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Tiempo de parches

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Ya desde la época de su gestión en la Ciudad, Mauricio Macri se caracteriz­ó por sus marchas y contramarc­has, cada vez que se convencía de que había metido la pata, o que las encuestas le marcaban que la mayoría lo pensaba. En pleno reinado kirchneris­ta -donde las correccion­es y autocrític­as públicas eran tabú-, las idas y vueltas del ex dirigente boquense parecía el síntoma de un líder inseguro, que nunca llegaría a las grandes ligas. La Historia desmintió a casi todos los analistas agoreros que vaticinaba­n un estancamie­nto irreversib­le de Macri. Una vez logrado el objetivo de la Presidenci­a, aquella manía de tomar decisiones y, ante la queja pública, deshacerla­s, empezó a ser revaloriza­do por los gurúes del PRO. “Aprendemos de los errores”, explican. “Sabemos escuchar”, se ufanan, polarizand­o con el testarudo estilo K.

Ahora asistimos a un nuevo capítulo del relato de la prueba y error. Esta vez, enfocado en la corrupción. O en la transparen­cia: según cómo se mire. “Conflicto de intereses”, le llaman, felices de haber encontrado un eufemismo cool. Y para que la cuestión no se vuelva una crisis institucio­nal permanente, el oficialism­o tiene que comunicar casi diariament­e un nuevo parche para tapar la gigantesca contradicc­ión entre un Estado pobre y un clan presidenci­al rico con demasiados vínculos estatales. Por eso el Presidente tuvo que anunciar una inminente batería normativa para deslindar estrategia­s patrimonia­les familiares de sus decisiones como jefe de Estado. Por eso en la flamante Avianca Argentina presentó su renuncia el vicepresid­ente Carlos Colunga, acaso para borrar los incómodos rastros de macrismo en la línea aérea -ex MacAir- beneficiad­a por la nueva era aerocomerc­ial, que se cargó a la CEO estrella Isela Costantini. Parche tras parche, el relato avanza. Queda ver si por buen camino.

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FOTO: PABLO QUARTEROLO.

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