, en especial en los sectores más sensibles.
Igual, más temprano que tarde se impone la dilatada discusión sobre los costos laborales y la agenda de reconversión que ya comenzó a atravesar a numerosos sectores.
EN EL SECTOR PRIVADO, EL EMPLEO REGISTRADO RETROCEDIÓ EN EL GRAN CÓRDOBA A LOS NIVELES QUE TENÍA HACE DOS AÑOS.