Moneda inflable
Ya era tiempo. A pesar de la negativa de la gestión kirchnerista -cuyo relato ocultaba la inflación- al pedido de las asociaciones bancarias para que emitiera billetes de mayor denominación, la realidad pudo más. Con el cambio de gobierno, la adecuación monetaria llegó. Con sorpresas: los próceres desaparecen, reemplazados por fauna autóctona, en un gesto que mezcla ecología, recambio generacional y superación de la grieta historiográfica. El primer billete lanzado a la calle es el de 500 pesos, el de mayor valor nominal del siglo XXI (y todavía falta que salga el de mil, que ya está diseñado).
No hay que retroceder muy atrás en la historia nacional para encontrar otro hito inflacionario, que da mucho más vértigo por su cifra: se trata del billete de un millón de pesos ley 18.188, emitido por la dictadura militar en 1981, en plena escalada de precios. Poco después fue sustituido por el peso argentino, ya en democracia, que a su vez mutó en el austral, que en tiempos menemistas fue remplazado por el peso convertible, que tras el derrumbe del “uno a uno” pasó a llamarse humildemente “peso”.
Los que saben de monedas opinan que esta nueva línea llega para quedarse por mucho tiempo, dado que las refundaciones monetarias no se traducen en buenos augurios para la memoria colectiva nacional. Pero todo dependerá de que la expectativa de recuperación económica se concrete a la brevedad, junto con la desactivación de la bomba inflacionaria que, cíclicamente, amenaza la vida de los argentinos.