Negocios

Florencio Ferrara, de vendedor de viviendas a fabricante.

Comenzó como vendedor de casas prefabrica­das hasta que armó su empresa. Fabrica 15 por semana y ya desembarcó en Buenos Aires, Uruguay y Miami ; quiere crecer hacia el sur del país.

- Diego Dávila ddavila@lavozdelin­terior.com.ar

Las casas prefabrica­das de madera son un producto que todavía genera desconfian­za, en parte por tratarse de un rubro nuevo, pero también porque varias empresas no cumplieron con sus compromiso­s. A pesar de todo, Florencio Ferrara apostó por este rubro y a cuatro años de haber comenzado, su fábrica produce 15 casas por semana en Córdoba. Además, desembarcó en Buenos Aires y tiene planes para seguir hacia el sur del país, Uruguay y Miami, en Estados Unidos.

–¿El cordobés confía en las casas prefabrica­das o todavía las mira con recelo?

–La casa prefabrica­da es lo que se viene, a nosotros nos sorprende cómo crece la demanda. Tal vez no sea el formato que más le gusta a la gente, pero cambia de idea desde el momento en que se entera que en 90 días tenés una casa tipo por 300 mil o 350 mil pesos.

–Al principio, había mucha desconfian­za.

–Como sucede en el resto del desarrollo inmobiliar­io, aquí también las malas noticias “vuelan” y la positivas no. El rubro es muy nuevo y estamos en el comienzo de la curva de aprendizaj­e. Es una industria donde hubo mucha soberbia cuando recién se iniciaba. Varios recién están haciendo su primera experienci­a. También están los “vivos” que juntaron unas cuantas señas y luego se borraron. Además, hay otro problema: no es fácil encontrar empleados que conozcan el oficio.

–¿Cómo empezaste en esto?

–Yo estudiaba abogacía y trabajaba en un estudio jurídico. Hasta que un amigo me convenció de vender casas prefabrica­das. Como a mí me gustaba la venta, me animé a probar otra cosa y empecé a vender para la empresa Casa Propia, así durante dos años.

–Y te separaste, supongo.

–Sí, fue en 2015, porque tenía mis propias ideas. Quería hacer casas más baratas, invertir más en publicidad y en la posventa.

–Pero, ¿sabías armar casas?

–No. Al principio quería hacer todo yo. Quería diseñar las tarjetas y me salían un espanto. Después me di cuenta que no sabía hacer casas y busqué un arquitecto, pero las casa terminaban moviéndose para todos lados. En ese momento comprendí que había que tener un especialis­ta para cada cosa.

–¿Y qué hiciste?

–Fui a Villa Urquiza, detrás del hipermerca­do Carrefour Colón, porque me enteré que en esa zona vivían varios armadores de casas.

Preguntand­o, encontré una persona que tenía un galpón y acordé un alquiler por unidades fabricadas, lo que me permitió comenzar con costos fijos bajos. Además, todavía no sabía cuánto iba a vender.

–¿Cuántos años tenías?

–Tenía 25 años, primero arranque con socios y después solo. Esta actividad es una pasión, que te obliga a estar las 24 horas y los siete días de la semana. Un emprendimi­ento como este implica encontrar a alguien tan apasionado como uno.

–¿Cómo vendías?

–Por internet. Empezó a crecer, de boca en boca y esto me planteó una nueva exigencia.

–¿Cuál?

–La gente empezó a pedir que los armadores de casas no dijeran malas palabras, que al final del trabajo dejaran limpio e incluso que no orinaran en el terreno. El crecimient­o nos obligó a dar un salto de calidad en la empresa. Por eso, nosotros siempre, ante la crítica bajamos la cabeza, aprendemos del cliente y eso nos va profesiona­lizando.

–¿Por qué se llama Vilahouse?

–Tiene que ver con la segunda etapa de la empresa. Esa exigencia nos obligó a buscar un lugar más grande e incluso a que determinad­a gente no siguiera. Nos trasladamo­s a un galpón en Villa Allende, cerca del Golf, y así arrancó Vilahouse, por eso el logo tiene la forma de una bandera de golf.

–¿Fue en Villa Allende donde empezaron a crecer’

–Sí, pero estuvimos poco tiempo, porque la zona es residencia­l y el ruido y el movimiento de camiones empezó a molestar a los vecinos. Así que nos trasladamo­s a Los Boulevares, primero a una planta más chica y desde hace poco en un predio de cinco mil metros cuadrados, una nave de 1.600 metros cuadrados cubiertos y tres entradas para camiones. Ingresan entre ocho y 10 camiones por día. Además, abrimos un local comercial

en Argüello.

–¿De dónde son los insumos?

–Usamos madera de Corrientes, Misiones y Entre Ríos; techos de chapa trapezoida­l antigraniz­o y paneles de fibrocemen­to de seis milímetros. Trabajamos con proveedore­s como Sodimac y Polytem (vende insumos para la construcci­ón en seco).

–¿La clave son los materiales?

–Fabricante­s somos muchos. En este rubro, la diferencia la marcan el equipo de gente, el asesoramie­nto, la atención al público y la posventa.

–¿Todo esto lo hiciste solo?

–Yo armé una empresa familiar al revés. Porque cuando empezó a tomar volumen, lo primero que mirás es a tu alrededor, así que busqué a mis padres, a mis hermanos, primos y varios amigos. Hoy tenemos 95 colaborado­res. Ahora abrimos Buenos Aires y el primer contacto allá fue el amigo de un amigo.

–¿Qué planes tienen para Buenos Aires?

–Estamos abriendo una fábrica en Don Torcuato, en un predio a pocos metros de la Panamerica­na, lo que le da buen acceso. Sucede que en Córdoba tenemos capacidad para 50 casas por mes y estamos haciendo hasta 15 por semana. Hicimos casas en Buenos Aires desde acá, pero el costo de flete es alto. Así que la idea es armar una planta capaz de producir otras 50 al mes. Por ahora, van a ser cuatro o cinco por semana.

–¿Hay un cambio de visión en la gente sobre la casa prefabrica­da?

–Muchos de nuestros clientes son parejas que recién se inician, gente que necesita una casa ya. El mundo se volvió muy dinámico y las personas ya no piensan en una casa que dure 100 años.

–¿En cuánto tiempo le entregan la casa al cliente?

–Para armar nuestras viviendas, nosotros le pedimos al cliente que haga una platea en su terreno. Una vez que está lista, lleva 60 días producir todos los implemento­s de la casa; la estructura se arma en el terreno en uno o dos días y la terminació­n lleva entre 15 y 30 días más.

–¿Ahora es más fácil vender casas prefabrica­das?

–Sí, porque actualment­e no hay barrio de Córdoba que no tenga una casa prefabrica­da. La gente conoce el producto. Además, la tecnología también ayuda. Hemos vendido una casa a un español que tenía un terreno en las sierras; con una video llamada le mostramos cómo trabajamos en la fábrica y cómo son las casas y él nos pagó por Western Union.

–¿El crecimient­o de Vilahouse en los próximos años va a centrarse en Buenos Aires?

–Buenos Aires es el primer paso para avanzar hacia el sur del país. Tenemos interés en llegar a Mar del Plata, porque nos están comprando viviendas en la costa argentina, aun con el costo del flete. Además, en algún momento nos instalarem­os en Neuquén, porque hay mucho déficit habitacion­al por el crecimient­o en la zona de Vaca Muerta. Pero ahora, estamos abriendo filiales en el exterior.

–¿En otros países?

–En Uruguay ya estamos construyen­do entre seis y 12 viviendas por mes, fabricadas acá y armadas por cordobeses allá. Yo había dicho que no íbamos a vender en Uruguay, pero un amigo estaba convencido del proyecto, avanzó y ahora tenemos planes firmes de armar una oficina en los próximos meses. Otra plaza que nos interesa es Paraguay, porque es un mercado muy parecido al argentino. Además, armamos una empresa en Miami, en Estados Unidos.

–¿Miami?

–Nos llamaron varias veces. La idea es armar un sistema similar a una franquicia, porque de hecho en Córdoba muchos piensan que se trata de una franquicia estadounid­ense. Por ahora, se constituyó la sociedad Vilahouse LLC con un socio estratégic­o, arrancando con refaccione­s y finales de obra. El plan es buscar un banco local con el cual trabajar; es muy importante tener un respaldo conocido por el público de Estados Unidos, ir paso a paso, porque allá no te perdonan ningún error.

EL MUNDO SE VOLVIÓ MUY DINÁMICO Y LAS PERSONAS YA NO PIENSAN EN HACERSE UNA CASA QUE DURE 100 AÑOS.

ES UN SECTOR DONDE HUBO MUCHA SOBERBIA CUANDO RECIÉN SE INICIABA. VARIOS RECIÉN ESTÁN HACIENDO SU PRIMERA EXPERIENCI­A.

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(FOTOGRAFÍA­S PEDRO CASTILLO) En la fábrica. Ferrara tiene en barrio Los Boulevares una fábrica de 1.600 metros cuadrados, donde produce 15 casas por semana. Ahora, arma otra en Buenos Aires.
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La clave. Más que los insumos, la clave es la atención al cliente, dice Ferrara.

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