Las dos Cubas
Fidel y su revolución no pasaron desapercibidos, como tampoco las diferencias entre esos ideales y la realidad.
Como no podía ser de otra manera el mundo acusó recibo de la muerte del líder que llevo a cabo la revolución más significativa y la única triunfante de América latina. Una revolución que enamoró y entusiasmó no solamente a nuestro continente, sino a jóvenes, intelectuales y académicos del mundo entero en una época de ideas y pasiones que querían transformar el mundo en uno más equitativo, más justo y nuevo.
Cuarenta años después, muchos pasaron de la esperanza a la decepción en relación a todas las experiencias del socialismo real, incluído el de Cuba. Sola, después de veinte años de desaparecida la ex Unión Soviética; sola, en un mundo lleno de incertidumbres y muy distinto al que Fidel y los revolucionarios imaginaron que advendría, Cuba tiene la necesidad y el desafío de adaptarse a los tiempos de hoy que tanto difieren a los de su origen revolucionario.
Tuve la oportunidad de conocer a Fidel cuando fui Embajador en Cuba. Llegué a esa isla que a todos fascina, conocí ese pueblo que a todos encanta, pocas semanas antes de la visita por primera vez de un Papa: Juan Pablo II. En esos días La Habana parecía la Casablanca de Humphrey Bogart : politólogos, periodistas y académicos de todo el mundo recorrían sus calles y presenciaban lo que muchos interpretábamos como uno de los acontecimientos más importantes del Siglo que se terminaba. Bill Clinton era el presidente de los Estados Unidos, Gabriel García Márquez fungía de intermediario no oficial entre el Presidente de los Estados Unidos y Fidel y el Papa Juan Pablo II pronunciando su célebre frase “que Cuba se abra al mundo y el mundo se abra a Cuba”. Ese acercamiento que parecía tan cercano finalmente quedó trunco.
Dieciocho años después otros protagonistas pero las mismas instituciones, lo realizaron: El Papa Francisco, el Presidente de los Estados Unidos Barck Obama y Raúl Castro tuvieron el coraje de dar vuelta la última e ignominiosa página de la guerra fría normalizando las relaciones entre ambos países.
El futuro es siempre incierto pero el escenario actual de cambio en la isla no será modificado ni por la muerte de Fidel Castro ni por el triunfo de Donald Trump a pe- sar que este último haya expresado su voluntad de revisar los acuerdos firmados.
Me atrevo a pensar que Cuba se encuentra ante la encrucijada de cambiar porque los tiempos han cambiado y su realidad social y económica así lo necesita. Poniendo quizás más énfasis en lo económico que en lo político o en las acciones que permitan la reconciliación de la Nación cubana, es decir de los cubanos que viven dentro como de aquellos que viven fuera de la isla. Pero aunque sea con tiempos diferentes el cambio es irreversible.
Si la presencia de Fidel fue importante en todo el mundo, fue total en Cuba. Total e incomprensible en sociedades como la nuestra de modo que también Cuba enfrenta el desafío de procesar cómo afectará a la vida de los cubanos no sólo en el plano material sino también en el simbólico la muerte de Fidel.
La opinión de Fidel se hacía escuchar dentro de Cuba sobre todas las cuestiones de Estado pero también