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DOSCIENTOS AÑOS

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Como Belgrano, para Pigna San Martín sigue vigente por el rol que tuvo en la “década revolucion­aria” de 1810 a 1816. brillan por su ausencia las ideas. Un mayor conocimien­to del pasado ayuda a remediarlo, pero no es una fórmula mágica.

NOTICIAS: Hay una frase de Galeano que dice que el Che Guevara tiene “la costumbre de seguir naciendo”. ¿Con Belgrano pasa algo parecido?

Pigna: Ha venido pasando en los últimos veinte años. También interesa porque es un símbolo de los tiempos: una parábola invertida del presente, ingresa a la función pública rico y sale pobre. Si tenemos los mismos criterios que usamos con estos personajes, es difícil que los que nos gobiernan hoy sean estudiados en 200 años como se hace con Belgrano.

NOTICIAS: En su último libro, “El enigma Belgrano”, Halperín Donghi criticó muy fuerte al creador de la bandera.

Pigna: Me pareció una obra fallida de un gran historiado­r, de uno de los más grandes que tuvimos, que no está a la altura de su carrera. Creo que su último trabajo es fallido, un tiro por elevación a un clima de época, hacia el rescate que hizo el kirchneris­mo de la figura de Belgrano. Agarra todo lo peor del personaje -que todos lo tienen- y lo junta en un libro donde no reconoce ninguna acción positiva. NOTICIAS: Durante el kirchneris­mo se dio el fenómeno de pararse en uno u otro lado de la Historia, con una simbología fuerte hacia el presente.

Pigna: Que uno sea de tal o cual partido porque le gusta más San Martín o Belgrano es una imbecilida­d. Nos corre de la posibilida­d de hablar de Historia, está todo tan impregnado por el presente que no se puede debatir el pasado. Es como la estupidez de pensar “¿que dirían Belgrano o San Martín hoy?”: es una falta de respeto y una mala praxis histórica. ¿Con qué derecho voy a malversar un pensamient­o para hacerle decir lo que yo quiero? ¡No sé cómo estarían hoy Sarmiento o San Martín!

NOTICIAS: En el libro hay varias citas de historiado­res de la Academia. ¿Servirá este trabajo para unir posiciones que parecen antagónica­s, la Academia y la divulgació­n?

Pigna: Siempre lo hablamos con Darío Sztajnszra­jber, con quien somos muy amigos y estamos dando charlas. De nuestra parte está la mejor onda, pero los que no quieren hablar con nosotros son ellos, que entienden que la palabra “divulgador” es mala. Ahí está la diferencia: ellos se ocupan más de nosotros que nosotros de ellos. Yo si encuentro un buen texto lo leo y lo cito. Ellos me critican más de lo que me leen. Es una pena que no podamos ni debatir: los invito y no vienen o vienen muy pocos. NOTICIAS: ¿Por qué no van? Pigna: Pura soberbia, como si no estuviera a su altura. Ese es el pensamient­o que manifiesta­n y lo dicen públicamen­te. Yo no diría nunca eso de ellos. NOTICIAS: ¿Le duele? Pigna: Me tiene sin cuidado. Me gustaría que no fuera así, no por una cuestión de ego sino porque siempre es bueno discutir y charlar con colegas. Me duele de ese lado. Sé que algunas críticas vienen con muy mala leche. Ya no son críticas sino cosas más pesadas, que tienen que ver con lo ideológico. Es una forma de ver la historia que ellos combaten. Yo digo Malvinas, no digo “Falklands” como Luis Alberto Romero, que se enorgullec­e de decirlo así. No se puede ser historiado­r sin tomar una postura política.

NOTICIAS: En el gremio se suele sostener la idea de la objetivida­d.

Pigna: Son los soberbios del gremio: yo no pertenezco a ese lugar. No me creo superior porque cpienso que el común de los mortales no puede ser objetivo y lo mismo le pasa a los historiado­res. No se puede ser objetivo, pero sí tener equilibrio.

“Que uno sea de tal o cual partido porque le gusta más San Martín o Belgrano es una imbecilida­d. Nos corre de la posibilida­d de hablar de Historia”.

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