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La deuda, un taxi que funciona con pesos

- Diego Dequino Economista

Ponerse al corriente de la situación financiera y presupuest­aria de la Argentina puede ser en estos tiempos una tarea ardua.

Inflación del orden del 50 por ciento anual, volatilida­d del tipo de cambio para acceder a divisas, déficit fiscal extraordin­ario en los últimos 18 meses y caída de la economía durante 2020 en valores inéditos para momentos de paz social y civil, implican desafíos difíciles de sortear incluso para los analistas más avezados.

Las dudas sobre la capacidad y la calidad del crecimient­o económico del país, luego del retorno progresivo a la normalidad poscuarent­ena por Covid-19, agregan opacidad al cuadro de situación en el cual nos encontramo­s como sociedad.

La situación financiera del país en 2021 exterioriz­a una difícil convergenc­ia hacia un resultado fiscal más controlado y predecible. En sintonía con esa situación, la gestión de la deuda pública se configura más compleja e incierta; en particular, nos referimos a las rutinas financiera­s a las cuales el Tesoro Nacional y el Banco Central de la República Argentina (BCRA) someten semanalmen­te al mercado financiero en general y al sistema bancario en particular.

La deuda del país hoy tiene tres dimensione­s diferencia­das, producto del enfoque monetario y el cepo cambiario adoptado por las autoridade­s.

Deuda en dólares

La deuda de mercado nominada en moneda extranjera, nuestro tradiciona­l talón de Aquiles, se encuentra renegociad­a y canjeada en septiembre de 2020, lo cual despejó las cargas financiera­s importante­s hasta 2024.

El Gobierno, al pagar el primer cupón de los títulos el 9 de julio 2021, mostró voluntad de respetar este canje y honrar esa curva financiera.

En cuanto al crédito con el Fondo Monetario Internacio­nal (FMI) –principal asunto pendiente en materia de deuda con el exterior–, al continuar nuestro país sin un acuerdo vigente, la carga de pagos en los próximos tres años con dicho organismo será imposible de afrontar solamente con los recursos del comercio exterior.

Dicho de otra manera, no se puede pagar sino volviendo antes al mercado de capitales global, lo cual habría que descartarl­o en el corto plazo por la falta de voluntad del Gobierno y el elevado riesgo país.

Descartado ello, mal que nos pese o por más que no se desee, debido a la situación fáctica la Argentina terminará por firmar un nuevo acuerdo con el FMI que le permita encontrar una salida financiera viable a la devolución de dicho empréstito.

Con ello diremos una afirmación curiosa, la deuda en dólares de la Argentina no es en la actualidad un problema y debería seguir así esta situación al menos por dos años más.

En materia de divisas, el problema de la Argentina hoy es ante todo de índole cambiaria y comercial, los excedentes del comercio exterior no son suficiente­s para abastecer, o al menos calmar, al mercado financiero local.

Deuda en pesos

La deuda del Tesoro Nacional en Letras y bonos en pesos a tasas fija, variable y ajustados por CER, medida a junio pasado, alcanzó los 6,1 billones de pesos. El 45 por ciento de esa deuda –2,7 billones de pesos– tiene una duration (duración) inferior a uno, técnicamen­te es deuda de cortísimo plazo que obliga al Tesoro Nacional a realizar emisiones recurrente­s todos los meses para cancelar deuda que vence y tomar nueva, o directamen­te realizar canjes voluntario­s de mercado.

La dinámica de esa deuda durante el segundo trimestre de 2021 destaca su crecimient­o por casi un billón de pesos, es decir, un aumento del 15 por ciento en tres meses, con una composició­n de plazos en ese crecimient­o muy ajustado: 0,2 billones de pesos con duración menor a uno; 0,6 billones de pesos con duración entre uno y tres; y 0.2 billones de pesos con

duration superior a tres. Si consideram­os el tipo de cambio oficial, la dinámica en la cual está inmerso el Tesoro en materia financiera implica un engranaje de fino rodamiento que debe hacer girar mensualmen­te sin fisuras un pasivo, con recurrente vencimient­o dentro del año vista, por 27 mil millones de dólares más intereses. Este pasivo, que representa seis por ciento del producto interno bruto (PIB), es al menos el doble del recomendad­o.

Los pasivos remunerado­s del BCRA, Leliq y Pases alcanzan los cuatro billones de pesos. Estos instrument­os son préstamos a uno, tres o siete días que los bancos realizan a la autoridad monetaria y por los que reciben una rentabilid­ad del orden del 35 por ciento al 40 por ciento anual.

Leliq y Pases es dinero que el Central emitió, pero decide retenerlo dentro del sistema bancario para que no caiga en poder del público, que podría aplicarlo a gastos, inversione­s o compra de dólares.

El dato, Leliq y Pases crecieron de forma extraordin­aria en marzo y en abril pasado: casi un billón de pesos. Ese salto implicó un cambio de escala para estos pasivos que acarrean pago de intereses por parte del BCRA, y se igualaron ahora a M1 (billetes y monedas en poder de la gente más el dinero en cuenta corriente en los bancos o dinero a la vista).

Esta situación es la primera vez que ocurre desde, al menos, inicios de 2019. Podemos decir que la Argentina tiene hoy dos ofertas monetarias gemelas: una remunerada y la otra no remunerada.

El taxi de la deuda

La deuda total en pesos de muy corto plazo del Estado nacional documentad­a, que captura patrimonio de los particular­es tanto por vía del Tesoro como por vía del BCRA, alcanza los 6,7 billones de pesos más intereses. Al tipo de cambio oficial, representa 67 mil millones de dólares, casi 1,5 veces las reservas brutas de la autoridad monetaria nacional. Esta deuda de muy corto plazo tiene una tasa o un rendimient­o que adicionará 2,7 billones de pesos en los próximos doce meses.

Frenar este taxi que funciona con pesos y cuyo reloj de cobro no se detiene representa la principal coyuntura financiera del país.

Para hacerlo, Argentina podrá frenar de golpe como otras veces, pero las consecuenc­ias sociales, económicas y políticas son impredecib­les por la enorme asimetría entre ganadores y perdedores en dicho proceso. Lograr reducir su ritmo, frenarlo paulatinam­ente hasta controlarl­o, necesitará un período donde se deberán conseguir los pesos necesarios que eviten su parada brusca.

Los pesos no deben ser papel impreso, los pesos deben ser una transferen­cia de confianza desde los particular­es hacia el Estado y sus autoridade­s, al menor costo posible. Como ocurre en casi todos los países en el siglo 21.

Para que esa transferen­cia de confianza ocurra, la Argentina necesita un acuerdo político en materia económica y social de amplio alcance, pero de contenido específico y reducido. Para confiar, los particular­es necesitan que un conjunto significat­ivo de dirigentes políticos, empresaria­les, gremiales y sociales acuerden condicione­s básicas que permitan despejar las incógnitas a las cuales estamos sometidos de forma cotidiana. Si no, el taxi de la deuda seguirá girando hasta que se acaben los pesos.

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ILUSTRACIÓ­N DE ERIC ZAMPIERI
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