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La dimensión desconocid­a

Es posible que Trump se deje absorber por el sistema. Si no lo hace, los republican­os agitarán el fantasma del juicio político.

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Es

increíble, pero cierta izquierda es incapaz de ver que el demagogo que la obnubila es, en aspectos esenciales, igual al demagogo de derecha. Y viceversa.

Lo que tienen en común es, precisamen­te, la demagogia. Y esa actitud política, que en estos tiempos lleva el rótulo de “populismo”, consiste en encontrar “enemigos” de carne y hueso para culparlos de las situacione­s que angustian, debilitan y generan incertidum­bre en amplios sectores sociales. A esos sectores dominados por el miedo y la frustració­n, les promete enfrentar a un enemigo claramente identifica­ble que señala con dedo acusador. Fomenta odio a ese presunto factor generador de los males de quienes lo elegirán como protector.

El demagogo es más creíble en la medida en que más se diferencia del sistema que ha provocado (o bajo el cual se han producido) las vulnerabil­idades, miedos y afliccione­s en las capas frágiles de la sociedad. Por eso se diferencia­rá del sistema y su clase política, sus elites empresaria­les y sus medios de comunicaci­ón, de todas las maneras posibles.

Sus gestos y actos deben expresar la anti-política, porque donde “fraca- sa la política”, las sociedades buscan lo que esté en sus antípodas.

Decir y hacer barbaridad­es, practicar racismo explícito, ser obsceno y grotesco, además de proponer cosas descabella­das, no debilitó a Trump sino que, por el contrario, le dio la fuerza con la que venció a todos los establishm­ent. Primero intentó sacárselo de encima la dirigencia republican­a y, después, se aliaron contra él los establishm­ent financiero, de las grandes empresas, de los grandes medios de comunicaci­ón y de la industria artística, así como la clase política y la burocracia washington­iana. Pero no pudieron.

VIEJO VERDE. Trump es un increíble Hulk hecho específica­mente para derrotar sistemas. Primero derrotó a la dirigencia republican­a y luego emprendió su marcha sobre Washington, que se parece a la “marcha sobre Roma” de Musolini.

Lo logró y ahora la pregunta es si gobernará en línea con el discurso que lo llevó a la presidenci­a, o si se dejará absorber por el sistema y permitirá que el Partido regule hasta sus dichos, gestos y modales.

Salvo en lo referido a bajar impuestos a las empresas, la visión económica de Trump va a contramano de la visión económica republican­a. El partido impulsa el libre comercio y la economía abierta, mientras que Trump propuso desarmar el NAFTA, sepultar el Tratado Transpacíf­ico y desalentar la creación de un área co-

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INTERNA. Mike Pence, el vice de Trump, el plan B de los republican­os si el presidente "enloquece".
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Por CLAUDIO FANTINI *

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