Negocios

Adrián Rovetto Biotecnolo­gía, la ciencia que llevó a un cordobés a exportar al mundo

- Diego Dávila ddavila@lavozdelin­terior.com.ar

INNOVACIÓN. Era investigad­or del Conicet cuando conoció a su socio, Esteban Lombardía, y se instalaron en Rosario. Crearon Terragene, una empresa que elabora tecnología para verificar la esteriliza­ción y que vende a 75 países. Tiene 500 empleados y factura U$S 22 millones por año.

Hay una ciencia casi desconocid­a, pero que comenzó con la humanidad y que dio origen a productos como el queso, la crema, el vino y la cerveza.

Se trata de la biotecnolo­gía, que cautivó a Adrián Rovetto, un cordobés que en Rosario, junto con su socio, Esteban Lombardía, crearon en 2006 Terragene, una empresa dedicada a tecnología que verifica la esteriliza­ción de productos y que ya exporta a 75 países.

En 2016 iniciaron otra unidad de negocios, Protergium, con productos biológicos para la actividad agropecuar­ia que no degradan la tierra. Además, lanzaron la acelerador­a Uovo para buscar inversores que apoyen a emprendedo­res biotecnoló­gicos.

–Vivís en Rosario desde hace mucho, pero sos de Córdoba, ¿no?

–Yo nací en Los Surgentes (departamen­to Marcos Juárez), un pueblo que no llega a tres mil habitantes; está pasando Inriville, a 280 kilómetros de Córdoba y a 130 kilómetros de Rosario. Cuando yo tenía 13 años, en 1993, contraje diabetes tipo 1 y eso me marcó para siempre.

–¿Por qué?

–La mía es la típica familia italiana marcada por la religión, y hasta hoy me dicen que soy ateo porque pienso que el único dios verdadero es la ciencia. En aquel momento, entendí que podría haber rezado todas las oraciones posibles, pero si un científico no hubiese identifica­do y sintetizad­o la insulina, hoy no estaría hablando con usted.

–Entiendo.

–Luego fui verdulero y vendedor de libros para ganarme la vida, algo que después me ayudó como emprendedo­r. Hasta que terminé la secundaria y en 1999 me fui a estudiar la Licenciatu­ra en Biotecnolo­gía en la Universida­d Nacional de Rosario (UNR).

–¿Por qué a Rosario?

–Porque en Córdoba había una Licenciatu­ra en Biología, pero a mí me atraía más la biotecnolo­gía, le veía una mayor proyección de futuro. Actualment­e, Rosario es uno de los polos biotecnoló­gicos más pujantes del país.

–¿Qué es la biotecnolo­gía?

–Estudia cómo utilizar la naturaleza, aplicando la ciencia, en pos de algún beneficio para la civilizaci­ón, tanto en salud como en alimentos. La usaban los egipcios y los romanos cuando empezaron a fermentar y a hacer quesos, crema, cerveza y vino. En Rosario, está orientada a biología molecular y genética microbiana.

–¿Es una carrera difícil?

–Yo había salido de una secundaria sin saber lo que era una función. Fue durísimo. Estudiaba 21 horas y dormía tres. Ahí perdí el 50 por ciento de mis cabellos (risas).

–¿Qué hiciste cuando te recibiste?

–Me recibí el 30 de marzo de 2005 y el 1º de abril entré en el Conicet con una beca para el doctorado en Ciencias Biológicas. Ahí conocí a Esteban Lombardía, que es de Villa Constituci­ón (sur de Santa Fe), y nos dimos cuenta de que el sistema académico-científico estaba colapsado; tener un metro cuadrado de mesada para hacer un experiment­o era todo un éxito. No valía la pena vivir pendiente de una beca con todo el conocimien­to que habíamos desarrolla­do.

–¿Y había otra opción?

–En aquel momento, un grupo de enfermeras del centro de Rosario comentó que se habían encarecido los sistemas para control de esteriliza­ción y pidieron a la universida­d desarrolla­r indicadore­s biológicos. Una caja de cirugía no se puede esteriliza­r y usarla inmediatam­ente, necesita un verificado­r que compruebe que mataste al menos un millón de esporas, que es la bacteria más resistente. Justo con Esteban trabajábam­os en la esporulaci­ón de las bacterias.

–Era el empuje que necesitaba­n.

–Pero en 2006 nadie hablaba de emprendedo­rismo ni de inversores de riesgo, así que decidimos comenzar a la vieja usanza. Alquilamos una casita de 80 metros cuadrados en el barrio rosarino de Pichincha, cerca del río; pintamos techos y pisos, y armamos la instalació­n eléctrica y el laboratori­o. Unos conocidos pusieron 40 mil pesos, que eran 10 mil dólares, pero a los pocos meses teníamos sólo 50 por ciento de la empresa y ya nos habíamos gastado todo el fondo.

–¿Por qué Terragene?

–Porque las esporas son como los genes de la tierra. Yo tenía 25 años y Esteban 26, aguantábam­os lo que sea. Trabajábam­os las 24 horas todos los días, a ver si cambiaba de color el tubito. Al final, logramos el producto, pero nadie nos compraba.

–¿Y qué hicieron?

–Uno de los socios viajó por negocios a Europa y dejó una muestra en una feria. Habíamos comprado el primer fax y un buen día nos llegó una orden de compra de 20 mil unidades para Portugal; nosotros éramos dos en pleno enero de 2007 para producir y

Nos dimos cuenta de que el sistema académicoc­ientífico estaba colapsado. No valía la pena vivir pendiente de una beca con todo el conocimien­to que habíamos desarrolla­do.

En 2016 abrimos una línea de investigac­ión para el agro y nació Protergium, una segunda empresa que produce insumos biológicos para proteger y estimular los cultivos.

hacer las certificac­iones. Era tanta la locura que, sin darnos cuenta, contratamo­s a nuestro primer empleado y lo convocamos a trabajar el 1º de mayo. Todavía nos está reclamando (risas).

–Venden a centros de salud.

–A centros de salud, esteriliza­dores y distribuid­ores. El gran salto fue en 2010 y despegamos cuando desarrolla­mos los equipos de fluorescen­cia, tecnología que sólo tenía 3M. El mercado es enorme. Esteriliza­n la industria farmacéuti­ca; los fabricante­s de insumos médicos, como un catéter o una prótesis, pero también los fabricante­s de conservas. Cubrimos muchos nichos que 3M no cubría. En Córdoba, la firma Elwyn fue uno de nuestros primeros clientes.

–¿Qué es Terragene hoy?

–Tenemos 500 productos y una planta de 15 mil metros cuadrados, con 500 personas en Alvear, Santa Fe, donde controlamo­s todo el proceso, incluso la química, la electrónic­a, la robótica y el software. Exportamos a 75 países y tenemos oficinas comerciale­s en México DF, Houston, Madrid y Shanghái, con 50 personas en el exterior. Estamos entre las principale­s compañías del mundo que ofrecen la tecnología completa de control de esteriliza­ción y facturamos entre 22 y 23 millones de dólares por año.

–¿También entraron en el agro?

–Sí. En 2016 abrimos una línea de investigac­ión sobre la nueva revolución del agro y eso derivó en Protergium, una segunda empresa que produce insumos biológicos para proteger y estimular cultivos. Los líderes americanos y alemanes (Dow, Monsanto, Bayer, Dupont, Basf, entre otros) están basados en la química, lo que permitió aumentar la producción.

–¿Productos biológicos?

–Claro, de origen microbiano­s y biodegrada­bles. Entendimos el “diálogo” que tiene la planta con el suelo, sus microorgan­ismos y los patógenos. La planta lo percibe mediante receptores a los que se les unen proteínas. Ahí decidimos sintetizar esas proteínas, la agregamos a la semilla y cuando empieza a germinar, la planta percibe que está enferma, cuando en realidad no lo está; enseguida desarrolla estrategia­s para crecer más y tomar más nutrientes. Tenemos casos de 150 a 300 kilos más por hectárea de rendimient­o.

–¿Ya lo están vendiendo?

–Hicimos un acuerdo con la alemana Helm para comerciali­zar en Argentina y en el mundo un producto que estimula el crecimient­o de la planta de soja. En Chile, lo hacemos con Corteva Agriscienc­e y ya tenemos avances con Rizobacter. En Colombia y en México se aplica en la papa; en Estados Unidos, en cereales; en Alemania, en papa y tomate. No son productos transgénic­os, es tecnología selectiva y biodegrada­ble basada en productos que están en la naturaleza.

–¿Este es el futuro del grupo?

–Invertimos seis millones de dólares en una planta de siete mil metros cuadrados a 100 metros de distancia de Terragene. El plan de negocios a cinco años prevé pasar la facturació­n actual de Terragene. Además, Esteban lanzó Uovo, una acelerador­a que busca inversores en emprendimi­entos biotecnoló­gicos para traer soluciones a esta sociedad; el futuro del país no está ligado a las commoditie­s, sino a la tecnología y a productos con valor agregado, para lo cual hay que trabajar con los polos tecnológic­os de Rosario, Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires. En 2006 creamos Terragene, en 2016 iniciamos Protergium, ahora hay que ver qué hacemos en 2026.

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 ?? GENTILEZA TERRAGENE ?? VISIÓN. Para Rovetto, el futuro del país no está en las “commoditie­s”, sino en la tecnología y en productos con valor agregado.
GENTILEZA TERRAGENE VISIÓN. Para Rovetto, el futuro del país no está en las “commoditie­s”, sino en la tecnología y en productos con valor agregado.

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