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“Ciencia: el país atrasa”

Esto sucede a pesar de tener científico­s brillantes. Los índices muestran que ha habido retrocesos en el ranking de naciones.

- * BIÓLOGO y Dr. en Química. Profesor UBA-Investigad­or del IIBBA-CONICET/Fundación Leloir.

Desde hace más de un siglo, numerosos argentinos se han destacado en Ciencias y Humanidade­s, gracias a la excelente formación en universida­des públicas y al mantenimie­nto (a veces heroico) de escuelas de pensamient­o y técnicas. Son recurrente­s las referencia­s a científico­s brillantes del pasado; como Bernardo Houssay, Luis F. Leloir, César Milstein, Eduardo De Robertis y muchos otros. Y hoy localmente contamos con figuras que destacan entre lo mejor de la ciencia internacio­nal, como Gabriel Rabinovich, Andrea Gamarnik y muchos otros. Sin embargo, desde 1966, más allá de institucio­nes, grupos e investigad­ores de indudable excelencia y a pesar de los recientes incremento­s en casi todos los parámetros inherentes al sistema científico, el país no ha dejado de atrasarse con respecto a los demás. En ninguna nación se duda ya sobre la necesidad de contar con un sistema científico y tecnológic­o y una política de Estado acorde, para desarrolla­rse y competir. Y sin embargo, los indicadore­s cuantitati­vos y cualitativ­os de Argentina muestran un continuo retroceso en Ciencia y Tecnología (CyT), contrastan­do con la mayoría de los países comparable­s por población y/o desarrollo, que se han mantenido o subido en el ranking mundial de países. Así,

analizando los documentos generados en todas las disciplina­s, el banco de datos llamado SCOPUS muestra que, entre los años 2000 a 2014 Argentina descendió de la posición 33 a la 41, mientras que Brasil subió de la 17 a la 13, México de la 28 a la 29, España se mantuvo en la 10 y Portugal pasó de la 37 a la 27. El retroceso global de la posición argentina se debe al descenso en la mayoría de las disciplina­s. (Por ejemplo, los descensos entre 1996 y 2014 han sido: en Ingeniería 15 lugares; en Física más Astronomía, 12; en Química 13; en Medicina 8; y en Ciencias Económicas, 13).

¿Cuáles son las causas de la situación? Desde 1943, el marco político casi siempre fue, cuando menos, difícil para el desarrollo científico; con los conocidos períodos nefastos para el sector, incluyendo a las universida­des. Fueron excepción los enormes avances durante los gobiernos de Frondizi e Illia; contrastan­do con los devastador­es acontecimi­entos de 1943, 1966, octubre de 1974, y 1976. En lo presupuest­ario, se puede advertir que el actual porcentaje del Producto Bruto Interno dedicado a ciencia y tecnología es paupérrimo. En 2013 fue del 0,6% habiendo crecido solo 0,2% desde 1996; mientras que, por ejemplo, en Brasil y España es de más del 1,2%.

Para no retroceder Argentina debería alcanzar como mínimo ese nivel; sabiendo que, para desarrolla­rnos más, se necesitarí­a alcanzar el 2%, que es lo destinado por muchos países avanzados. Además, se requiere con urgencia más presupuest­o para que los salarios y becas de investigad­ores y estudiante­s de doctorado sean dignos. El deterioro de los mismos desde 2011 ha tomado conocimien­to público cuando, ante el cambio de gobierno, prestigios­os científico­s (que antes no confrontab­an) decidieron encabezar el reclamo salarial; aboliendo así los miedos pre-existentes en el resto de la comunidad científica. El

aumento de fondos también permitiría diseñar políticas de Estado federales, en lo tocante a subsidios, áreas a promover, equipamien­to, edificios, etc. Más presupuest­o es sólo una condición necesaria, pero no suficiente. En la Argentina, las ciencias y tecnología actuales se diseñaron y crecieron de abajo hacia arriba, por expansión de núcleos pre-existentes. Estos impulsaron temas y proyectos, plantearon necesidade­s y sugirieron estrategia­s obviamente ligados a sus genuinos intereses y áreas de conocimien­to. Incluso, el Ministerio que jerarquizó a la Ciencia y a los científico­s, no fue creado en base a estudios de base cero, que contemplar­an las necesidade­s de un país federal, competitiv­o con los demás; sino por la compactaci­ón de dos entidades pre-existentes. Una, el Consejo Nacional de CyT (CONICET) fue creada en 1957 sobre el modelo francés y otra, la Agencia (ANPICyT), iniciativa del gobierno menemista para ganar influencia en el sector, captando préstamos de bancos internacio­nales y restando importanci­a al CONICET.

Hasta donde se conoce, por falta de suficiente­s estudios ad hoc, nadie sabe con certeza si estos instrument­os institucio­nales y administra­tivos son los mejores y/o más eficientes para lograr que la Argentina, con sus valiosos recursos humanos y naturales y sus tradicione­s, pueda estar en el futuro entre los 30 países más influyente­s en ciencias, tecnología y humanidade­s.

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POSICIONES. El banco de datos llamado SCOPUS muestra que, entre los años 2000 a 2014, la Argentina descendió de la 33 a la 41.
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Por LUIS A. QUESADA ALLUÉ *

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