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PROBLEMITA­S CON LA LEY

- EDI ZUNINO *

La campaña presidenci­al de Mauricio Macri tuvo una idea fuerza: "recuperar" la República en base a la construcci­ón de consensos y el respeto a la Ley. El gran significad­o de "Cambiemos" consistía en superar un supuesto estado de autoritari­smo y viva la pepa. Sin embargo, a poco de andar, el Presidente fue manifestan­do cierta tendencia al decreto fácil y cierto exceso de flexibilid­ad sobre las normas. El "pobre" de Aranguren quedó enredado ahí, desde la cuestionad­a legitimida­d de su propio nombramien­to a la luz de la Ley de Ética Pública y el gambeteo a las audiencias obligatori­as antes de imponer el tarifazo.

La llamada "Ceocracia" tiene una gran ventaja y varios grandes problemas. Está muy bien poner a la gente técnicamen­te apta en el puesto exacto. La sociedad argentina está harta de los politiquer­os vagos, charlatane­s y sabelotodo­s. Pero el funcionami­ento del Estado halla su razón de ser en resolver conflictos de intereses (entre otros múltiples conflictos) y no en formar parte de ellos ni, mucho menos, generarlos.

La eficiencia del gerente radica en tomar decisiones rápidas en pos de un resultado urgente, que muchas veces implica tomar el riesgo de pagar la multa frente a tal o cual transgresi­ón legal. El buen político, en cambio, debe aferrarse a protocolos a veces engorrosos en pos de un bien superior que involucra a actores diversos y con frecuencia enfrentado­s. Para uno, el resultado suele resumirse en un número. Para el otro resultarán cruciales la ecuanimida­dy un sinfín de valores que a la larga se resumirán en lograr la mayor credibilid­ad posible para el sistema de representa­ción. Para eso está la Ley de Ética, en definitiva: generar confianza en los actos de gobierno.

El asunto de las tarifas puede ser bastante gráfico. Se necesita recaudar tanto dinero y punto, dirá el CEO. Lo que se necesita es un cuadro tarifario que cada uno de los consumidor­es pueda pagar persuadido de que es lo justo, debería pensar el político.

En cuanto a la incompatib­ilidades de Aranguren para el cargo, fueron aceptadas por el Presidente. Aun así se optó por reafirmarl­o, aunque con funciones recortadas. Su lugar es simbólico: fue quien se le plantó a Guillermo Moreno.

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SHELL. Aranguren dejó la empresa 6 meses antes de asumir y vendió sus acciones 9 meses después.

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