El fuego cruzado bonaerense
Dos atajos tiene la gobernadora María Eugenia Vidal para esquivar las esquirlas del fuego cruzado en el seno de la policía bonaerense: su todavía virtuosa imagen pública y las altisonantes declaraciones con las que sigue anunciando una (cada vez más difusa) guerra frontal a la corrupción.
Esta semana, el jefe de la bonaerense, Pablo Bressi volvió a ser señalado por encubrimiento a bandas narcos en una denuncia penal promovida por un ex jefe policial, que la justicia desestimó en plazo exprés. El blindaje a Bressi no tiene fisuras: además de los testimonios de sus ex mujeres acusándolo de violencia de género que recogió NOTICIAS el año pasado y de múltiples denuncias de vinculaciones con el narcotráfico, el gobierno provincial lo sostiene incluso haciendo oídos sordos a su aliada estratégica Elisa Carrió, quien afirmó públicamente que el jefe de la bonaerense “es cómplice de los narcos”, después de que Vidal desoyera sus advertencias en privado.
El embate inicial de la gobernadora contra las viejas prácticas, las cajas históricas de la maldita policía y el desplazamiento de viejos caciques, la dejaron con una porción de la bonaerense que alguna vez definió con resignación como “lo que hay”. Verdaderas por completo, a medias o falaces, las nuevas denuncias provenientes del seno de la fuerza, revelan un caos institucional del que no se sale con discursos de corrección política.