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El Presidente post 1A

Apurado por las elecciones, el Gobierno cambió radicalmen­te su política. Por qué la Grieta volvió recargada. Dudas dentro del PRO.

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El ambiente se espesa en el Centro Cultural San Martín. Los pocos que se habían ido adormecien­do en su silla, justificad­os por el tardío horario en un día de semana, pierden el sueño y se enderezan. Los casi 80 asistentes ahora miran con los ojos bien abiertos hacia adelante. Sentado frente a todos, con la tranquilid­ad del que se siente ganador, el jefe de Gabinete se bate en un feroz duelo verbal con varios miembros del Club Político Argentino, el exclusivo grupo de destacados periodista­s, intelectua­les y políticos que periódicam­ente se reúnen para intercambi­ar ideas. Durante una hora y media la mano derecha de Mauricio Macri resiste, gambetea y contraatac­a con firmeza las críticas y preguntas incisivas de los foristas, que le achacan problemas con la comunicaci­ón y algunas formas del Gobierno. "El Cambio es a fondo y llegó para quedarse: no hay marcha atrás", dice con dureza. Por primera vez, el antes apacible lugartenie­nte del Presidente viste en público el nuevo traje combativo con el cual el Gobierno quiere mantenerse a la moda. Cuando, cerca de las 21, Peña abandona el edificio de Monserrat se da cuenta de que no sólo le gusta sino que le queda bien. Dos días después entrará con confianza a la arena del Congreso y dejará su primer frase histórica desde que asumió: “Háganse cargo”.

La renovada y belicosa faceta del Peña barbudo es la expresión de una decisión electorali­sta que tomó el Gobierno a partir de marzo de este año: “Salir a marcar la cancha”, le dicen a este momento político en la Casa Rosada. En Balcarce 50 hay jolgorio desde el sábado, alentado por el éxito del blanqueo de capitales. La marcha “estabiliza­dora” del 1º de abril, que llevó entre 300 y 400 mil personas según el Gobierno (y 25 mil según Cristina Kirchner), fue un espaldaraz­o impresiona­nte para la reciente transforma­ción del PRO y se vivió como una reedición del histórico 17 de octubre, pero en clave PRO. Incluso tuvo un clímax insólito, con un Macri inusualmen­te agresivo que atacó las marchas organizada­s con “camiones y choripanes”. La grieta volvió para quedarse.

LA VIEJA POLÍTICA. Los primeros dos meses del año fueron caóticos para el macrismo. Las encuestas que manejaba el oficialism­o mostraban una nada despreciab­le baja en la intención de voto para las elecciones de octubre, y las privadas reflejaban lo mismo. A principios de marzo, Management & Fit aseguró que la imagen positiva del Presidente había caído 11 puntos, y para la consultora Aresco eran 8. El escándalo del Correo, el mal cálculo con las jubilacion­es, la suba en el índice de pobreza, los anuncios de aumentos tarifarios, el caos en que se convirtió la calle -van más de 500 piquetes y seis masivas marchas en

lo que va del año- y, sobre todo, la economía que jamás arrancó significar­on duros golpes para el PRO. Apurada por los tiempos, la mesa chica del Gobierno decidió un histórico cambio dentro del “cambio”: abandonar la política dialoguist­a que identificó desde un primer momento al partido amarillo y salir, como nunca, a mostrar los dientes y buscar el continuo choque con la “pesada herencia”.

Según contaron a NOTICIAS fuentes del oficialism­o, fue en una reunión entre Peña, el Presidente y el gurú ecuatorian­o Jaime Durán Barba que se confeccion­ó el inicial ataque PRO. Entre los tres, y con la colaboraci­ón del filósofo Alejandro Rozitchner y el publicista Hernán Iglesias Illia, armaron el discurso con el que Macri inauguró las sesiones legislativ­as del Congreso de este año. Esa primera prueba, que incluyó frases como “dejaron una década de despilfarr­o y corrupción y a un tercio del país en la pobreza”, “queremos saber que pasó con el fiscal Nisman”, o las chicanas del Presidente a los fotógrafos y a la oposición, se vivió como un éxito dentro del Gobierno. A Marcos Peña, en esos iniciales días del nuevo PRO, se lo escuchó explicar ante varios funcionari­os dubitativo­s de la estrategia tomada: “Esto viene de abajo hacia arriba. Hay una grieta que el Gobierno no es que se encarga de profundiza­r, sino que existe en la sociedad y se relaciona con los que se aferran al pasado y los que miran hacia el futuro”. El Jefe de Gabinete, el martes 4, incluso fue hasta la sede del bloque de diputados PRO a exigirles que "salgan a la cancha".

Después de la visita de Macri al Congreso llegaron las réplicas. María Eugenia Vidal se endureció con el gremialist­a Baradel (“no le tengo miedo a los conflictos”) y sumó puntos en las encuestas, y siguieron su ejemplo Triaca (“si no nos defendemos nadie nos va a defender”), Bullrich (“Emilio Pérsico -el dirigente piquetero- llega siete veces a fin de mes”), Mario Negri, el jefe de la bancada PRO en Diputados (“ustedes se creen dueños de la verdad y de la historia”, le dijo a los gritos a legislador­es K), y el ya famoso latiguillo de Peña en el Congreso. El ataque a los choripanes de Macri, que nada tuvo que ver con la gastronomí­a, fue el punto más alto del insospecha­do cambio. “Nos cansamos de la idea que se quiere instalar de que somos todos tarados. Está bien la cosa zen pero hay que mostrar que somos algo más que eso”, explica un asesor de extrema confianza del Presidente.

EL 18 BRUMARIO DE MACRI. Hay que entender la importanci­a del viraje: es una fenomenal metamorfos­is para un Gobierno que llegó al poder,

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 ??  ?? 17 DE OCTUBRE AMARILLO. Así se vivió en el PRO. La marcha de apoyo al Gobierno del 1 de abril relajó al Gobierno: sus votantes y ellos piden una posición más dura.
17 DE OCTUBRE AMARILLO. Así se vivió en el PRO. La marcha de apoyo al Gobierno del 1 de abril relajó al Gobierno: sus votantes y ellos piden una posición más dura.
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