La eufórica polarización y las reformas estructurales.
Con las manos irritadas, los influencers de los mercados ya llevan casi 100 horas seguidas aplaudiendo el retruco oficialista en las piruetas preelectorales.
Son los mismos que recomendaron a sus clientes invertir parte de sus ahorros en papeles de deuda argentina en el arranque de la gestión de Mauricio Macri. Y también los que, en abril de 2018, eligieron curarse en salud y desprenderse de esos bonos para canjearlos por dólares.
Aquello fue el principio de la crisis cambiaria y financiera en la que la Argentina quedó atrapada hace más de un año y que obligó a hacer en muy pocos meses –con la tutoría y el blindaje del Fondo Monetario Internacional (FMI)– lo que el gradualismo difería hacia un futuro incierto.
El ecosistema macroeconómico se descompuso: alta inflación, recesión y tasas de interés exorbitantes; un suelo inestable para un año electoral en el que, acuciado por la urgencia, el Gobierno jugó a contramano del manual político, con achique del gasto y del déficit fiscal.
Pero el famoso riesgo país es tan sensible a la psicología de los influencers que, pese a ese esfuerzo y al compromiso trazado, se mantuvo bien arriba, montado en la incertidumbre de las urnas. “Exceso de mala onda”, en palabras del economista Claudio Zuchovicki.
Por eso el movimiento pendular bajo el efecto Pichetto y la euforia de las últimas horas, teñida del típico exceso de esta fase bipolar.
¿Qué quedará cuando pase la ola? Hay percepciones de diferentes plazos. En lo inmediato, el círculo rojo lee que el oficialismo recuperó la iniciativa política y mejoró su competitividad electoral. Pero es un juego de carambola hacia 2020 y más allá.
Un ejemplo fresco: el martes pasado, el Gobierno renovó letras en dólares a 217 días de plazo, o sea, vencen a mediados de enero próximo, después de las elecciones. Pagó una tasa de siete por ciento anual (en dólares), cuando el Bonar 2020 ofrece un retorno de 15 por ciento (es alto, pero había superado el 20 y viene bajando).
¿Alcanza para proclamar un cambio de tendencia? No, pero deja ver un incipiente plafón para quitar volatilidad al esperado proceso de reformas estructurales.
Porque, no nos engañemos, más allá de la entusiasta reacción de los influencers de los mercados y de lo que finalmente rinda en votos la celebrada táctica de la polarización al palo (nadie pone las manos en el fuego), la apuesta de fondo es a ver señales de un país que decide encontrar soluciones a sus problemas estructurales.
Es casi una utopía pensar que se pueden estabilizar los índices de deuda y renegociar vencimientos sin crecimiento. Y será complejo crecer en forma sostenida sin reformas estructurales (laboral, previsional, tributaria) que mejoren la débil competitividad de una economía incapaz de captar el volumen de dólares necesario para retroalimentar el circuito.
“Si la trampa económica es de naturaleza política, su solución será política”, acierta el economista Eduardo Levy Yeyati. Una cosa es estabilizar para no colapsar y otra, muy distinta, es hacerlo para crecer.
LA APUESTA DE FONDO ES A VER SEÑALES DE UN PAÍS QUE DECIDE ENFRENTAR SUS PROBLEMAS ESTRUCTURALES.