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Ay Martincito

El PRO, furioso con su renuncia a la embajada y su desafío electoral. ¿Carrió lo entregó?

- Por NANCY PAZOS *

Elisa

Carrió está por traicionar sus principios y a varios de sus aliados políticos. Está dispuesta a convertirs­e en candidata del PRO en la ciudad sin dar la batalla interna que se había juramentad­o dar para que se amplíe la coalición gobernante y Cambiemos se transforme en algo superador incluso al gobierno de Mauricio Macri.

La transforma­ción bíblica de Pedro en Judas que está sufriendo la diputada tuvo precio: la cabeza que pidió y le entregaron del primo presidenci­al Jorge Macri. Fue la tarde en que Marcos Peña y Mario Quintana llegaron hasta los confines de Capilla del Señor (¿qué otro lugar podía elegir para vivir una mujer tan apegada a los evangelios?) para tender puentes y pedir bandera blanca con la madrina e ideóloga del ala díscola del Gobierno. Lilita cedió y se abroqueló en sí misma escudada en sus problemas de salud...

Es que, aunque no lo parezca, Elisa es vulnerable. Y sentir que el cuerpo le puede jugar una mala pasada, justo ahora que está alumbrando la República, trabaja en su inconscien­te como un manto de piedad a sí misma. Por eso se perdona. Después de todo, se convence, ella va a poder cuidar a sus aliados internos, aquellos que se animaron a seguirla en la necesidad de apostar a la política y no a los CEO...

Pero los CEO del PRO vienen ganando por goleada y la sed de venganza hacia quienes osaron dar la batalla ideológica ya se cobró su primera víctima, el flamante ex embajador argentino en Estados Unidos, Martín Lousteau. La historia la escriben los que ganan. Por eso el relato oficial se encargó de dejar a Lousteau como un ingrato al haberle renunciado al Presidente sin considerar que este mes es la visita de Macri a Donald Trump. Y justo 48 horas después de la sagrada y espontánea marcha del 1A que se agiganta para la Casa Rosada con el correr de los días y está por parangonar para el PRO al día de la Lealtad peronista (por suerte sin el mal gusto de los descamisad­os mojándose los pies en la fuente de Plaza de Mayo).

Pero lo cierto es que Lousteau nunca cambió de opinión. El macrismo supo desde que fue a buscarlo para sumarlo a sus filas que el líder de ECO tomaba el compromiso pero convencido de que volvería a ser candidato en la ciudad este año. Es más, en diciembre les refrescó la memoria y pidió pista concretame­nte para dar la interna con su partido dentro de Cambiemos. Y el mismo discurso sostuvo cada vez que le preguntaro­n por dentro y por fuera.

Por ende, el lunes no sorprendió a nadie. Macri sólo se animó a un “¿estás seguro?”, y Lousteau desplegó un montón de razones por las cuales está convencido de que suma más al Gobierno acá que allá. Todo parecía encaminado hacia un final de etapa feliz hasta que a pedido de Mauricio, y sólo para acordar cómo se comunicarí­a públicamen­te la renuncia, llamaron a Marcos Peña.

Ahí los gestos se fueron transforma­ndo, y como buen jefe de campaña Marcos sentenció: “Te dijimos en diciembre que no habrá Cambiemos en la ciudad. Si querés sentate con Horacio a negociar tus lugares en nuestra lista”.

Y obviamente Lousteau no estuvo dispuesto a una rendición incondicio­nal. O a dejar de ser aliado político para transforma­rse en empleado.

Ahora le tocará bailar con la más fea: sin elegir ni querer ser opositor deberá radicaliza­r su discurso porque la grieta no da lugar a los tibios.

Del otro lado del paraíso, van quedando sólo los puros.

Y la conversa Lilita.

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SALIDA. Lousteau avisó que quería competir en las PASO porteñas de Cambiemos. No lo dejaron.
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LILITA. Carrió fue su mentora, pero ahora abandona a su suerte al ex embajador en EE.UU.

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