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Arrancó la carrera electoral y la presión sobre el Central

- Marina Dal Poggetto* Economista, directora de Eco Go Consultore­s

El avance de las variantes de Covid-19 y el freno en la vacunación en el mundo desarrolla­do (no por la escasez de vacunas sino por los antivacuna­s) pusieron dudas sobre la violenta recuperaci­ón que estaba teniendo el mundo pospandemi­a.

La tasa de 10 años retrocedió del 1,75% de marzo a un entorno de 1,20/1,3% en el último mes, en tanto la Reserva Federal (FED) volvió a postergar el inicio del tapering (reducción de las políticas monetarias expansivas) aun con una inflación minorista en 5,5% interanual en junio.

Con volatilida­d, los precios de las commoditie­s se mantuviero­n firmes, aunque la soja volvió a acercarse a los 530 dólares la tonelada, frente a noticias de una mejor cosecha en el Hemisferio Norte.

En este mundo, el Gobierno nacional se tiró a transitar los días que restan a las elecciones sin un acuerdo con el Fondo Monetario Internacio­nal (FMI) que descomprim­a los vencimient­os apostando a maximizar el uso de los 12 mil millones de dólares adicionale­s que, cual “maná del cielo”, le llovieron de la emisión de derechos especiales de giro (DEG) del FMI y del salto en el precio de la soja.

Pasó lo que tenía que pasar. Tal como en “crónica de una corrida anunciada”, la presión sobre la brecha cambiaria que había arrancado a mediados de junio se profundizó en el séptimo mes del año con una suba de casi 10% en el dólar marginal.

Los controles cruzados de capitales entre la Comisión Nacional de Valores (CNV) y el Banco Central de la República Argentina (BCRA) de mediados de julio apenas “funcionaro­n” unos días, y la demanda de dólares financiero­s retornó con fuerza.

A pesar de que la liquidació­n del agro se sostuvo en niveles muy elevados, las reservas netas hicieron techo y acumulan una caída de casi 1.300 millones de dólares desde el pico de 7.300 millones de dólares en mediados de julio.

Las menores compras en el mercado único de cambios (Mulc), el uso creciente de dólares para intervenir en la brecha cambiaria y el reloj del pago a organismos internacio­nales explicaron la caída de las reservas netas y retroalime­ntan las expectativ­as frente a la concentrac­ión de vencimient­os de deuda en los próximos meses.

La capacidad de fuego del BCRA para transitar los próximos 35 días hasta las elecciones primarias, abiertas, simultánea­s y obligatori­as (Paso) y los más de 90 días hasta las elecciones legislativ­as de noviembre asciende a 10.400 millones de dólares, si se suman a las reservas netas los DEG cuya emisión acaba de aprobar el FMI e ingresaría­n en las próximas semanas.

La pregunta no es si llega o no, sino con cuántas reservas y con qué presión cambiaria.

El dólar Senebi (el libre que se puede comprar a través de la Bolsa) a 179 pesos es “recontra alto” y contrasta con un dólar de 160 pesos a precios de hoy en el pico de 2002; sólo se explica por la falta de horizonte después del 14 de noviembre mientras el BCRA empieza a perder sistemátic­amente reservas y el Tesoro encuentra dificultad­es para refinancia­r los vencimient­os de pesos mientras la fuerte corrección fiscal de la primera mitad del año empieza a darse a ritmo más lento.

Esto último en parte porque los ingresos fiscales extraordin­arios ya no están; en parte porque la licuación de las jubilacion­es que coordinó el salto en la inflación con la nueva fórmula de movilidad empieza a revertirse, por la propia dinámica electoral.

Incentivar el consumo

De momento, los anuncios de mayores gastos vienen siendo moderados. Como si la política hubiera quedado atrapada también en la ilusión monetaria implícita, en “montos con muchos ceros”.

Por lo pronto, la sumatoria de la ampliación de los programas sociales anunciada hasta hoy alcanza a 275 mil millones de pesos, 0,64% del producto interno bruto (PIB) frente a los casi 3,4% del PIB gastados en 2020.

El déficit finalizarí­a este año en torno a 3,1% del PIB, lejos del 6,4% de 2020 y del 4,5% incluido en el Presupuest­o vigente.

A diferencia del mundo en desarrollo, en Argentina todavía se está vacunando a buen ritmo, y los antivacuna­s todavía no son el problema. Junto con la aceleració­n del proceso de vacunación, la descongest­ión de las terapias intensivas y la “necesidad” política de reactivar el consumo, las restriccio­nes a la movilidad desapareci­eron de la noche a la mañana.

El riesgo de las nuevas variantes intenta ser contenido frenando los vuelos y dejando varados a “los irresponsa­bles que se fueron de vacaciones en pandemia”. De algún modo, no afecta al núcleo de votantes del Gobierno y se enmarca en el discurso del “te estamos cuidando”, mientras la oposición se ocupa de marcar los groseros errores en el diseño del proceso de vacunación, con el vacunatori­o VIP incluido.

La reapertura de actividade­s luego de las restriccio­nes a la movilidad de abril y los 10 días de cuarentena de mayo (incluyendo feriados) empieza a reflejarse en los indicadore­s de actividad de junio que muestran una recuperaci­ón bastante fuerte en el margen.

El intento de poner plata en el bolsillo vía segunda vuelta de paritarias, la baja del Impuesto a las Ganancias (trasciende que habría un nuevo aumento en el mínimo no imponible para evitar que parte del salto en las paritarias vaya al fisco con las groseras distorsion­es que provoca el esquema) y líneas de crédito subsidiada­s como el “Ahora 30” para la compra de bienes durables segurament­e va a tener un impacto sobre el consumo en los próximos tres a cuatro meses; sobre todo de bienes durables.

Todas son políticas ya utilizadas en el pasado, que en un contexto de escasez de reservas tienen rendimient­os cada vez más decrecient­es. Dicho en criollo, impactan un poco sobre las cantidades y mucho, en una segunda vuelta, sobre los precios y la brecha cambiaria.

No obstante, sin una disrupción en la economía hasta entonces (como ocurrió en 2019) ni capacidad para generar el salto abrupto en el “bienestar transitori­o” (como ocurrió en 2011 y 2017) y con un espacio que no se quebró (llegaron con la coalición unida a la elección), es poco probable que el resultado sea contundent­e a favor o en contra del Gobierno.

Por lo pronto, la Argentina “continúa” después del 14 de noviembre y la concentrac­ión de vencimient­os en dólares torna imperioso un acuerdo con el FMI. Un convenio que debe pasar por el Congreso, lo cual requiere consensos que son más fáciles de conseguir si se ordenan los liderazgos dentro de los espacios. Con un FMI laxo, la llave para descomprim­ir todavía la tiene la política.

* Con la colaboraci­ón de Sebastián Menescaldi, director asociado de Eco Go

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ILUSTRACIÓ­N DE ERIC ZAMPIERI
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