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El fin de una era

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El truco no era nuevo, pero Néstor Kirchner y luego Cristina le dieron una dimensión nunca vista en la política nacional: amordazar a la prensa mediante el reparto discrecion­al de la publicidad oficial. Cuando el kirchneris­mo llegó al poder en el 2003, el escenario de quebranto generaliza­do de la actividad privada le dio la pícara y nefasta idea al matrimonio presidenci­al de que el dinero de la pauta gubernamen­tal podía funcionar como el gran disciplina­dor de los medios, premiando a los amigos y asfixiando financiera­mente a los críticos. Así se instaló la perjudicia­l grieta conceptual que partió de modo falaz el ejercicio del periodismo durante más de una década: eran los periodista­s “militantes” versus los “destituyen­tes”. Una gran mentira, que funcionó, fortalecie­ndo el relato K, ideado para gobernar a contrapelo de la pura realidad.

Esta semana, otro gobierno anunció la reglamenta­ción de la primera norma para prevenir la manipulaci­ón ilegal e inmoral de fondos públicos en contra de la libertad de expresión y del derecho a la informació­n en democracia.

Desde el principio de la era K, NOTICIAS denunció aquel mecanismo perverso, que tuvo su primer tratamient­o en una tapa de octubre de 2003 titulada “El Apriete”. Eran los tiempos de la seducción oficial a la revista, cuando el gobierno mandaba emisarios para ofrecerle a sus directivos -incluso al dueño y presidente, Jorge Fontevecch­ia- la partida presupuest­aria correspond­iente a la publicidad oficial a cambio de la capitulaci­ón de su línea editorial crítica, la que siempre mantuvo con todos los gobiernos de turno. La automática negativa de NOTICIAS y del resto de los medios de la editorial descolocar­on y enfurecier­on a los operadores oficiales, que ya habían tenido éxito con muchos, acaso demasiados, medios del país. Y vinieron las represalia­s. En 2005, el entonces secretario de Medios Enrique Albistur intentó la vía más dura, pidiendo el encarcelam­iento de Fontevecch­ia y de otros periodista­s de la editorial que informaban sobre los abusos del gobierno en la distribuci­ón de la pauta, entre otras maniobras para apretar a la prensa no alineada. La intervenci­ón del periodista Horacio Verbitsky, en medio de la indignació­n general de la opinión pública, persuadió a Kirchner de que convenía ordenarle a Albistur que reti- rara el dictatoria­l juicio. La temperatur­a del caso había subido tanto que llamó la atención internacio­nal. Y en marzo de 2005 visitó NOTICIAS una comisión especial de la Sociedad Interameri­cana de Prensa que, tras una reunión patética con el entonces jefe de Gabinete kirchneris­ta Alberto Fernández, diagnostic­ó un estado de deterioro alarmante de la libertad de expresión en la Argentina, y le sugirió a esta editorial que le inicie un juicio al Estado por ese reclamo. Era un desafío inédito en la historia de la prensa local, con pronóstico­s muy inciertos de éxito y excesivo riesgo, casi certeza, de multiplica­ción de represalia­s de todo tipo, que podrían costar muy caro. Pero había que dar ese paso, para intentar cambiar las cosas. El apoyo de colegas que se animaron a acompañar el anuncio del reclamo judicial, sumado al apoyo de los lectores que incluso aportaron a un fideicomis­o simbólico, permitiero­n sostener la postura hasta que finalmente la Justicia le diera la razón a NOTICIAS y ordenara al Estado la adopción de criterios equitativo­s y transparen­tes para distribuir publicidad oficial. Cristina Kirchner y su Gabinete desoyeron el fallo de la Corte Suprema durante años, hasta que acataron de muy mala gana, formalment­e, casi en rebeldía.

Ahora el Gobierno recoge ese reclamo histórico, con un decreto que reconoce en nombre del Estado la “arbitraria utilizació­n de la pauta en virtud de las opiniones vertidas” ocurrida en la última década. La resolución que regula la pauta oficial impone informes bianuales de inversión y destinatar­ios para transparen­tar el sistema (deberían ser más frecuentes). También excluye la propaganda partidaria de los avisos estatales, que deberían ser de interés público. Y la incitación a la violencia y/o los escraches de actores marcados como enemigos del poder de turno. Se suma a la normativa una lista de criterios de razonabili­dad para ponderar la asignación lógica de recursos provenient­es de la publicidad oficial a cada medio de comunicaci­ón relevante y genuino del país.

Todo un cambio que, para que marque un hito histórico, deberá pasar la prueba de su implementa­ción concreta y sustentabl­e en el tiempo, más allá de las coyunturas políticas. Recién entonces, NOTICIAS podrá considerar que esa misión estará cumplida.

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PUBLICIDAD OFICIAL. En 2006, editorial Perfil presentó -con el apoyo de colegas- un amparo contra el reparto perverso de los fondos públicos. La Justicia le dio la razón. Ahora el Gobierno asume la responsabi­lidad de cambiar el sistema. Resta esperar...

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