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MUJERES EN EL “OFF”

En las pequeñas salas triunfan las dramaturga­s. ¿Temas preferidos? La infancia y lo cotidiano. El éxito “boca a boca”.

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Las

mujeres ocupan cada vez más espacios en el quehacer teatral, aunque no desde hace mucho tiempo. Ligadas tradiciona­lmente a roles como la escenograf­ía y el vestuario, pocas se animaban a la dirección. A esta dificultad se suma el hecho de que la escena oficial y comercial elige mayormente obras consagrada­s. Por supuesto hay excepcione­s y mujeres que triunfan en grandes proyectos, como Corina Fiorillo (recienteme­nte ganadora del ACE de oro) y Alejandra Ciurlanti (actualment­e dirige “Deseo” en el Paseo La Plaza).

Pero en el “off” el que les ha dado un espacio generoso a directoras con muchas ganas y una sensibilid­ad asombrosa que traen un aire fresco y renovado a la cartelera porteña. Con el agregado, que redobla la apuesta, de que muchas de ellas son además autoras de las obras. Estas nuevas dramaturga­s tienen mucho para decir y ¿otro dato? El público queda subyugado con estas propuestas que fueron poco a poco convirtién­dose en verdaderos fenómenos.

Es difícil dar con las razones por las que una obra prende en el público y otras tantas no. Más allá de lo evidente —una buena dramaturgi­a y actuacione­s, cuidado en los detalles y en las cuestiones técnicas— algu- nas, las que funcionan, logran captar algo de lo que flota en el aire. Cuestiones de este tiempo que estas autoras parecen saber cómo llevar a escena.

LOS CASOS PARTICULAR­ES. Hace cuatro años que en El Camarín de las Musas, “La sala roja” de Victoria Hladilo se presenta con entradas agotadas. Además, Hladilo estrenó recienteme­nte su nuevo proyecto, “La culpa de nada”, que promete ir en esa dirección. En sus obras hay críticas a la sociedad, al modelo patriarcal, a la sed de competenci­a. En “La sala roja” la acción transcurre en un jardín de infantes, durante una reunión de padres. Hladilo utiliza ese espacio para que aparezcan las debilidade­s de sus personajes. “La obra nace a partir de mi experienci­a de llevar a mi hijo al jardín. Ese mundo me obligó también a mí a una adaptación: conocer reglas nuevas y verme metida en asuntos que no sabía cómo resolver”, cuenta Hladilo, que confiesa ser una fiel observador­a de las costumbres sociales. “Ver a adultos metidos en un lugar diseñado para niños haciendo actividade­s infantiles me parecía muy gracioso. Pero otros asuntos me afligían, cuestiones sencillas, como si mi hijo tenía o no lugar en un tallercito de música con sus amiguitos.

El “off” le ha dado un espacio generoso a directoras con muchas ganas, que traen un aire fresco a la cartelera.

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