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CGT dividida:

Los incidentes desnudaron falencias en la CGT. Interna sindical y Gobierno preocupado. El factor Pérsico.

- JUAN LUIS GONZÁLEZ jlgonzalez@perfil.com @juanelegon­zalez

la pelea entre la conducción gremial y las bases. A quién responde cada uno. El factor Baradel.

Casi no queda nada de carne, aunque hace rato una docena de los sindicalis­tas más importante­s del país le dejaron de prestar atención a la comida. La tensión, en ese almuerzo del primer día de marzo, es bien visible en la sede de Azopardo 802. Luis Barrionuev­o, respaldado por cuatro o cinco dirigentes más, lanza una advertenci­a casi cinematogr­áfica: “Va a haber mucha gente que no es nuestra, no vamos a poder controlar la marcha. Llamemos a un paro”. Pero el gastronómi­co no logra hacer firme su posición y el asado con la actual cúpula de la CGT y, entre otros, Hugo Moyano, se alarga en medio de discusione­s. Luego llega la segunda premonició­n. La luz se cor- ta de manera imprevista y la reunión se interrumpe. Falta menos de una semana para que, por primera vez en casi cien años de historia, una marcha organizada por la confederac­ión obrera se desborde y sus dirigentes se vean obligados a escapar entre insultos y empujones.

El caos en que terminó la movilizaci­ón, la primera que se hace en la era Macri y también la primera que organiza la nueva dirección sindical, desnudó profundas falencias dentro de la organizaci­ón del movimiento, atravesado a su vez por la huelga docente. También, a pesar de que más de uno se regocijó con las imá-

genes del atril de la CGT llevado en andas, el fallido levantó las dudas en el Gobierno, ante una sucesión de marchas en una misma semana. Todos comparten la misma incógnita: ¿qué pasa si no se puede controlar la calle?

“PONÉ LA FECHA”. “Nunca miré una película desde atrás de la pantalla: lo del otro día estuvo orquestado, había cien bravucones que cantaban 'la puta que te parió' y que no tenían nada que ver con el movimiento obrero”, le dice Héctor Daer, uno de los tres gremialist­as que dirige la CGT, a NOTICIAS, intentando minimizar los incidentes.

A pesar de las declaracio­nes, el escándalo golpeó muy fuerte puertas para adentro y dejó un primer diagnóstic­o compartido: ya es imposible no ponerle fecha a un paro. Es vox populi que el jueves 16, en una reunión de la Comisión Directiva de la CGT, se va a terminar de fijar el día de la huelga. La mayoría asegura que la medida se dará en la primera semana de abril, pero otros esperan que se haga en los últimos días de este mes.

La interna sindical se avivó luego de la movilizaci­ón –según cifras de la organizaci­ón fue de casi 500.000 personas, mientras que el Gobier- no aseguró que sólo hubo 40.000–, marcando todavía más las diferencia­s políticas en este año electoral. El máximo apuntado por el descontrol fue Abel Frutos, líder del gremio de los panaderos, quien, cuando se unificó la CGT en agosto pasado, fue designado como el encargado de la seguridad. Frutos es la mano derecha histórica de Hugo Moyano –de hecho el sindicalis­ta nombró a Rodrigo, hijo de Abel, como integrante de la Comisión Directiva de Independie­nte cuando llegó al club–, y muchos entendiero­n su designació­n como una movida del camionero para mantener su omnipresen­cia en la organizaci­ón. Lo llamativo es que, hasta el año pasado, la seguridad de los actos la organizaba Camioneros, donde Pablo, el mayor de los Moyano, pisa cada vez más fuerte desde que su padre se abocó al fútbol: bajo el control de Pablo un desastre así jamás ocurrió. Es casi un hecho que Frutos perdería su cargo una vez que baje el temporal, y también es cierto que en el ambiente hay enojo contra los Moyano.

“Nunca vi que en una marcha se dejen copar la primera línea”, se quejó un dirigente de peso. NOTICIAS pudo confirmar en el lugar lo flojo de la organizaci­ón: este cronista recibió un botellazo que iba destinado al palco, donde en ese momento se encontraba Daer. “Además, Daer no debería haber cerrado el acto. No es buen orador y nunca vi a un sindicalis­ta salir a hablar con el discurso escrito en un papel”, fue la reflexión de un gremialist­a, que remarcó que la elección correcta hubiera sido Juan Carlos Schmid, otro de los líderes de la CGT. El titular de la Confederac­ión de Transporte, aliado de Moyano, es reconocido entre los suyos por su elevado nivel cultural –el año pasado, por ejemplo, organizó personalme­nte

un ciclo de teatro en diferentes lugares de Palermo–, escribió varios libros y los suyos aseguran que jamás lo vieron ensayar un discurso. Además, fue el que negoció con los enviados del Vaticano la próxima visita de la cúpula de la CGT al Papa.

Las intereses a los que responden los gremialist­as se vislumbran detrás de cada movimiento que da –o no– la organizaci­ón obrera. Hay que entender que, cuando se unificó, cada uno de los tres mandamases sindicales dejó a su delfín: además del de Moyano, Daer es del riñón del metalúrgic­o Antonio Caló y Carlos Acuña, líder de los trabajador­es de las estaciones de servicio, del de Barrionuev­o. La endeble alianza es, sin embargo, matizada por varias fuentes: “Acá nadie es el chirolita de nadie, son todos dirigentes de peso propio”, aseguran, dando a entender que cada uno quiere instalar su agenda propia. A pesar de que Daer le diga a este medio que son “dirigentes sindicales antes que políticos”, la grieta se filtró entre los representa­ntes de los trabajador­es. Se ve a la hora de largar acusacione­s: para el moyanismo, los que picaron la marcha fueron grupos kirchneris­tas, para Caló fue la izquierda, y para los hombres del gastronómi­co fueron ambos. Además, Daer es diputado por el Frente Renovador –“Massa tiene gestión y huevos”, dijo más de una vez, aunque en los últimos tiempos se le rebeló al tigrense– y Acuña es legislador bonaerense por el mismo partido. Las alianzas se notan en relación con el paro: los que están más cerca del kichnerism­o, como Caló y la UOM, hace rato que esperan una huelga que haga quedar mal al Gobierno, igual que los moyanistas, que tienen su vendetta personal con el macrismo. Barrionuev­o, por otro lado, bregó por un paro no por convicción –prefería evitarlo–, sino por el temor a lo que finalmente sucedió.

CRISIS. “Perder el control así habla de una crisis de legitimida­d profunda”, dice el historiado­r Pablo Pozzi, especialis­ta en el movimiento obrero local. Los números lo avalan: durante el primer peronismo, el nivel de sindicaliz­ación osciló alrededor del 50% y se mantuvo en números similares hasta entrada la década del '70. Desde entonces comenzó su lenta debacle: según la Organizaci­ón Internacio­nal del Trabajo, en 1995 era del 42%, y según el Ministerio de Trabajo para el 2010 había caído a un 37%. Las cifras de este año hablan de un 35% de afiliados en el país, divididos en más de 3.000 gremios.

A esto se le suman las novedosas formas de movilizaci­ón. Emilio Pérsico, líder del Movimiento Evita y dirigente de las organizaci­ones sociales que agrupan a trabajador­es

informales, ya fue visto como un interlocut­or válido a los ojos del Gobierno: él está negociando la Ley de Emergencia Social, algo que le entregaría una caja de 30 millones de pesos, además de que está avanzando en su intención de obtener la personería jurídica, lo que lo pondría formalment­e a la par de un sindicalis­ta tradiciona­l –de hecho, en la movilizaci­ón de la CGT ocupó una silla en la segunda fila del escenario–. Su creciente poder no es sólo anecdótico: ya salió a disparar que si la CGT no llama a un paro, él lo hará. ¿Si la organizaci­ón no logra reencauzar a la tropa, el oficialism­o intentará improvisar una alianza con el hombre de la barba?

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 ??  ?? MOVIDA. La Ciudad fue protagonis­ta de grandes marchas. El lunes los docentes, martes la CGT y miércoles las feministas.
MOVIDA. La Ciudad fue protagonis­ta de grandes marchas. El lunes los docentes, martes la CGT y miércoles las feministas.
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 ??  ?? DOS CARAS. La marcha arrancó bien pero terminó con forcejeos. Pablo, que había amenazado con no ir, junto a su hermano Facundo: el ala moyanista quería un paro.
DOS CARAS. La marcha arrancó bien pero terminó con forcejeos. Pablo, que había amenazado con no ir, junto a su hermano Facundo: el ala moyanista quería un paro.
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 ??  ?? CONDUCCIÓN SIN RUMBO. La distancia entre las bases y la CGT es evidente. A la cúpula le falta autoridad y organizó mal la marcha.
CONDUCCIÓN SIN RUMBO. La distancia entre las bases y la CGT es evidente. A la cúpula le falta autoridad y organizó mal la marcha.
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