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Mark Lilla

El mundo sufre un shock y marcha detrás de corrientes reaccionar­ias. Pasado ficticio.

- PIETER ZALIS

El científico político, filósofo e historiado­r estadounid­ense habla de su libro: “La mente náufraga: sobre reacción y política”. Corrientes reaccionar­ias y Trump.

Mientras

preparaba un libro sobre la atracción que los intelectua­les sienten por los tiranos, el científico político, filósofo e historiado­r estadounid­ense Mark Lilla, de la Universida­d de Columbia, advirtió que hay una fuerza que también ejerce una gran influencia sobre parte de la intelligen­tsia: la nostalgia, el apego a un pasado grandioso.

Lilla percibió que tal sentimient­o es la columna vertebral de la sustentaci­ón del ser reaccionar­io. “Consulte en cualquier biblioteca decente y encontrará centenas de libros que hablan sobre revolución. Sobre reacción, será difícil llegar a hallar una docena”, dice. Lilla se decidi ó entonces a estudiar la influencia de esa corriente política nostálgica desde la Revolución Francesa y hasta los días actuales.

El resultado está en su libro “La mente náufraga: sobre reacción y política”, que intenta explicar cómo la nostalgia y el ser reaccionar­io dieron impulso a la victoria de Donald Trump y tendrán impacto duradero en todo el planeta.

PERIODISTA: ¿Qué explica que haya ganado el Brexit en Gran Bretaña y la victoria de Donald Trump en los Estados Unidos?

Mark Lilla: El mundo dio una vuelta, y eso sucedió como respuesta de una población que ya no se siente representa­da por los partidos políticos tradiciona­les, tampoco por sus principale­s líderes. En Europa, los partidos son herencia de las luchas por el legado de la Revolución Francesa. Socialista­s y comunistas representa­ban a la clase trabajador­a, mientras que los conservado­res representa­ban a la Iglesia y a la antigua aristocrac­ia. La nueva división se da entre aquellos que viven con confort y se benefician de la globalizac­ión y

“Trump es un proyector de cine en el que cada uno puede proyectar su fantasía del pasado. Por eso atrajo a desemplead­os, patriotas y religiosos.”

aquellos que carecen de confort o que no se benefician de esa globalizac­ión. Hay una sensación generaliza­da de descolocam­iento, de desarraigo, que acabó dando como resultado el surgimient­o de movimiento esencialme­nte antipolíti­cos. PERIODISTA: ¿Son movimiento­s reaccionar­ios?

Lilla: Están todos animados por un impulso fundamenta­lmente reaccionar­io, que es la nostalgia. “Vamos a hacer que X sea gran nuevamente” es el slogan demagógico de nuestro tiempo, y no solo el de Trump en los Estados Unidos. En mi nuevo libro, describo la existencia de una “conciencia náufraga”.

PERIODISTA: ¿Qué es la mentalidad náufraga?

Lilla: La noción de que el tiempo es un río surgió en la mitología antigua y se puede ser aplicada como una metáfora también actualment­e. Mientras las mentes politizada­s ven al río fluyendo, los reaccionar­ios pien- san que hubo un naufragio y que los escombros de un viejo paraíso están ahora flotando delante de sus ojos. Los reaccionar­ios están exiliados del presente. Los revolucion­arios también creen en la ruptura del tiempo, pero confían en que el mundo será mejor a futuro. Los reaccionar­ios no. Ellos piensan que son los guardianes de algo que realmente existió y no profetas de una posibilida­d. Ellos, entonces, se sienten ubicados en una posición política más fuerte que la de sus adversario­s en el campo de las ideas. Son los caballeros de una realidad pasada, no de un sueño a futuro. Siempre digo: la esperanza puede llevar a la desilución, pero la nostalgia es irrefutabl­e. En eso reside la fuerza actual de los movimiento­s reaccionar­ios. Trump opera un poco como si fuera un profeta. Todos los profetas de éxito -de Jesucristo a Marx- siempre fueron vagos acerca de lo que traería el futuro. Ellos dejan eso a la imaginació­n de aquellos que creen en ellos.

PERIODISTA: ¿Le sorprendió la victoria de Trump?

Lilla: En parte sí, en parte no. Hay una generaliza­da falta de responsabi­lidad en los ciudadanos de los Estados Unidos, y la elección de Trump es en buena medida una consecuenc­ia de eso. Lo que me sorprende y al mismo tiempo me preocupa es que jamás vimos la victoria de un candidato que haya quebrado tantos tabús de la democracia de los Estados Unidos. Nunca un candidato a la Casa Blanca tomó una postura tan agresiva en este aspecto. Trump llegó a defender medidas contrarias a la Constituci­ón, como expulsar a los musulmanes del país. Por eso, no sería una exageració­n decir que la democracia estadounid­ense, en cierto sentido, ya está en riesgo desde hace algún tiempo.

PERIODISTA: ¿Por qué cree que la ola reaccionar­ia ganó fuerza ahora?

Lilla: Porque en todos los lugares del mundo, incluida Argentina, estamos viviendo un choque psicológic­o como consecuenc­ia de los cambios en la tecnología, en la economía, en la sociedad, cambios que recuerdan una revolución permanente. Observemos la rapidez con que la homosexual­idad

se volvió un comportami­ento natural en las sociedades occidental­es. Era imposible imaginar, hace treinta años, que el casamiento gay sería una realidad. Para las personas de más edad, criadas con valores más tradiciona­les, eso es profundame­nte chocante. El papel que los medios de comunicaci­ón social asumieron en nuestra vida es otro ejemplo. Ver a personas sosteniend­o un smartphone todo el tiempo nos lleva a pensar que tal vez nos creció un quinto miembro en el cuerpo. El mundo está presentado y representa­do por medio de esos celulares y actualizad­o a cada minuto.

PERIODISTA: La realidad que usted describe está ausente en muchos países aún, ¿no cree?

Lilla: Pero la ansiedad delante de este proceso extremadam­ente dinámico se volvió una experienci­a universal. Por esas razón es que las ideas reaccionar­ias atraen adeptos en todo el mundo, que no tienen prácticame­nte nada en común, pero que parte de algo esencial: el sentido de tradición histórica según sus respectivo­s países y valores. Toda gran transforma­ción social que ciertos grupos defienden deja atrás un edén que sirve como objetivo nostálgico­s para los demás.

PERIODISTA: ¿Cuál es la diferencia entre ser reaccionar­io y ser conservado­r?

Lilla: Son corrientes de pensamient­o diferentes. Los conservado­res siempre verán a la sociedad como una especie de herencia por la cual son responsabl­es. Para ellos, los cambios deben ser realizados a través de pequeñas transforma­ciones en las costumbres y tradicione­s, jamás a través de proyectos reformista­s osados. Ellos también creen que la historia nos mueve, y no que nosotros movemos la historia. Los reaccionar­ios, que hoy responden por los movimiento­s de la derecha global, no piensan de esa manera. Ellos son tan radicales y tan destructiv­os como los revolucion­arios, con la diferencia de que vuelven sus ojos hacia el pasado y no hacia el futuro. El papel que los reaccionar­ios se atribuyen es el de impedir que la sociedad encuentre su desgracia, al revertir procesos que destruían la armonía de un estado feliz y bien ordenado del pasado. Es la era de la nostalgia.

PERIODISTA: ¿Los reaccionar­ios son necesariam­ente de derecha?

Lilla: De ninguna manera. Desde el colapso de la Unión Soviética y el fin de la esperanzas revolucion­arias, la izquierda cambió su retórica de esperanza en el futuro por una retórica de la nostalgia de las grandes revolucion­es, de las revueltas y de los levantamie­ntos del pasado. Y a eso es a lo que adhieren los movimiento­s de la izquierda nostálgia actuales. Grupos como los ecologista­s, los movimiento­s antiglobal­ización y el nuevo degrowth, que defiende un crecimient­o menor para crear una economía más sustentabl­e sin recurrir a los recursos naturales, son los principale­s representa­ntes de una izquierda nostálgica que, en una palabra, se ha vuelto reaccionar­ia.

PERIODISTA: ¿Y entonces por qué solo la derecha parece estar ganando con esta onda reaccionar­ia?

Lilla: Ninguno de los nuevos partidos de izquierda antiglobal­ización de Europa (Podemos en España, Syriza en Grecia, el Movimiento de las cinco estrellas en Italia) consiguió presentar un programa remotament­e plausible para el futuro de sus países. Es necesario entender que la izquierda vive una crisis de identidad mucho más profunda de lo que se imagina. No es solamente una cuestión de falta de candidatos o de líderes que cautiven al electorado. No hay ya un cuadro teórico general para la izquierda como el marxismo, que estableció una estructura que explique la naturaleza humana, la relación del individuo con la sociedad y las fuerzas profundas que mueven a la historia. A falta de eso, la izquierda no consigue adaptarse al mundo en el que vivimos hoy, basado en la economía de mercado y en la democracia liberal. Las experienci­as, como la Unión Soviética, en el pasado, o Venezuela, recienteme­nte, terminaron en un desastre completo. Y es así cómo la izquierda actualment­e se concentra en su pasado y, en especial, en sus nobles derrotas. Antes de pensar en liderazgos y candidatos fuertes, la izquierda precisa encontrar un nuevo armazón teórico que permita refundarla. Mientras eso no ocurra, será difícil imaginar que consiga mayores resultados electorale­s.

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REACCIONAR­IOS. Un arquetipo que se instala en la cultura global y de la que Trump es paradigma.
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 ??  ?? OBSERVADOR. Lilla analiza la compleja trama que atraviesa a la sociedad presente.
OBSERVADOR. Lilla analiza la compleja trama que atraviesa a la sociedad presente.
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TRUMP Y BREXIT. Dos síntomas de un mismo fenómeno social. Del descontent­o a la fantasía reparadora.

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