Un intento deslucido
Lasola mención de su nombre es sinónimo de excelencia, así que quizás lo mejor es comenzar por ahí: Augusto Fernandes. Sin duda, ya está inscripto en la historia de la escena argentina como una figura señera. Recordemos que perteneció a Nuevo Teatro y La Máscara, grupos clave del teatro independiente porteño. Vivió en Alemania, donde dirigió en salas estatales y se lució como regisseur de ópera. De regreso al país, en el San Martín, deslumbraron sus montajes de “Madera de reyes” de Ibsen, y “La gaviota” de Chéjov. También cosecharon justificados elogios sus versiones de “Fausto” de Goethe, o “El relámpago”, adaptación de Strindberg, en el Cervantes. Más recientemente, desde esta sección, quien suscribe, celebró su bienvenido regreso a la dirección en 2014, con “Ojo x ojo”, basada en “Acreedores”.
Los trabajos mencionados dan cuenta de apenas una parte de su frondosa y admirable labor, por eso resulta desconcertante observar que esta vez, haya pergeñado una dramatur- Hugo Arana, Beatriz Spelzini y “1938. Un asunto criminal” escrito, dirigido e interpretado por Augusto Fernandes, junto a Hugo Arana y Beatriz Spelzini. Cervantes, Libertad 815. gia propia cuyo planteo es interesante, pero el conflicto y desarrollo resultan de escaso interés dramático. Lamentablemente, se explica mucho y acciona poco.
La historia transcurre en Bariloche y cuenta el pasado de un triángulo amoroso, subrayado por la violencia y la sordidez, como si se tratara de acentuar que el sufrimiento es lo único que motoriza la con- tinuidad de la vida. Giacomo (Hugo Arana) recibe a su viejo amigo Julián (Augusto Fernandes), a quien no ve desde tiempo atrás. Este diálogo se extiende a lo largo de una hora y revela que el visitante escapó del país por la vergüenza de una infidelidad que describe con pérfido lujo de detalles. Ante la aparición de Greta (Beatriz Spelzini), esposa del dueño de casa, se termina de desenrollar una madeja exasperante en la que las confesiones rozan la misoginia y el sadomasoquismo.
¿Qué se puede hacer con semejante catarata de palabras sin caer en el tedio? No demasiado, por cierto. Arana exhibe su incuestionable oficio pero colorea su personaje de raíz europea con tintes porteños. Spelzini recarga sin motivos justificados los claroscuros de su enigmática y vengativa criatura. En tanto, Fernandes luce irresoluto. En resumen, un intento deslucido.