A danzar mi amor
La Orquesta Brazofuerte mostró su último disco grabado en vivo y armó una pista de baile que unió a la Nueva York del siglo pasado con el San Telmo de hoy.
Desde hace unos cuantos años, hay una fuerte presencia del jazz en vivo en todas sus formas y de los múltiples espacios que se ofrecen para ese género. Y dentro de eso, existe una importante tradición de músicos argentinos que, en general desde formatos de “big bands”, se dedican a lo que hoy llamamos “jazz tradicional”, lo cual es esa música afronorteamericana que arranca con los orígenes en Nueva Orleans, pasa por el hot y el dixieland y termina en el swing y los bailes neoyorquinos, antes del vanguardista aporte del bebop y el hardbop de mediados del siglo XX.
La Fénix, la Porteña, la Creole, la Delta o la Antigua son algunas de las más renombradas de entre las muchas bandas de jazz clásico que existen en nuestro país. Pero en este caso, nuestro comentario pasa por un grupo con menos años de existencia que, aunque coincide en los estilos abarcados, tiene una formación algo distinta de la de las “big bands” convencionales. La Orquesta Brazofuerte (que nació en 2013 como Brazofuerte All Stars) es un septeto que sostiene ese espíritu orquestal y que, a la vez, se permite momentos más “camarísticos”, propio de grupos más pequeños. Tienen una base integrada por el muy reconocido pianista Manuel Fraga, el baterista Hernán Avella y el contrabajista Nicanor Suárez. A Guillermo Arrom le toca sostener la marcación rítmica y apoyar los acordes desde la guitarra eléctrica o el banjo. Al frente, el papel de los “tutti” de vientos o los solos, según los casos, quedan a cargo de Eduardo Manentti en trombón, Marcelo Gallo en trompeta y Juan Klappenbach (saxo tenor y clarinete).