“No quiero la imagen de abogada peleadora”
Abogada, tomó notoriedad al representar a la familia Legrand-Viale. Amor con Mauricio D’Alessandro, bozal legal y causas perdidas.
Auto
rápido, perro grande, barrio exclusivo, algo de fama. Mariana Gallego tilda con esmero los casilleros del éxito, pero asegura que no se considera “La abogada de las estrellas” y se tira a menos, mientras su figura breve y entallada y sus vivaces ojos celestes recorren el departamento que comparte con Mauricio D’Alessandro: “Somos los pobres del edificio”, dice. Por la ventana se ven lujosos autos estacionados, ocupados, acaso por custodios de los vecinos más prósperos de El Aleph, el complejo de viviendas que diseñó Norman Foster en el Faena Art District, hogar, entre otros, del financista caído en desgracia Federico Elaskar. La sala es sobria y despojada, a pesar de los platitos pintados que Mariana –que no cocina– colecciona compulsivamente y del Smart TV gigante donde canta Bon Jovi. Contra la pared hay dos segways (vehículos eléctricos de dos ruedas) en los que la pareja sale a rodar por Puerto Madero. “Ya me pegué un par de palos”, confiesa . “Me gusta correr”, agrega con una media sonrisa, pero ahora habla de su MINI Cooper Paceman y detalla a cuánto levanta: 230 km/h. Mauricio no está. Sacó a pasear a Dompe, “Por Dom Pérignon”, el Weimaraner de 40 kilos que vive con ellos.
NOTICIAS: ¿Cuándo supo que iba a ser abogada?
MARIANA GALLEGO: Siempre. Era una nena de Caballito, de una familia de clase media: mamá ama de casa, se casó muy joven y estudió Derecho hasta segundo año, cuando quedó embarazada de mí, y papá joyero, de los que están detrás de la cortina haciendo los anillos, orfebre. Mamá cuenta que venían mis amigas del colegio de monjas, el Divino Rostro, y que mientras ellas jugaban a ser cantantes y modelos, yo agarraba unos tacos y unas carpetas y decía que me iba a la Corte. Veía “Perry Mason”, una serie viejísima en blan- co y negro, y desde los diez estaba asociada a una biblioteca pública, frente al Hospital Méndez, y me la pasaba leyendo novelas policiales, de suspenso, de Agatha Christie.
NOTICIAS: Y a D’Alessandro lo conoció a través de su profesión.
GALLEGO: Sí. Me recibí a los 23 con diploma de honor en la UBA. Rápidamente empecé a trabajar para los ricos, como dice Mauricio, para una compañía extranjera que vendrían a ser los buitres: operaba fondos de inversión. Supervisaba las ejecuciones hipotecarias, o sea, estaba del lado de los malos. Ahí lo conocí a él, que estaba del lado de los buenos, e intentó convencerme de integrarme a su estudio. Era chica, no estaba convencida de qué lado del mostrador