MI ENCUENTRO CON TRUMP
Es diciembre del 2012 en Nueva York y afuera el frío cala los huesos. Sobre la mesa de mi habitación hay un lingote de oro. Es un chocolate envuelto en papel dorado que lleva estampada la marca “Trump”. Un obsequio que la compañía del hoy Presidente de los Estados Unidos les ha dado a los asistentes a la presentación de la primera Trump Tower de Latinoamérica, en Punta del Este. NOTICIAS fue uno de los tres medios de Sudamérica que pudo entrevistarse a solas con él después del lanzamiento.
En Nueva York, Trump habita el corazón del mundo. En esquina con el Central Park, su despacho planea sobre la Quinta Avenida, 20 pisos por encima del suelo, en la Trump Tower más emblemática de su imperio.
Sus oficinas son de una sencillez sorprendente. Igual que la decoración de todas sus torres. Colores oscuros, diseño minimalista, alfombras mullidas, cortinas blancas. El único adorno de su despacho son cuadros con su historia: tapas de revistas, notas, portadas de libros, premios. El escritorio es simple. Los sillones son simples. Todo combina. Se sabe que su hija Ivanka es la responsable de la decoración. Ella parece ser la propietaria del buen gusto en la familia.
¿Y cómo es Trump? Carismático. Divertido. Mucho más conciliador que el monstruo que despotrica en los medios. Casi a mi pesar, me cae bien. Mide cerca de dos metros. Su traje es impecable. El pelo ha encontrado su propia manera de luchar contra la calvicie, enroscándose de manera estrafalaria sobre la cabeza. Se divierte cuando le digo que soy fanática de “El aprendiz”, el reality que lo consagró como celebrity. Antes de terminar la charla pregunta por Macri. Y confiesa: “A mí me gusta. Es mi amigo. El padre es un gran hombre. Creo que son una gran familia”.