Identidad en construcción
Después és de un marzo multitudinario y tumultuosot lt en lasl calles,ll el Gobierno recuperó la escena el primer día de abril. El 1A quedó demostrado que no sólo el conflicto social tiene bases firmes y justificadas: también lo tiene la expectativa en que Mauricio Macri consolide su gestión y su liderazgo para dejar atrás definitivamente al kirchnerismo. Dicha tensión define el arranque del año electoral y deja entrever una nueva (y vehemente) apuesta a la polarización.
El macrismo es una identidad en veremos. Las marchas en las principales ciudades del país le dieron aire y una fisonomía lejana a las liturgias políticas tradicionales. Aliviado por la expresión masiva de apoyo, el Presidente endureció su discurso y "eligió" el enemigo: las mafias, que no vendrían a ser otra cosa que distintas variantes del peronismo partidario y sindical en vísperas del primer paro general.
Todo movimiento que nace se define más por lo que rechaza que por aquello que propone, pero institucionalidadi tit i lid d y democraciad i parecen ser los ejes en torno a los cuales se pretende darle forma. Claro que, para consolidarse, las corrientes y sus cacicazgos requieren éxitos económicos que, si no llegan, pueden desvanecer lo alcanzado, sobre todo si se anclan en sectores sociales tan volátiles en sus convicciones como la clase media-media alta.
El martes a la noche, Marcos Peña, Mario Quintana y Gustavo Lopetegui visitaron a los diputados de Cambiemos para darles una misión: redoblar en todo el país las visitas a los votantes, casa por casa, empezando por los más humildes. El jefe de gabinete y sus dos principales lugartenientes fueron a comer un asado con los legisladores a fin de templar les el ánimo tras el oxigenante 1A. Se los veía risueños, al cabo de un día especial: mientras Macri llamaba a derrotar a las mafias, el juez Bonadío procesaba a la familia K completa por "asociación ilícita".