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“Nunca me bajé de la moto ni dejé de girar”

El creador de Kosiuko habla de su pasión por customizar motociclet­as antiguas. Negocios y aventura por las rutas argentinas.

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Hell

was full, so I came back” (El infierno estaba lleno, por eso regresé), dice el lema bordado en su chaqueta. En el brazo izquierdo tiene tatuadas dos llaves y una bujía amarradas a la Medalla Milagrosa. En el pecho, otro mensaje: “Actitud”. En una mano: “Vida picante”. Lleva la billetera sujeta a una gruesa cadena y, colgando del cuello, un minúsculo cráneo de vaca y un pistón de plata. Federico Bonomi es el epítome del empresario argentino exitoso. Junto a su mujer, Cynthia Kern (46), crearon Kosiuko, marca con la que conquistar­on mercados en todo el mundo. El año que viene, la arrollador­a irrupción de sus jeans de tiro bajo habrá cumplido un cuarto de siglo. Bonomi, padre de cuatro hijos, barba plateada, vuelve a su oficina-living-bar de Martínez después de correr siete kilómetros alrededor del Hipódromo y, ya lookeado de “rider”, explica que hace lo que siempre quiso: negocios, pero desde un lugar diferente, arriba de la moto.

NOTICIAS: ¿De dónde viene su pasión por las motos clásicas?

Federico Bonomi: Tengo moto desde el ’81, me la regalaron mis viejos, estaba por cumplir 14. Era una Hondita Express 50 cc. Pasé a una Dax, después una 125 cc y nunca dejé de tener moto. Modificada­s, siempre las tuneé. Con el tiempo, busqué lo que me gustaba: una Triumph, la Harley de tal película. Después metí mano. Esa es mi historia, toda la vida hice cosas customizad­as, tratando de diferencia­rme.

NOTICIAS: O sea, las motos estuvieron antes que la ropa.

Bonomi: Sí. Pero hay momentos: te casás, llegan los chicos y le das menos bola, pero el corazoncit­o lo tenés ahí y te reencontrá­s, como pasa con las pasiones. Pero nunca me bajé, nunca dejé de girar. Cuando dejamos de fabricar Kosiuko Hombre, porque no le encontraba la identidad, fue un

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