ALTA COSTURA ETERNA
Siempre a punto de desaparecer, la “haute couture” está más viva que nunca. Últimas colecciones. Compradoras y precios.
Es
la quintaesencia de la moda. Todo lo que el arte de vestir tiene de imaginación y fantasía se resume en la “Haute Couture” –Alta Costura–, esa pasarela excepcional, lujosísima, hipercara, a la que muy pocas mujeres en el mundo tienen acceso.
La “haute couture” es también la excusa que permite a un diseñador y a una marca desplegar al máximo su creatividad y capacidad artesanal. Lo más original de una etiqueta se vuelve ostensible en su colección de Alta Costura, en vestidos que llevan meses de elaboración, realizados de punta a punta a mano y luego adaptados a la medida de lo que cada clienta necesita.
El precio de cada prenda –por supuesto, exclusiva– arranca en alrededor de 30.000 dólares pero se han hecho vestidos de hasta 300.000 dólares. A las telas exquisitas que se utilizan hay que sumarles piedras preciosas y bordados meticulosos. Sólo artesanos de altísimo nivel, de esos que por tradición han trabajado por siglos para las principales casas de moda, son capaces de realizar algunos de esos vestidos. El promedio de trabajo que requiere una pieza se calcula, como mínimo, en un mes y en mucho más de 100 horas de trabajo.
Siempre que se habla de crisis económica, se anuncia la muerte de la Alta Costura. Pero la “Couture” está más viva que nunca. Créase o no, históricamente, la moda ha resistido guerras, recesiones y desastres financieros sin desmoronarse. Y aunque parezca una exageración, se han postergado batallas para transportar un traje de noche. El arte de vestir ha resultado ser el mejor antídoto para tiempos oscuros. O una manera obstinada de sacarles el cuerpo a las miserias del mundo.
RECURSOS. Los mercados emergentes han sido, en las últimas décadas, los encargados de sostener con pujanza el negocio de la Alta Costura. Las mujeres de Medio Oriente han sido las clientas más clásicas. Con ellas hoy