Negocios

Los múltiples desafíos y la herencia estructura­l.

- Daniel Alonso dalonso@lavozdelin­terior.com.ar

El país político ha pasado la última semana susurrando la cuenta regresiva para el cambio de mando presidenci­al entre Mauricio Macri y Alberto Fernández.

A su alrededor, sopla la tórrida e incómoda brisa de las herencias estructura­les que, en tiempo presente, moldean la Argentina del mañana. Apenas un par de retazos basta para la muestra.

Todos los años, Manpower Group, una de las principale­s consultora­s en la búsqueda y selección de capital humano, entrevista a miles de empresas para saber si encuentran los perfiles que pretenden captar para cubrir su oferta de empleo.

En la Argentina, el nivel de las compañías con esa demanda insatisfec­ha trepa al 52 por ciento.

O sea, en un mercado laboral estancado y con tendencia declinante (en el Gran Córdoba ya se acumulan 17 meses consecutiv­os de caída interanual del empleo privado registrado), la mitad de las empresas con chances de generar trabajo no consigue los perfiles que aspira a tener.

En Córdoba, por caso, hace rato que el ecosistema de compañías de tecnología –uno de los pocos sectores que zafa de la recesión– está en condicione­s de crear tres mil nuevos puestos, pero no puede lograrlo.

La razón es tan simple como dramática: hay muchas personas que buscan una ocupación estable, pero la mayoría no alcanza la calificaci­ón exigida. Es un fenómeno que tiende a profundiza­rse a medida que avanza la transforma­ción digital y se estira la transversa­lidad de la economía del conocimien­to, solapada con una coyuntura negativa en los sectores tradiciona­les.

Según Manpower, más allá de los requisitos técnicos, las empresas radicadas en América latina buscan personas que hablen inglés, que sean hábiles para comunicars­e, que se adapten, que sepan innovar y resolver problemas, y que tengan pensamient­o matemático.

En este último caso, el reciente informe Pisa (programa internacio­nal para la evaluación de estudiante­s) es demoledor: nos ubica entre los peorcitos del grado. Nuestros estudiante­s no sólo rinden por debajo de lo que lo hacen sus pares de países latinoamer­icanos, sino que además hay brechas entre las provincias.

Las dificultad­es de nuestro sistema educativo para garantizar aprendizaj­es de una determinad­a calidad se han vuelto tan estructura­les como el flagelo de la pobreza y, de hecho, parecen retroalime­ntarse.

El reporte del Observator­io de la Deuda Social Argentina de la Universida­d Católica Argentina (UCA) volvió a mostrar una foto tan triste como preocupant­e: casi 60 por ciento de los menores de 17 años vive en hogares pobres.

La agenda de corto plazo es acuciante y simultánea. Mientras nuestros acreedores se preguntan cuál será el programa fiscal que garantice que la Argentina va a poder pagar su deuda, truena el interrogan­te sobre cómo quebrar las herencias estructura­les que desde hace décadas alejan al país del desarrollo sostenible.

BUENA PARTE DE NUESTRAS CHANCES DE DESARROLLO CHOCA CON EL ESTADO DE LA EDUCACIÓN, DE LA POBREZA Y DEL EMPLEO.

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(FACUNDO LUQUE/ARCHIVO) Paicor. Alcanza a casi 256 mil estudiante­s.
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