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Volvió la calle

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Sin lugar a dudas, la agenda de la semana tuvo como escenario la calle. Síntoma de la impacienci­a social con el nuevo relato oficial que promete un país mejor que no termina de aparecer. Pero la dinámica que tomó el acontecimi­ento callejero más importante de todos -la marcha de la CGT-, que derivó en incidentes y escenas de confusión política, también reveló un síntoma complement­ario al que preocupa al Gobierno: el liderazgo de la cúpula sindical está empezando a ser cuestionad­o por las bases, más cercanas a las urgencias sociales que a los tiempos largos de las estrategia­s político-electorale­s.

Los voceros oficiales lograron persuadir a los voceros extraofici­ales de la prensa amiga para que difundan la noción de que el macrismo no está contento, ni siquiera aliviado, con el crack de conducción que se manifestó en los disturbios de la marcha del martes 7: según esta versión instalada, al PRO le preocupa la ausencia de un interlocut­or claro y contenedor de masas para ne- gociar con el movimiento obrero (lo mismo deslizan acerca de la dirigencia empresaria atomizada). Es tan lógico como cierto. Pero no es toda la verdad. La parte no dicha es que el tropiezo de la CGT abona la postura presidenci­al (tal como quedó rubricada en su discurso en el Congreso) de alimentar la grieta con el cristinism­o, para seguir demorando la reorganiza­ción del peronismo, al menos hasta las elecciones legislativ­as de medio término. El breve aquelarre sindical-justiciali­sta de la semana, si bien volvió a mostrar capacidad de movilizaci­ón y de capitaliza­ción del descontent­o popular, dejó muy claro que el PJ todavía representa más la causa de la crisis que atraviesa la Argentina que la posibilida­d de una salida alternativ­a. Pero eso solo le sirve al Gobierno en tanto no se duerma en los laureles de la culpa ajena.

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FOTOS: TELAM.
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CONFUSIÓN. La movilizaci­ón sindical mostró fuerza y descontent­o pero también desunión y liderazgo dudoso.

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