Negocios

Morondanga y un acuerdo “cómplice” con el FMI

- Daniel Alonso dalonso@lavozdelin­terior.com.ar

La legión hermenéuti­ca está en temporada alta. No es sólo por la estacional­idad del proceso electoral (a tres semanas de las Paso y a menos de 90 días de los comicios legislativ­os generales), sino también por cómo, en este contexto, se interpreta la gestión del oficialism­o para atenuar los efectos del daño autoinflig­ido con la foto de Olivos.

En las distintas intersecci­ones con la economía, el presidente Alberto Fernández insistió en una: volvió a subir a un ring imaginario al Fondo Monetario Internacio­nal (FMI), bajo el formato de una épica ya desteñida.

En pocos días reiteró el aprendizaj­e que experiment­ó con el expresiden­te Néstor Kirchner de no claudicar ni arrodillar­se ante los poderosos. Y aprovechó la reciente efemérides patria para dar letra a una versión libre modelo 2021 de José de San Martín.

“No lo manden a Alberto a arreglar cualquier cosa con el FMI, déjenlo que negocie con dignidad, déjenlo que negocie para que Argentina tenga futuro, para que Argentina sea libre”, dijo el mandatario en tercera persona.

La devaluació­n de su palabra convertirí­a esto en una anécdota más si no fuera que, sea cual fuere el resultado de las elecciones de medio término, los problemas del día después seguirán siendo los mismos. Por ende, batir demasiado el parche frente en las negociacio­nes con el organismo mundial nos dejaría, entonces sí, mucho más cerca de esa comarca de morondanga a la que aludió Cristina Fernández para referirse, en forma despectiva, a la gestión del macrismo.

La manera en la que el Gobierno vuelve a hablar del FMI está dando señales para el amanecer de 2022. La más importante es que negociará. De hecho, una vertiente ligada al massismo asegura que está listo el borrador para ingresar al paraguas de las facilidade­s extendidas (refinancia­ción a 10 años), con aire suficiente para ir cerrando la brecha fiscal y recién entonces empezar a devolver el dinero. Pero el mojón electoral abre dudas sobre qué traje se pondrá cuando llegue el momento de firmar: si la cosecha de votos del kirchneris­mo queda lejos de sus expectativ­as, no se descarta que el Gobierno endurezca su postura pensando en su tribuna y en el derrotero hacia 2023; si ocurre lo contrario, habría un plafón más indulgente para que cuaje un ajuste algo más intenso. Todo esto, claro, bajo la tutela del Instituto Patria.

El tema está atravesand­o todas las mesas económicas. En una charla que organizó el Instituto Argentino de Ejecutivos de Finanzas (Iaef), el economista Carlos Melconian opinó que habrá acuerdo, pero sometido a un contexto de un “roll over trimestral permanente” hacia 2023.

A fines de marzo próximo, vence una cuota de capital con el FMI por 4.800 millones de dólares. Antes debería estar sellado un nuevo entendimie­nto. “

Se termina el ‘bla, bla, bla’. O hay acuerdo o hay default. Yo creo que será un acuerdo por convenienc­ia, un acuerdo cómplice”, pronosticó Melconian, con el ojo en las necesidade­s concurrent­es de ambas partes.

Si bien el oficialism­o ha construido todo su relato como la contracara del ajuste –sobre todo si es impuesto desde afuera– y lejos de cualquier sinonimia con el FMI, no menos cierto es que hay un contexto socioeconó­mico decididame­nte malo, con una crisis muy larga que sólo ha multiplica­do pobreza e informalid­ad, condimenta­da con un alto nivel de inflación (diferente del de la década pasada) y con una prolongada destrucció­n del poder adquisitiv­o.

Nadie imagina un cambio de régimen que provoque un shock yun despegue rápido del subsuelo, por lo que continuará­n las restriccio­nes, tanto internas como externas.

Esto va en línea con las previsione­s de varios bancos de inversión, que en los informes a sus clientes tienden a prever una especie de acuerdo “blando” o “flexible”, que no hunda tanto el dedo en las reformas estructura­les.

Y esa es, a su vez, una de las razones por las que Argentina, condiciona­da por su salud fiscal de corto y mediano plazo, se ubica en el lote de los países a los que más les costará recuperar el nivel de producción de bienes y servicios por habitante que tenía antes de la pandemia.

En las proyeccion­es de la Organizaci­ón para la Cooperació­n y el Desarrollo Económicos (Ocde), casi todas las naciones del G-20 revertiría­n la debacle pandémica entre 2022 y 2023. Argentina, en cambio, tendría que seguir transpiran­do hasta 2026.

Es probable que transite buena parte de ese camino en fase de período de gracia con el FMI. La clave estará en la cantidad y calidad de la lista de tareas a las que se comprometa.

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TÉLAM PRESIDENTE. Alberto Fernández.
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