La lista negra de Francisco
Top ten de los argentinos que peor le caen al Papa. Historias insólitas y viejos rencores.
Son
diez, como los mandamientos. La lista de los enemigos papales la componen una decena de hombres que, según el propio Francisco, llevan una vida poco santa y le complican sus asuntos. El ranking incluye a renombrados personajes que en algún momento de la vida se cruzaron fuerte o lo siguen haciendo con Bergoglio. Algunos, incluso, no resistieron la elección del entonces Arzobispo como Papa: Esteban Caselli, ex embajador menemista del Vaticano, se desmayó frente al Palacio Apostólico cuando comenzó a salir el humo blanco, y en la Argentina, monseñor Héctor Aguer de la Plata fue el único del país que se negó a hacer sonar las campanas de la Catedral para festejar el hecho.
El gurú del Presidente, Jaime Durán Barba, es para todos el mayor adversario del Papa. La bronca pasó a ser pública desde el último diciembre, cuando el ecuatoriano aseguró que Francisco “no mueve más de diez votos” y que “no creía que sea un líder político con mucho éxito”. Para Francisco, Duran Barba es la repre- sentación del liberalismo ateo que provocó la debacle del cristianismo en Europa, mientras que el ecuatoriano repite ante los suyos que está en contra de los “liderazgos mágicos” y las ideologías fanatizadas. Las diferencias son tan profundas que, aseguran desde el bando franciscano, detrás de los cruces entre el Gobierno y el Papa se encuentra la mano de Durán Barba. Aunque ella lo niegue, el Sumo Pontífice está convencido de que el escándalo que armó la dirigente Margarita Barrientos fue por orden del gurú. En esa ocasión, la amiga de Macri afirmó que el Papa no la había querido recibir por su cercanía al Presidente y desató una polémica nacional. Francisco en persona envió mails a sus colaboradores más cercanos para avisarles que estaba “muy preocupado”.
LARGA DATA. A Bergoglio no se le olvidaba fácil cuando alguien lo traicionaba. Es el caso de Sergio Massa, quien hoy recibe la fría indiferencia del Vaticano cada vez que asoma sus ganas de ir a hacer una muy marketinera visita al Papa. Es que en el 2008, el entonces jefe de gabinete K intentó un fallido golpe institucional para desplazar a Bergoglio del Arzobispado. Con el respaldo de Caselli, que movía los hilos desde el Vaticano e instigaba al ala más reaccionaria de la curia local, Massa aprovechó el aparato mediático K y quiso recolectar apoyos en el episcopado argentino. Pero Bergoglio se enteró del movimiento y lo arrancó de raíz en una escena de película: en el medio de una noche llamó al Obispo Oscar Sarlinga -quien era el enviado de Caselli en el país, discípulo del tristemente famoso Monseñor Rubén Di Montey le aviso que tenía que “empezar a vender alguna de sus propiedades” si aspiraba a sucederlo en la Diócesis porteña. El que también formaba parte de esa banda golpista era Aguer, otro íntimo de Caselli, quien no sólo se negó a hacer sonar las campanas sino que, post entronización, dejó de escribir su columna diaria en un medio platense por una semana y en la primera misa que dio después del hecho, llamó a “no convertir en un Boca-River” su rivalidad con el recién llegado Papa.
IDA Y VUELTA. Con Lilita Carrió mantuvo una relación extraña. Aunque ella siempre aseguró que tenía un gran vínculo con Bergoglio cuando era arzobispo, desde el Vaticano lo desmienten y dicen que la diputada sólo se llevaba muy bien con el jefe de prensa del Arzobispado, Guillermo Marcó, y a que al futuro Papa lo vio “una o dos veces” y solo fue a partir de que ella “tuvo una reconversión católica e impulsó a que su hija tome la comunión”. Hay algo claro: desde que el PRO ganó las elecciones, las críticas de Carrió hacia Francisco se volvieron feroces. Dijo que el Pontífice era “muy chismoso”, lo acusó de “manipular” la política argentina, y