Justicia por mano propia
Matar en legítima defensa es homicidio, aunque culposo. Usar un arma suplanta deberes del Estado. Medios, demagogia y ciudadanía.
Los medios construyen audiencias, no necesariamente ciudadanía. La demagogia embrutece. Iguala para abajo. Razonar ilumina. Eleva. Genera ideas. Que no sobran. La lógica del "uno menos" en el caso del médico que mató al ladrón genera una cadena de falacias.
Falacia 1: "¿vos de qué lado estás; quién es la verdadera víctima?". Veinte mil rosarinos desesperados por la inseguridad ya habían demostrado, el jueves 25 de agosto, de qué lado está la inmensa mayoría. Marcharon autoconvocados por redes sociales. Víctimas del desamparo. Y sin armas.
Falacia 2: "el médico y el ladrón nacieron en hogares pobres; pero uno eligió la buena senda y el otro, no". La humildad original del cirujano era muy distinta a la marginalidad estructural del asaltante. El del médico era "otro país": el del ascenso social como posibilidad concreta, con acceso generalizado a una escuela pública de calidad y hasta chances de llegar a la Universidad. En "aquel país" nadie hubiese ido a robar a cinco cuadras de su casa, como sucedió en el caso que nos ocupa. Existía el sentido de pertenencia. El paco no existía. Comprar
un arma implica la decisión de usarla, por lo menos como hipótesis. Es decir, la convicción de que el Estado dejó de estar donde debía. Usar un arma, incluso en legítima defensa, implica un acto de justicia por