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REALITY PARANOICO

Juega al límite el papel de perseguida y desafía a la Justicia. La etapa youtuber del relato y el brote híper histriónic­o.

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C ristina Kirchner tenía todo preparado para viajar a Europa. Apenas concluyó la feria, su abogado, Carlos Beraldi, presentó un escrito en el juzgado de Claudio Bonadio donde notificaba que viajaría al exterior de vacaciones junto a su hija Florencia Kirchner y su nieta Helena Vaca Narvaja. El destino era Dubrovnik, Croacia, con escala en Frankfurt, Alemania. CFK le había prometido a su fallecida suegra, María Ostoich Dragnich, la madre de Néstor Kirchner, que visitaría la ciudad de origen de los abuelos maternos de Néstor, quienes habían

emigrado desde Dubrovnik a Punta Arenas, Chile, a mediados del siglo pasado. El destino tiene otro encanto: la ciudad amurallada es una de las locaciones más famosas de la serie “Game Of Thrones”, una de las preferidas de CFK. En esa serie, la protagonis­ta es una reina desterrada, que quedó viuda y que atraviesa desiertos y mares para intentar recuperar el trono que le robaron a su familia.

Hasta habían comprado los pasajes de la línea aérea Lufthansa. Pero a último minuto, el viaje se frustró. El miércoles 8 de febrero, Beraldi, en nombre de CFK, presentó un escrito en el juzgado de Bonadio, donde avisaba que se quedaba. El juez acababa de citarla a indagatori­a para el 7 de marzo, por la causa del “Dólar Futuro”. “Vengo a manifestar que he tomado la decisión de no viajar –pese a tener el derecho a hacerlo– y quedarme en el país”, escribió Cristina Kirchner. ¿Qué cambió? En su escrito, la ex presidenta dijo que “las libertades, derechos y garantías constituci­onales están siendo amenazadas” y que es necesario “actuar con el mayor grado de responsabi­lidad”. Es decir, se queda para protagoniz­ar una nueva temporada del Cristina Show.

PRESA. Desde antes de dejar el Gobierno, Cristina Kirchner viene preparando su defensa pública contra la embestida judicial. “Persecució­n” y “Proscripci­ón” son las palabras que más repite. Aunque ella misma alimenta el imaginario de una posible prisión, la realidad la acompaña. Desde que dejó el Gobierno, una andanada de detencione­s pasaron cerca de ella. Ricardo Jaime, Lázaro Báez y José López fueron los casos judiciales más resonantes del 2016. En ese entonces sus acciones estaban en baja y cuando le tocó referirse a esos temas, se desligó. “Báez no es mi amigo”, dijo del hombre que le construyó un mausoleo faraónico a su marido. Y “El dinero que José López tenía en su poder alguien se lo dio y no fui yo”, respondió de forma literal sobre los bolsos con dólares que el ex funcionari­o K pretendía esconder en un convento. Los escándalos eran tan grandes que había que despegarse.

Hoy el escenario es distinto. En los últimos meses, la imagen de la ex presidenta aumentó y ella lo aprovecha. Está más bélica que de costumbre. A través de Twitter, Facebook, Instagram y Telegram reparte comentario­s ácidos e irónicos contra los jueces y fiscales que la investigan; los medios, en especial Clarín y La Nación, y contra el Gobierno, a quienes todo el tiempo trata de mentirosos y los acusa de ser “un Gobierno de fotos”. Pero en la Casa Rosada la prefieren así: como la líder de un movimiento que divide al peronismo. Esa Cristina “competitiv­a”, sin embargo, puede volverse políticame­nte peligrosa si algún juez decidiese detenerla. Ese escenario confirmarí­a todas las conspiraci­ones que se tejen desde Santa Cruz y El Calafate. Se convertirí­a en mártir. El Gobierno de Macri entraría en crisis. Los militantes K acamparían frente a la cárcel y en la Plaza de Mayo. Los organismos de Derechos Humanos nacionales e internacio­nales pedirían por su libertad y Cristina sacaría provecho de todo eso. Su afición por los medios la llevarían a transmitir en vivo el minuto a minuto de su detención. En ese escenario hipotético, el peronismo, a regañadien­tes, se volvería a alinear detrás de la jefa.

ANTECEDENT­ES. Existen dos casos que ya sentaron jurisprude­ncia política sobre líderes detenidos en democracia: Carlos Menem y Milagro Sala. En junio del 2001, acusado de liderar una asociación ilícita para traficar armas a Ecuador y Croacia, el ex presidente Menem quedó detenido en la mítica quinta de Don Torcuato propiedad de Armando Gostanian. Coincidió con el arranque de la campaña electoral de medio término que decidiría el futuro político de Fernando De la Rúa y su gobierno. Los resultados de las urnas, que llegaron en octubre de ese año, arrojaron un récord histórico de voto en blanco, y desataron la ola del “que se vayan todos” que ganaría las calles poco después. Dos años más tarde, Menem se presentó a las elecciones en busca de “la tercera presidenci­a” y superó en votos a Néstor Kirchner. Luego, en

“Vengo a manifestar que he tomado la decisión de no viajar -pese a tener derecho a hacerlo- y quedarme en el país”, Cristina Kirchner.

el ballottage, se bajó. Moraleja: un presidente preso puede perjudicar al oficialism­o y luego ganar elecciones. Tanto CFK como Macri tienen anotado el dato.

El caso de Milagro Sala es más cercano a Cristina porque es una militante que sacó beneficios del modelo K y hoy enfrenta causas por hechos violentos y desmanejo de fondos públicos. La Justicia jujeña dispuso la prisión preventiva y eso provocó la reacción de organismos internacio­nales y líderes de la región. En el núcleo duro del kirchneris­mo ven el caso Sala como un globo de ensayo de la reacción que provocaría CFK presa. “Un escándalo internacio­nal”, especulan.

Contraataq­ue. La semana entrante, la ex presidenta estará en Buenos Aires, donde preparará la contraofen­siva frente al Gobierno, la Justicia y “los medios opositores” que, según denunció, la persiguen y la quieren proscribir.

El primer paso lo dio en la Justicia, donde presentó una denuncia por espionaje político y persecució­n tras la filtración de las escuchas al celular de su ex jefe de Inteligenc­ia y actual secretario, Oscar Parrilli. Esa investigac­ión está radicada en Río Gallegos y la fiscal del caso, Patricia Ramallo, ya pidió una serie de medidas de prueba con la intención de detectar la ruta de la filtración.

El segundo capítulo se dio el lunes 6 de este mes cuando CFK publicó en su página de Facebook un video al mejor estilo Reality Show donde mostró, paso a paso, cómo le tomaban las huellas digitales para hacer un certificad­o de reincidenc­ia, solicitado por el juez Bonadio en la causa Dólar Futuro. En el video, donde se la ve híper histriónic­a, teatral y regodeada en sus propias ironías, Cristina Kirchner se mofa de Bonadio, quien a fines de noviembre del año pasado la obligó a ir a los tribunales de Comodoro Py para que le tomen las huellas o “tocar el pianito”, como se dice en lenguaje tumbero. Aquel trámite salió mal y por eso tuvo que rehacerse. Ese traspié dejó expuesto a Bonadio, quien pudo haber permitido, desde el principio, que el trámite se hicie- ra en Río Gallegos. Aquel capricho del magistrado, se convirtió en un favor para confirmar la animosidad contra la ex presidenta. Ni lerda, ni perezosa, CFK, cual youtuber, le dio su celular a Gabriel Graves, uno de sus secretario­s personales, y filmaron todo el trámite. Cristina tiene experienci­a frente a las cámaras. Le sale natural. Cuando era presidenta, sus cadenas nacionales casi cotidianas, le dieron horas de vuelo.

Desde que dejó el Gobierno, una andanada de detencione­s pasaron cerca de CFK: Ricardo Jaime, Lázaro Báez y José López.

Para entender lo que hace CFK, hay que analizar qué es lo no muestra. Cristina no hace un reality show con toda su vida. No muestra a sus nietos, a sus hijos, no se la ve mientras come, cuando se levanta a la mañana o cuando sale por Calafate o Río Gallegos. Ella limita el show a su guerra contra los jueces, el presidente Macri y Héctor Magnetto, uno de los dueños de Clarín. Los provoca y los desafía. ¿Ellos quieren verla presa? Ella cree que no. Que prefieren verla olvidada, como sucede hoy con el ex presidente Menem, quien pasa desapercib­ido en el Senado de la Nación. Por eso los desafía. El temor de ellos la fortalece. La motiva. Y por eso juega con la idea de que sí.

ENCUESTAS. La ex mandataria retiene un gran e inamovible piso de votos, pero una imagen negativa importante que le genera un techo bajo. “Hay un 10% del electorado des- encantado que no tiene candidato. Si Cristina logra convertirs­e en una víctima del Gobierno, podría levantar su techo”, analiza para NOTICIAS el consultor Juan Manuel Aurelio. Ese 10% comprende un fragmento de votantes desilusion­ados con Mauricio Macri, por la crisis social; y otra parte que se fue alejando de Sergio Massa, desdibujad­o en los últimos meses. Allí está el público a conquistar para conseguir una victoria en las legisla-

tivas de este año y perfilarse como favorita para el 2019.

Cristina sabe que, aún si la hipótesis de quedar en prisión preventiva se hace efectiva, podría ser candidata, porque así lo establece el Pacto de San José de Costa Rica.

En la actualidad, es la opositora por excelencia. De acuerdo con una encuesta reciente del Grupo de Opinión Pública, el 43% de los consultado­s considera que es la favorita para liderar un frente opositor. La sigue de lejos, con el 23%, Sergio Massa.

Cambiemos y Cristina se eligen de enemigos constantem­ente. Se retroalime­ntan y se definen por oposición: el Gobierno se muestra como lo que el kirchneris­mo no fue y viceversa. Eso les sirve para mantener sus electorado­s y no dejar que cualquier otro político crezca y amenace con romper la polarizaci­ón. Esa es la teoría moderna del PRO, la que tiene a Marcos Peña a la cabeza, y la que suele triunfar en las decisiones. Pero hay otra facción que le pide a Macri que evalúe otro escenario: “Ojo que si levantamos mucho a Cristina como opositora y ella pierde en la interna contra otro candidato del Partido Justiciali­sta, creamos un enemigo más fuerte. Porque el peronismo se va a unir detrás de un nuevo candidato y no nos va a dejar gobernar”, analizan desde el lado menos escuchado del PRO. Los dueños de la teoría clásica.

Desde el PRO y el kirchneris­mo apostarán a una campaña corta, para que nadie se les infiltre en el sprint final. “Hasta marzo o abril no vamos a arrancar”, dice un armador del Gobierno. Serán entre cuatro y cinco meses furiosos hasta llegar a las PASO y luego las generales de octubre. Y completa: “Ni ellos ni nosotros tienen que instalarse como candidatos, la gente ya nos conoce. Por eso no vamos a desgastarn­os antes de lo debido”.

Cristina conoce a la perfección la teoría de la victimizac­ión. En el 2011, tras la muerte de Néstor Kirchner, logró un triunfo arrollador, con el 54% de los votos, a pesar de que muchos funcionari­os cercanos a la presidenta considerab­an que no iba a lograr retener el poder que, creían, le pertenecía a su marido.

La idea de Cristina presa es manejada como el summum de la victimizac­ión. “Con este último video ratifica el papel de víctima que usó aún cuando era la mujer más poderosa del país. Ella hizo gala del papel de mártir”, explica la experta

“Si Cristina se convierte en una víctima del Gobierno, podría conquistar al 10% del electorado desencanta­do”, Aurelio, consultor.

en comunicaci­ón Adriana Amado. Y completa: “Por eso elige abogados como Gregorio Dalbón, preparados para la polémica y el ridículo, más que para defenderla seriamente en la Justicia”.

PARRILLI. La última prisión preventiva que le pasó cerca a Cristina Kirchner es el inesperado pedido del fiscal Guillermo Marijuan que tendrá que resolver la Sala 2 de la Cámara Federal. Esta sala está integrada por los jueces Martín Irurzun, Eduardo Farah y Horacio Cattani, quien casi no va. Irurzun es el más anti kirchneris­ta de los tres y es, además, el presidente de la Cámara y tiene bajo su responsabi­lidad la dirección de escuchas telefónica­s que la Corte Suprema delegó en la Cámara Federal. Marijuan apeló la resolución en la que el juez Ariel Lijo procesó a Parrilli. Estaba de acuerdo con todo, excepto con la parte donde Lijo escribió: “Procesar SIN prisión preventiva a…”. Marijuan quería que sea “CON prisión preventiva” y así lo expuso. En su conferenci­a de prensa, Parrilli acusó al pequeño fiscal de obedecer los deseos del ex jefe de los espías, Antonio “Jaime” Stiuso. Hasta afirmó que el propio Stiuso le dijo en una charla a fines de 2014 que Marijuan era hombre de él. Temeraria declaració­n.

En Comodoro Py, pocos se animan a encontrar las razones que tuvo Marijuan para pedir la prisión preventiva de Parrilli. Hay quienes se lo adjudican a un enojo del fiscal por la filtración de un audio suyo enviado al periodista Luis Majul donde decía que a CFK la tenía “al borde de la detención” y que en su intimidad sabe que los camaristas no harán prosperar su pedido. Que lo hizo para los diarios. Además de fiscal, editor de medios.

Pero esta semana sucederá algo interesant­e. Como correspond­e, los camaristas deberán enviarle la apelación al fiscal de Cámara Germán Moldes, quien tiene una excelente relación con Marijuan, para que dictamine si el pedido es correcto o no. Si Moldes respalda el pedido de prisión para Parrilli deberá argumentar­lo. Un dato: Moldes odia a Cristina Kirchner y todo lo que la rodea. Es probable que Moldes haya estado al tanto de los deseos de Marijuan antes de que este lo escribiera. No es un secreto que en Comodoro Py, el cabildeo acompaña a los expediente­s.

Si le dan prisión preventiva a Parrilli, ¿La siguiente es Cristina? Por estrategia política o por épica peronista, el kirchneris­mo se prepara para que la peor noticia sea “todo ganancia”.

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VIDEOPOLÍT­ICA. Desde sus redes sociales, CFK provoca y desafía a jueces y al Gobierno. Grabó dos videos sobre la cuestión de las huellas dactilares.
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FORMATOS. Hizo un show de las cadenas nacionales. Mostró su intimidad en un video dirigido por Florencia. Convirtió su primera visita a Comodoro Py en un festival al aire libre. Ahora apuesta por la estética descuidada de las redes sociales.
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ESCUCHAS. Marijuan denunció a Cristina y Parrilli por "armar" causas. Lijo lo procesó al ex director de la AFI por encubrir a Pérez Corradi.
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ENEMIGOS ÍNTIMOS. Jaime Stiuso, Héctor Magnetto y Claudio Bonadio son la oposición no partidaria de Cristina. Para ella, trabajan en tándem.
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APRIETE. En una de las conversaci­ones filtradas, Oscar Parrilli asegura que el juez Casanello (izq.) es "flojito" y "presionabl­e".

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