Los hackers no descansan
El ataque a las cuentas de Bullrich es solo un caso de una ola que acecha al Gobierno.
De
repente todo se paraliza. El tiempo, los datos y las imágenes quedan entumecidos en los monitores. Todos hacen clic una y otra vez y nada. Se ha perdido el control, o mejor dicho, este ha pasado a otro. Al hacker. Esta situación se ha vuelto cotidiana en las cuentas oficiales y en los sistemas informáticos de las dependencias de gobierno. En este descontrol, la ministra de Seguridad Patricia Bullrich fue la primera víctima visible. Pero no la última.
Según papeles a los que pudo acceder Noticias de fuentes cercanas a los hechos, no fueron treinta correos como le informó la Policía Federal al juez Sebastián Ramos, quien investiga el hackeo al Ministerio de Seguridad, sino más de doscientos mails afectados. Algunos pertenecientes a provincias como Jujuy, Chubut y Río Negro, entre otras. Incluso, va- rias corresponden al personal policial de estas jurisdicciones. Los correos habrían sido sustraídos del Sistema Nacional de Información Criminal (SNIC) que depende de dicho ministerio.
“Estoy medio paranoico”, dice el fiscal Horacio Azzolín, a cargo de la Unidad Fiscal Especializada en Ciberdelincuencia (UFECI), “por semana recibo varios intentos de hackeo. Hay organizaciones privadas que constantemente tratan de penetrar en las estructuras de gobierno en busca de información para luego venderlas”. Para el fiscal es apremiante “poner en agenda el tema de la ciberseguridad”.
NADIE SE SALVA. En diciembre hubo dos ministerios que se vieron afectados por el ciberdelito. Al de Producción, a cargo de Francisco Cabrera, le hackearon 18.000 cuentas que exponían datos personales, correos, teléfonos, perfiles en redes y documentos privados. Este ataque ha sido atribuido, en sitios especializados en temática hacker, a un extranjero cuyo nombre “artístico” es Kapustkiy. En un intercambio de mails con NOTICIAS, el señalado Kapustkiy reconoció -en su ciberjerga- su intervención en este convite, "fue un ataque por fuerza bruta con un toque de ingeniería social en el que probé