LaCARA OSCURA AMÉRICA de
Con sus historias de terror, King supo describir como nadie la desintegración de la modernidad. Nuevo libro e idilio con el cine.
Cada
vez que se edita un libro nuevo de Stephen King, hay un rumor de alegría. Es extraño, porque pocos escritores han expresado con mayor tristeza y pesimismo, desde el horror más puro, lo que implica la experiencia moderna en los Estados Unidos de las últimas décadas. Desde que en 1974 publicó su primera novela -“Carrie”-, el hombre se las ha arreglado para hacer del terror una industria. Pero no solo eso, también de convertirlo en un vehículo perfecto para hablar de lo único que a los seres humanos nos preocupa: el paso inexorable del tiempo y la pérdida que ello implica.
La huella de King en la cultura contemporánea es enorme. Es cierto que no carece de detractores, entre ellos el Papa de la literatura en que se ha convertido Harold Bloom, por ejemplo. Y es cierto que es al mismo tiempo un escritor y una industria de una sola persona. Sin embargo, esta característica es mucho menos una ruptura que una continuidad: Stephen King es algo así como el Dickens o el Dumas del siglo XX y los comienzos del XXI, un cronista serial que, desde la ficción y la necesidad de emocionar y conmocionar -que no es lo mismo- a su público, ha construido un mapa al mismo tiempo personal y universal. Aún cuando sus escritos más característicos están poblados de trucos viscerales para que el escalofrío surja, la marca más importante de sus textos es la de la melancolía, el llanto contenido por la infancia y la adolescencia perdidas, por la inocencia borrada.
HISTORIA. Cuenta la leyenda que hay hechos traumáticos en su infancia. El primero, el abandono del padre, que un día se fue a comprar cigarrillos y nunca volvió, lo que derivó en una niñez itinerante y con carencias varias. Luego, incomprobable, que fue testigo de la muerte de otro niño, arrollado por un tren. La infancia y el sufrimiento que suele conllevar, así como la inadaptación