La magia no se termina
La franquicia volvió a la vida con parque, teatro, libro, y un spin off de cinco películas.
Hace
veinticinco años, en un viaje en tren de Manchester a Londres, nacía Harry Potter. Ideado por la británica J. K. Rowling (su nombre es Joanne, la “K” la tomó prestada de su abuela paterna Kathleen), la dura vida del mago adolescente, que vestía la ropa gastada de su primo Dudley, dormía en un armario bajo la escalera y sufría el bullying de sus tíos, tenía bastante que ver con la realidad en la que su autora lo traía al mundo. Separada recientemente, con una hija de tres años a la que le costaba mantener (Rowling se cansó de relatar que vivía de la asistencia social), atravesaba además una profunda depresión por la muerte de su madre.
El libro, que contaba con 250 páginas (demasiado largo para un infantil), se terminó de escribir en bares, donde Rowling estiraba los cafés para ganar tiempo. Y fue rechazado por doce editoriales hasta que Barry Cunningham la firmó con un adelanto de 2000 dólares para Bloomsbury (una pequeña editorial británica de Londres que hoy factura unos 130 millones de dólares al año, sobre todo gracias a Harry Potter). De “La Piedra Filosofal” se imprimieron en su primer tirada apenas 1000 copias (algunas de las cuales salen hoy a subastas por más de 30mil dólares). Pero el libro fue bien recibido por la crítica, y Rowling, que vivía de una beca del Scottish Arts Council, se animaba a pensar en una secuela. Los problemas económicos se solucionaron sin embargo cuando la norteamericana Scholastic Inc., hoy la editorial de libros infantiles más grande del mundo, se interesó en los