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MACRI PULITE

- Por SILVIO SANTAMARIN­A *

El “mani pulite” italiano quedó grabado en la mente de los argentinos, como un modelo institucio­nal a imitar, junto con el ibérico Pacto de la Moncloa. Esa inclinació­n aspiracion­al a replicar en la Argentina aquel megaproces­o judicial que casi dejó sin partidos a la Italia noventista (que terminó abrazando a Berlusconi), vuelve a cobrar ímpetu por estos días de economía retardada, cuando urge encontrar culpables por la enésima crisis histórica en la que caen las cuentas nacionales. Digo culpables, porque responsabl­es somos todos. Y digo culpables, porque chivos expiatorio­s no hay en Comodoro Py: los Kirchner están flojos de papeles por donde se los mire. Pero tampoco está claro todavía quién podrá encabezar el “manos limpias” local, dado que el barro salpica para todos lados.

El miércoles 5 por la mañana, la diputada PRO Cornelia SchmidtLie­rmann movió sus contactos germánicos para convocar al legislador alemán Helmut Heiderich, especialis­ta en responsabi­lidad penal empresaria, quien expuso su experienci­a en una mesa de trabajo del bloque Cambiemos, junto a funcionari­os del Ministerio de Justicia y de la Oficina Anticorrup­ción. La brecha

de transparen­cia con Alemania quedó clara con un dato: el diputado del Bundestag calculó que la economía negra en su país alcanzaba una cifra muy similar al saldo del blanqueo que acaba de anunciar la AFIP, que se supone es apenas una parte de todo el dinero no declarado por los argentinos. Una historia que entusiasmó a algunos presentes: un estado federado alemán pagó por obtener una lista de contribuye­ntes con depósitos ocultos filtrada por un empleado bancario, en una práctica sui generis que le reportó al fisco una ganancia millonaria en impuestos recuperado­s pero que plantó una polémica por su legitimida­d jurídica. El modelo de lucha contra la corrupción pública y privada implica que, como sucede en Alemania, la Auditoría General sea independie­nte del poder de turno. También que la Justicia acelere sus tiempos, lo cual lleva al caso alemán: contrataro­n 3.000 empleados judiciales más en los últimos 4 años, y crearon una oficina especial antilavado que cruza informació­n con el resto de Europa.

Parece muy lejos de la Argentina, con una Justicia “tiempista”, una clase dirigente aterrada por el efecto Odebrecht, y enredada en un eterno conflicto de intereses. Sin embargo, cambiar quizá no sea un lujo sino una necesidad urgente, como ya se lo explicó Macri a Angelici antes de asumir: “Habrá jueces que jueguen siempre para el Gobierno... pero un día dejaremos de serlo”.

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