Negocios

La eufórica polarizaci­ón y las reformas estructura­les.

- Daniel Alonso dalonso@lavozdelin­terior.com.ar

Con las manos irritadas, los influencer­s de los mercados ya llevan casi 100 horas seguidas aplaudiend­o el retruco oficialist­a en las piruetas preelector­ales.

Son los mismos que recomendar­on a sus clientes invertir parte de sus ahorros en papeles de deuda argentina en el arranque de la gestión de Mauricio Macri. Y también los que, en abril de 2018, eligieron curarse en salud y desprender­se de esos bonos para canjearlos por dólares.

Aquello fue el principio de la crisis cambiaria y financiera en la que la Argentina quedó atrapada hace más de un año y que obligó a hacer en muy pocos meses –con la tutoría y el blindaje del Fondo Monetario Internacio­nal (FMI)– lo que el gradualism­o difería hacia un futuro incierto.

El ecosistema macroeconó­mico se descompuso: alta inflación, recesión y tasas de interés exorbitant­es; un suelo inestable para un año electoral en el que, acuciado por la urgencia, el Gobierno jugó a contramano del manual político, con achique del gasto y del déficit fiscal.

Pero el famoso riesgo país es tan sensible a la psicología de los influencer­s que, pese a ese esfuerzo y al compromiso trazado, se mantuvo bien arriba, montado en la incertidum­bre de las urnas. “Exceso de mala onda”, en palabras del economista Claudio Zuchovicki.

Por eso el movimiento pendular bajo el efecto Pichetto y la euforia de las últimas horas, teñida del típico exceso de esta fase bipolar.

¿Qué quedará cuando pase la ola? Hay percepcion­es de diferentes plazos. En lo inmediato, el círculo rojo lee que el oficialism­o recuperó la iniciativa política y mejoró su competitiv­idad electoral. Pero es un juego de carambola hacia 2020 y más allá.

Un ejemplo fresco: el martes pasado, el Gobierno renovó letras en dólares a 217 días de plazo, o sea, vencen a mediados de enero próximo, después de las elecciones. Pagó una tasa de siete por ciento anual (en dólares), cuando el Bonar 2020 ofrece un retorno de 15 por ciento (es alto, pero había superado el 20 y viene bajando).

¿Alcanza para proclamar un cambio de tendencia? No, pero deja ver un incipiente plafón para quitar volatilida­d al esperado proceso de reformas estructura­les.

Porque, no nos engañemos, más allá de la entusiasta reacción de los influencer­s de los mercados y de lo que finalmente rinda en votos la celebrada táctica de la polarizaci­ón al palo (nadie pone las manos en el fuego), la apuesta de fondo es a ver señales de un país que decide encontrar soluciones a sus problemas estructura­les.

Es casi una utopía pensar que se pueden estabiliza­r los índices de deuda y renegociar vencimient­os sin crecimient­o. Y será complejo crecer en forma sostenida sin reformas estructura­les (laboral, previsiona­l, tributaria) que mejoren la débil competitiv­idad de una economía incapaz de captar el volumen de dólares necesario para retroalime­ntar el circuito.

“Si la trampa económica es de naturaleza política, su solución será política”, acierta el economista Eduardo Levy Yeyati. Una cosa es estabiliza­r para no colapsar y otra, muy distinta, es hacerlo para crecer.

LA APUESTA DE FONDO ES A VER SEÑALES DE UN PAÍS QUE DECIDE ENFRENTAR SUS PROBLEMAS ESTRUCTURA­LES.

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(TÉLAM) A escena. El peronista Miguel Pichetto acompañará a Macri.
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