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La ciudad del cambio eterno

Nuevos circuitos para comprar y comer. Aventuras imperdible­s sin pagar un peso.

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Viajé a New York por primera vez hace más de 35 años, con mi padre, Horacio de Dios, quien me enseñó a caminar la ciudad, mirar sus detalles y sobre todo a “vivirla”. Y si bien, desde entonces muchas cosas han cambiado, esta pequepq ña isla de roca dura sigue siendo el centro del mundo. Como él me dijo en aquel viaje: “para conocerla hay que comprender que New York es más un lugar en el tiempo que en el espacio”. Porque a diferencia de lo que se repite e habitualme­nte, no es el dinero sino el tiempo el principal ingre- diente de esta ciudad, que cambia año tras año. Como el resto de las metrópolis del mundo, New York está mutando permanente­mente, con el agregado de hacerlo a una velocidad de vértigo. Tiendas que parecen eternas dejan de existir de la noche a la mañana, otras que habían quedado en el olvido renacen en nuevos distritos, barrios que parecían detenidos en el tiempo se van transforma­ndo metro a metro en las áreas de moda, vías abandonada­s se convierten en jardines elevados, chefs con todas las estrellas imaginable­s dejan su chaqueta de etiqueta y se lanzan a hacer comida callejera.

CONSUMIR. En New York pasarla bien no significag tener que pagar precios exorbitant­es.e A la hora de comer, hay una infinidad de opciones para comer ric rico, bueno y barato. Desde los restaurant­es familiares de Chinatown, como el excelente New Bo-Ky en la esquina de Bayard Street y Mott Street, donde sirven una deliciosa sopa de pescado por menos de 7 dólares; a los boliches de comida al paso con exquisitec­es como Luke's (26 South Williams) con sus sándwiches de langosta traída directamen­te de Maine; o los platos especiados del primer piso de la tienda Kalustyans en Little India, paraíso de todo foody que se precie. Sin olvidarnos de chefs como David Chang con sus sándwiches de pollo frito o April Bloomfield con sus hamburgues­as que le están dando un nuevo espíritu a la “comida rápida”. Y lo mismo sucede en cualquiera de los food trucks que se instalan en las esquinas más concurrida­s o en las ferias gastronómi­cas que se organizan todos los fines de semana.

Las grandes tiendas, ya sea en sus sucursales de Fifth Avenue o del Soho, siempre tienen una mesa de saldos que sorprende. Y las escapadas a los outlets de Woodbury Common o Jersey Gardens son un programa habitual para los viajeros que quieren concentrar las compras en un sólo día para, durante el resto de la estadía, caminar New York sin bolsas en la mano. Los museos también comparten este espíritu con sus días “PWYW” (“pague lo que usted quiera”), mientras que los kioskos de Tkts, donde se consiguen entradas para los shows de Broadway con 50 por ciento de descuento, se han instalado en varios puntos de la ciudad.

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FOTOS: GUÍA. La edición de octubre 2016 (De Dios), tiene mapas detallados e informació­n actualizad­a sobre museos, restaurant­es, bares, tiendas, rincones, historias y otras atraccione­s.
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Por JULIÁN DE DIOS *

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