El enigma Trump
Aún no está claro si al asumir cumplirá con sus controvertidas promesas electorales. La riesgosa construcción del enemigo perfecto.
Las
multitudes en las calles de Manhattan evocaban las marchas de Martin Luther King por los derechos civiles. Una frase en la primera entrevista como presidente electo detonó la protesta: Donald Trump prometía deportar o encarcelar a tres millones de inmigrantes que hayan cometido crímenes.
En rigor, es lo que se hace con los ilegales que delinquen. De hecho, Obama deportó más de un millón. Pero si alguien hizo campaña con un discurso racista y xenófobo, prometiendo crear una “fuerza especial” que suena a una Gestapo para perseguir inmigrantes, se explica por qué los que no quieren vivir bajo un Estado policíaco protestaban, mientras los resabios del Ku Klux Klan festejaban y los cuentapropistas del racismo gritaban consignas y escribían grafitis contra los latinos.
En nada ayudó, más bien al contrario, esa postal familiar que evoca a la familia del magnate petrolero Blake Carrington en la vieja serie “Dinastía”, donde los personajes que encarnaban John Forsythe, Linda Evans y Joan Collins. Tampoco ayudó el lujo de ese departamento versallesco con brillos de lo que parecían diamantes incrustados. La ostentación kitsch de semejantes aposentos enmarcó la entrevista en la que Trump buscó irradiar equilibrio y moderación.
A esa altura, sus voceros disparaban estratégicamente a los medios de comunicación la afirmación de que el nuevo jefe de la Casa Blanca es un “pragmático”, precisamente para reforzar la idea de liderazgo equilibrado. También anunciaban un contacto directo con Beijing en el que se alcanzó un acuerdo de diálogo permanente con el líder chino Xi Xinping, y otras cosas por el estilo. Pero esas señales de moderación estaban en disonancia con los nombres de futuros funcionarios que empezaban a danzar por esas horas.
Desde la jefatura de Gabinete de la Casa Blanca, representando al aparato partidario, el presidente del Comité Nacional Republicano, Reine Priebus, un fundamentalista cristiano ligado al Tea Party. Como poderoso asesor y estratega, lo contrapesa desde la antipolítica Steve Bannon, el responsable de difundir las ideas cargadas de odio y aversión desde el portal “trumpista” de internet Breitbart News.
También representando al aparato republicano, Newt Gingrich, el duro conservador de Pensilvania que, como jefe de la Cámara de Representante, saboteó sin medida ni piedad a la administración Clinton. Lo contrapesa la presencia extra partidaria de David Clarke, el sheriff que amenazaba con una rebelión si llegaba a ganar la candidata demócrata.
Radicales del aparato partidario y extremistas extra-partidarios contradicen la imagen de moderación que Trump pretende dar. Aunque a favor de la expectativa de moderación está también su larga trayectoria de buen negociador, el instrumento que