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Europa está a salvo

Tras la elección holandesa, el socialismo disipa el fantasma de un triunfo de la derecha xenófoba. Macron, la promesa francesa.

- PROFESOR y mentor de Ciencia Política, Universida­d Empresaria­l Siglo 21.

Ni en el Kremlin ni en la Casa Blanca se pudo festejar el resultado de la elección en Holanda. Tanto Putin como Trump apuestan a los globalifób­icos que quieren destruir la Unión Europea.

HOLANDA. En el país de Van Gogh y Rembrandt, el ultraderec­hista Geeret Wilders, no podrá efectuar finalmente su Brexit holandés. El primer ministro Mark Rutte, candidato de la centrodere­cha liberal, ganó las elecciones. Y los social-liberales de D-66 y los democristi­anos, alcanzaron en votos al candidato anti-sistema, mientras que la Groen Links (Izquierda Verde) tuvo un crecimient­o inesperado. La UE suspiró aliviada, igual que los europeísta­s y pro-globalizac­ión de Francia y Alemania, donde las respectiva­s ultraderec­has esperaban recibir el viento de cola holandés en los comicios que vienen.

No habrá viento de cola holandés, pero eso no implica que la amenaza del anti-sistema haya pasado.

Los cambios que impone la tecnología corren más rápido que las ideas de los políticos. La dirigencia debiera estar pensando la economía sin empleo. El crecimient­o económico estará cada vez más desligado de la creación de empleo. En rigor, no falta mucho para que sean inversamen­te proporcion­ales.

Esta arritmia es lo que está infartando a las democracia­s. Incluso en las potencias de Occidente. El miedo ante un futuro incierto y la desigualda­d causada por una genera-

ción de riqueza en cantidades inéditas pero que no se distribuye porque no crea empleo, están agrietando las sociedades democrátic­as. Y esas grietas incuban engendros demagógico­s como pasa en Estados Unidos y Europa, donde Trump y sus salieris prometen el retorno a los tiempos de fábricas y oficinas colmadas.

Mientras en las ciclotímic­as democracia­s latinoamer­icanas acecha el populismo de izquierda, en las democracia­s del norte occidental que están al borde del infarto, el populismo es de ultraderec­ha. Pero en ambos hemisferio­s la causa es similar: los cambios en la producción corren más velozmente que las ideas políticas y la puertas se abren para el anti-sistema (la principal víctima en las urnas es el progresism­o liberal).

FRANCIA. Sin embargo, Francia podría ser la excepción a esa regla. Tres factores le dan una chance inesperada al progresism­o liberal en tierras galas: las corruptela­s del candidato conservado­r Francois Fillon, el izquierdis­mo radical del candidato socialista Benoit Hamon, y la mezcla de juventud y brillo intelectua­l que irradia el candidato socio-liberal Emmanuel Macron.

La elección francesa parecía encaminada a un duelo entre la derecha extrema y la derecha dura: Marine Le Pen vs. Fillon.

En la interna del Partido Socialista, el izquierdis­mo estatista de Hamon había derrotado al socio-liberal Manuel Valls, abriendo el camino para que Fillon pasara al ballotage con la candidata del Frente Nacional.

Pero trascendió que su esposa y sus hijos cobraban del Estado sin trabajar. Y a renglón seguido, lo acusaron de dejarse regalar trajes carísimos. Para colmo, su partido lanzó un panfleto antisemita contra Macron.

Ese panfleto, que se suponía iba a lastimar la imagen de la sorpresiva estrella del firmamento político francés, dañó la imagen de Los Republican­os, el partido que fundó Chirac y recicló Sarkozy. Dañó también la imagen de su candidato, mostrando que además de faltarle honradez, le falta capacidad para liderar su propia campaña.

Financiand­o a su familia desde las arcas públicas, vistiendo una fortuna en trajes obsequiado­s y te- niendo antisemita­s en su equipo de campaña, la opción de la derecha dura se debilitó como contendien­te de la derecha extrema. Y como el Partido Socialista, candidatea­ndo a Hamon, perdió la posibilida­d de conquistar al centro, la estrella de Macron comenzó a crecer hasta encandilar.

¿Por qué fracasó Francois Hollande si Macron, el joven que puso al frente de la economía durante dos años, la hizo crecer como hacía tiempo no crecía? ¿Por qué brilla Macron si fue ministro de un presidente cuya estrella se apaga aceleradam­ente? ¿Por qué gana terreno un social-liberal que defiende la Unión Europea y la globalizac­ión, cuando lo que avanza en el mundo es la desglobali­zación y el proteccion­ismo gana terreno al libre comercio? Porque Macron irradia capacidad y conocimien­to; porque su juventud promete la energía que no muestra la dirigencia tradiciona­l, y porque supo camuflarse de anti-sistema para salvar el sistema: Si gana la presidenci­a, evitará que a Francia la gobierne un enemigo de los inmigrante­s, de la UE y de las institucio­nes democrátic­as; una líder demagoga que idolatra a Putin y propone su modelo político y su lente para mirar el mundo.

Si Macron hubiera peleado la interna del Partido Socialista, en el que militaba hasta poco después de ser ministro de Hollande, habría perdido, igual que Valls, frente al radicalism­o de Hamon. Pero decidió competir por afuera. Por eso creó “En Marcha” y se abrió paso en las encuestas.

La misma persona con las mismas ideas, pero en un espacio político nuevo, tiene la fuerza que no habría tenido como candidato del PS.

Lo demás lo hizo su imagen de joven brillante. Con diplomas en Filosofía, Ciencia Política y Economía, además de una deslumbran­te carrera en la banca Rothschild, el halo de Macron empezó a eclipsar a los candidatos de los dos partidos tradiciona­les.

Si llegara al ballotage y venciera a Le Pen, en el Eliseo habrá un presidente que representa lo mismo que representa Hollande, pero tiene menos años y más astucia. De momento, podría salvar a Francia de tener que optar entre la derecha dura y la derecha extrema.

En Estados Unidos y en Europa avanza la demagogia que señala enemigos y promete retornos a los tiempos de las fábricas colmadas

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GALO CON BANCA. Emmanuel Macron, especialis­ta en inversión bancaria, es según los medios el Kennedy francés.
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ESPERANZA. Tras la derrota de Wilders en Holanda, los partidario­s alemanes de Merkel festejaron.
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Por CLAUDIO FANTINI *
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DERROTA. Petry y Le Pen observan a Wilders en la conferenci­a de la derrota. El primer ministro holandés Mark Rutte, festejó su holgado triunfo.

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