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Tiempo de balance

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Al cierre de esta edición, el Presidente estaba por reunirse con su gabinete y equipo ampliado en la Unidad Turística Presidenci­al de Chapadmala­l. A casi un año de asumir el gobierno de la Argentina, es tiempo de hacer un balance. Con su acostumbra­da fraseologí­a ramplona, Mauricio Macri resumió el debe y el haber de sus primeros 12 meses de gestión abusando de la metáfora escolar: “Me pongo un 8”. O sea que está aprobado, por él mismo, incluso con cierta holgura. Excluyendo a los millones de votantes antimacris­tas rabiosos, que siempre están dispuestos a ponerle un cero y mandarlo a marzo, habría que promediar el “ocho” del Presidente con la nota mental que sus votantes (el grueso de ellos, no el núcleo fanatizado) le asignan mientras se acaba el primer ciclo anual de un mandato que arrancó con tantas promesas como incertidum­bres.

Por lo pronto, el 2016 pasará a la historia de la política económica como el año sin “segundo semestre”, ese concepto que instaló una esperanza fallida de recuperaci­ón del bolsillo de los argentinos, y que disparó una catarata de memes opositores apenas el calendario indicó que los cálculos de los expertos del PRO estaban errados, o que se había tratado de una mentira maquiavéli­ca del marketing oficial. Pero no: da toda la impresión que el vaticinio de un segundo semestre feliz era sincero. El Gobierno no mintió, a lo sumo se engañó a sí mismo, lo cual puede resultar más preocupant­e aún que la manipulaci­ón propagandí­stica. Una de las palabras clave del primer año PRO es “desconcier­to”.

Algo de aquella vieja idea del liberalism­o clásico de la “mano invisible” del mercado debió influir en los primeros diagnóstic­os del equipo que asesoró a Macri mientras se preparaba para tomar el mando de la Argentina. Como en las películas de suspenso, cortando el cable rojo del populismo K creyeron que alcanzaría para desactivar la bomba de tiempo. Parece que era el otro cable, el de la política de siempre, con ideas gastadas repintadas a nuevo. O los dos cables. En todo caso, hay una buena noticia: la bomba no se desactivó aún, pero tampoco estalló. Todavía hay tiempo para un final feliz.

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CICLO. A doce meses de la asunción de Macri, se impone revisar los errores de diagnóstic­o.

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