Fidel y la Argentina
La relación con los gobiernos argentinos fue sinuosa y siempre estuvo marcada a fuego por la figura del Che Guevara.
El 1º de mayo de 1959 Castro descendió de un avión en Buenos Aires por primera vez a raíz de la reunión de la Comisión de los 21 de la OEA. A penas habían pasado cuatro meses desde el triunfo de la revolución contra el siniestro dictador Fulgencio Batista. Arturo Frondizi era presidente de Argentina.
Vistiendo el uniforme verde oliva de la guerra en Sierra Maestra, en su discurso de una hora y medio solicitó la ayuda económica de los Estados Unidos para el desarrollo los países de Latinoamérica. Entonces Cuba integraba la OEA, de la que sería expulsada tiempo más tarde, y era todavía vista con simpatía por muchos que luego serían enemigos a partir de la confesión de Castro de su ideología marxista leninista.
Algunos afirman que lo era desde siempre y que lo había ocultado astutamente presentándose como un nacionalista democrático. Durante su estadía en Buenos Aires desmintió las versiones de que había infiltración marxista en su gobierno. Otros estamos convencidos de que fue el impulso radical que el Che y Raúl, ellos sí declarados comunistas, le hicieron imprimir al proceso revolucionario con incautación de tierras y empresas lo que llevó a la torpe reacción de los Estados Unidos y ello volcó a su gobierno a buscar apoyo en la Unión Soviética.
Luego sería el turno de Raúl Alfonsín. Desde un principio él y su canciller Dante Caputo demostraron simpatía por Fidel con algunas misiones comerciales a las que siguió el viaje de 1986. Alfonsín fue recibido con honores y con demostraciones populares de simpatía. El prestigio de la duramente conquistada democracia argentina era alto y a la revolución cubana, sobre la que pesaban ya pesadas acusaciones de régimen dictatorial, le era conveniente asociarse.
En la reunión que sostuvieron los dos presidentes Alfonsín dejó en claro que el gobierno argentino propiciaba la integración de Cuba a América Latina, a condición de que Cuba no transmitiera a la región (y muy especialmente a América Central) sus problemas bilaterales con Estados Unidos. Por su parte, Castro aseguró a Alfonsín que Cuba no había contribuido a armar al izquierdista Frente Manuel Rodríguez que planteaba la lucha armada contra el régimen de Pinochet en Chile, que daba pretexto al dictador chileno a gobernar dictatorialmente. .
En cuanto a Carlos Menem, en acuerdo con sus “relaciones carnales” con los Estados Unidos, fue punta de lanza en los organismos y reuniones internacionales reclamando por los derechos humanos en la isla. Además reclamó insistentemente el pago de la deuda de 2.400.000.000 de dólares contraída con el gobierno radical. No obstante, en la III Cumbre Iberoamericana de 1993 acompañó un documento que condenó implícitamente el bloqueo económico de los Estados Unidos.
En dicho encuentro de mandatarios Castro se negó a reunirse con su par argentino, Pero dos años más tarde en Bariloche para la V Cumbre Iberoamericana, declararon ser amigos e intercambiaron habanos por vinos riojanos. Sin embargo las diferencias políticas eran muy grandes y en 1999 Menem decidió no viajar a La Habana para la Cumbre Iberoamericana. Fidel se quejó "Cuando conversamos hay un excelente ambiente, pero cuando habla con la prensa se transforma