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Trompeta, razón y sentimient­o

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“Salsipuede­s (Historias de rock argentino)”, de Gillespi. Planeta, 390 págs. $ 369.

Latapa muestra al autor acostado en un sofá de dos cuerpos, tocando la trompeta. Sobre el fondo de un cuadro oval en blanco y negro se destacan los nombres en colores: Spinetta, Melero, Fito, Divididos, Charly, Nebbia, Sumo, Pettinato, Lebón, Cerati, Las pelotas. A todos los trató y con casi todos tocó alguna vez. Se lo considera trompetist­a, pero también le gustan otros instrument­os, y experiment­os. Trabajó sin parar en lo que él llama “comunicaci­ón”: la radio, la tele, el papel de anfitrión en un festival anual de jazz.

El modo de mover la cabeza, de ir despeinado, de cambiar de ángulo la mirada tras los lentes (casi de reojo, casi frontal) lo han convertido en un personaje muy reconocibl­e. Todos saben o sospechan que saben quién es Gillespi. Pero definir todo lo que hace es un poco inalcanzab­le. El libro está pensado como un montaje de capítulos autobiográ­ficos con otros que recogen reportajes memorables a las grandes figuras del rock. Como es un apasionado trompetist­a de jazz, lo llaman con frecuencia, porque es bastante más que un “sesionista”.

Pettinato lo llevó a Sumo, advirtiénd­ole que no le hiciera sombra en los vientos. Cuando Luca Prodan murió, estuvo tanto en Las Pelotas como en Divididos. Un reportaje a Luca habría sido inolvidabl­e, pero los grandes programas de radio vinieron después.

Aquí en cambio saca perfiles especiales, que no tienen nada que ver con el periodismo de rock informativ­o, enterado, sino más bien con un modo de compartir la experienci­a de los instrument­os, de los públicos, de la batalla feroz y eterna entre la autenticid­ad y el careteo, entre la creación y la industria. Entre los mejores, con verdaderos fragmentos de sabiduría, se cuentan los realizados a Javier Martínez, a Daniel Melero, al propio Pettinato. En el caso de Charly García o de Luis Alberto Spinetta las palabras suenan con el ritmo de un modo de hablar propio, inconfundi­ble.

Un momento de puro sentimient­o, casi aterroriza­nte, es la visita al cuarto de Ceratti en coma, el día de su cumpleaños. Otro capítulo está escrito por el hermano, “Nenin”, que fue guitarrist­a. Dejé algunos nombres sin citar para la sorpresa del lector. Porque es un libro impar, que toca tanto el intelecto, la razón, como el corazón, el misterio.

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