Trumpitis aguda
La oportuna muerte histórica del caudillo de otra era, que fue utilizado a izquierda y derecha por los relatos de la posmodernidad.
Los médicos oficiales constatarán sensatamente para la posteridad que el líder cubano murió de sus achaques crónicos, agravados al límite por la vejez. Okey. Pero para el relato que América latina se cuenta a sí misma cada jornada, como una Sherezade que no quiere morir de realidad, a Fidel se lo llevó el viento de la Historia. Un viento huracanado que despeinó hasta la prolija cabellera que solían lucir los jefes de la Casa Blanca. Ahora queda al timón de Washington un jopo inestable y teñido de un oro de muy baja ley. A comienzos del 2017 asumirá Trump, que encarna simbólicamente el desconcierto norteamericano con un período histórico que arranca con la Posguerra Fría, el monopolio global de Estados Unidos que conducía aparentemente al Fin de la Historia y que, tras una crisis financiera monumental y un alzamiento terrorista sin precedentes contra Occidente, desemboca en lo que algunos teóricos –como Slavoj Zizek- llaman El Fin del Capitalismo. En su reciente libro, Problemas en el Paraíso, Zizek -cuya crítica demoledora del legado castrista se publica en este mismo dossier- señala que es justo en la “grieta” que divide a las dos Coreas donde se puede verificar la crisis mundial que define esta fase del capitalismo y sus ominosas alternativas vigentes. Si el kitsch totalitario en nombre del socialismo nuclear que gobierna una